La Vanguardia

Enemigo interior

- Florencio Domínguez

Cuando se miran las notas informativ­as policiales sobre las detencione­s de radicales isla mistas realizadas­en España en el año 2014 se observa que los sospechoso­s capturados tenían vinculacio­nes con el Estado Islámico o con Al Qaeda. Algunas redes, incluso, hacían reclutamie­nto para las dos organizaci­ones indistinta­mente. En cambio, si se examinan las informacio­nes sobre las capturas habidas en 2015, que han sido abundantes, se observa que Al Qaeda ha desapareci­do. La práctica totalidad de los recientes sospechoso­s de islamismo tiene vínculos con el Estado Islámico (EI), que se ha convertido en el gran foco de atracción de aquellos que quieren embarcarse en la guerra yihadista.

Este fenómeno detectable en España se puede apreciar también en otros países europeos. Todos los radicales se han alineado con el EI y de su horizonte prácticame­nte ha desapareci­do la organizaci­ón que fundó Bin Laden hace 27 años y que durante tanto tiempo aterrorizó a los países occidental­es. ¿Qué ha pasado para que en apenas dos años Al Qaeda haya quedado oscurecida, a pesar de estar detrás de atentados como el perpetrado contra Charlie Hebdo, y su lugar haya sido ocupado por el grupo que se escindió de sus filas en el 2013?

El principal factor, segurament­e, reside en el hecho de que el EI se ha hecho con el control de un amplio territorio en Siria e Iraq en el que actúa como un auténtico Estado. Tiene un ejército que combate de forma convencion­al

La práctica totalidad de los recientes sospechoso­s de islamismo tiene vínculos con el Estado Islámico

en el territorio que controla y de forma irregular en otros escenarios como en los países europeos. Controla la seguridad, la economía, tiene sus estructura­s administra­tivas, dicta leyes y normas como cualquier otro Estado. Tiene un espacio definido en el que aplica la ley islámica según su particular interpreta­ción y, por tanto, es un modelo real, que ya existe, y no una promesa de futuro como Al Qaeda.

Desde ese territorio, el EI proyecta su influencia hacia el exterior: atrae miles de voluntario­s de todo el mundo –unos 25.000, según datos de Interpol–, los adiestra, los utiliza para combatir en Iraq o Siria y, en algunos casos, los envía de nuevo a Europa para cometer atentados como los que se acaban de producir en París. Mientras el Estado Islámico tenga la base territoria­l que tiene seguirá siendo una amenaza interior de cada uno de los países que están en su punto de mira. Y la eliminació­n de esa base territoria­l sólo se consigue con medios bélicos y con el apoyo a aquellos que están combatiend­o sobre el terreno y de forma directa a los islamistas, ya sean iraquíes, sirios, kurdos, etcétera. No es lo único que hay que hacer para disminuir las capacidade­s del EI, pero a un grupo terrorista convertido en un Estado desestabil­izador hay que hacerle frente en el terreno que él mismo ha elegido para poder frenarlo. Luego, además, habrá que desarrolla­r otras iniciativa­s políticas, diplomátic­as, económicas, de prevención... El presidente Holande y el grueso de la sociedad francesa lo han entendido y están actuando en consecuenc­ia.

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