La Vanguardia

Madre no hay más que una

- Quim Monzó

El otro día vi en TV3 una promoción del programa Catalunya experience en la que aparecía Neil, el hippy de aquella serie antológica que es Els joves. Es fácil reconocerl­o. Sus rasgos faciales son peculiares, pero el paso de treinta años ha hecho que su cara tristona esté ahora marchita y con arrugas. No tiene el pelo largo y más o menos rubio de entonces. Ahora lo tiene cano, corto y con entradas. Como mucha gente que estos días lo ha visto en entrevista­s en los diarios y en la tele antes de la emisión del Catalunya experience de anteayer, me quedé pasmado. Normalment­e, cuando descubres a un actor cuando es joven y sigues su evolución, con el paso de las décadas te acostumbra­s poco a poco a sus cambios. De joven, Sean Connery tenía un determinad­o aspecto pero, película tras película, vas asimilando la evolución de sus facciones. Incluso en el caso penoso de Mickey Rourke, que ha ido degradando su físico a base de operacione­s de cirugía estética después de que se le fuese la olla y decidiese convertirs­e en boxeador. Con Neil no ha sido así porque, después de Els joves, aquí no supimos nada más de él. Siguió en la tele, en papeles dramáticos, y participó en algunas produccion­es musicales en el West End de Londres, pero no lo supimos. Por eso volver a verle la cara treinta años después ha sido un shock para los seguidores de aquella serie. Muchos no sabíamos ni el nombre del actor que lo interpreta­ba. Se llama Nigel Planer, pero para nosotros era Neil, el hippy vegetarian­o que compartía piso con un anarquista con sueños de poeta, un punk psicópata y una especie de extorsiona­dor bien vestido que iba en camino de convertirs­e en un hombre de negocios o un mafioso, o ambas cosas al mismo tiempo.

La primera vez que TV3 pasó Els joves no la pude ver. Mi hijo era pequeño y yo no estaba por otras cosas, y los días que lo estaba prefería ir a bares de copas, a ver qué se cocía. Me encontraba con gente que seguía la serie y le parecía fascinante.

–“Ei, tio, ¿com és possible que no la segueixis? Que fort! Quin mal karma!”

De forma que, en cuanto pude –en seguida que volvieron a programarl­a–, comprobé que, efectivame­nte, es un hito de las sitcoms. En la entrevista que anteayer hizo Francesc Puig a Nigel Planer en estas páginas hay un momento delicioso. Es cuando le pregunta si él se parecía al personaje. Contesta el actor: “La única diferencia era que yo nunca he sido vegetarian­o. Pero la gente me confundía con Neil, incluso mi madre, que una vez preparó bistecs para todos los de casa y a mí me puso un plato de verduras. Le dije que no era vegetarian­o, pero ella me insistió que seguro que lo era, porque lo había visto en la tele”. Imaginar en casa de sus padres a aquellos personajes rotos y rompedores, obligados a comer lo que sus madres han decidido que coman –el hippy, pero también el anarquista, el punk psicópata y el extorsiona­dor–, no tiene precio.

Nada como ver a un actor año tras año para no llevarse sustos como el de esta semana con Nigel Planer

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