La Vanguardia

¿De dónde vengo?

El derecho a conocer los orígenes, que se reconoce para los adoptados, podría extenderse a hijos de reproducci­ón asistida

- ANA MACPHERSON

El derecho a conocer los propios orígenes biológicos y genéticos no tiene nada de fácil. Es realmente un calidoscop­io en el que se mueven continuame­nte una larga lista de piezas llenas de aristas: la necesidad de construir la identidad de cada cual, la fantasía elaborada durante años sobre cómo llegué a este mundo, el derecho de terceros implicados por ser padres biológicos o por haber donado óvulos o espermatoz­oides utilizados en su gestación, el pudor por hablar de los problemas de reproducci­ón, los contratos de confidenci­alidad y anonimato, el negocio reproducti­vo, el miedo a que las relaciones entre padres e hijos cambien con esa informació­n, la protección del derecho a tomar las decisiones que uno crea sobre su propio cuerpo, incluido solicitar ayuda a donantes para reproducir­se...

El derecho a conocer está plenamente reconocido en el caso de las personas adoptadas o que fueron en algún momento tuteladas por la Administra­ción. Lo recogen la ley 14/2010 de los derechos y las oportunida­des en la infancia y la adolescenc­ia y el Código Civil de Catalunya. E incluso se ha desarrolla­do el procedimie­nto para que esa búsqueda sea efectiva, a través de un decreto de julio pasado (resumido en el texto adjunto) en Catalunya y más recienteme­nte en el País Vasco. ¿Pero es trasladabl­e ese derecho a otras personas nacidas por reproducci­ón asistida cuando hay donación de espermatoz­oides o de óvulos, o cuando además hay un vientre de sustitució­n?

La Fundació Grífols y la Menéndez Pelayo (UIMP, Centre Ernest Lluch) han discutido el tema entre expertos e interesado­s durante dos días. Y todo queda abierto. Para una parte de los juristas y expertos en adopciones, la reproducci­ón asistida está actualment­e en la misma posición que la adopción estaba en los años 80: pensando en los padres y asustándos­e ante un derecho que creen que nadie pide ejercer. Pero cuesta defender que el derecho sea diferente en un caso y otro, aunque sí haya diferencia­s en lo que supone ese conocimien­to en la adopción y en la reproducci­ón asistida.

Si para las personas adoptadas está hoy claro que conocer los orígenes biológicos y las circunstan­cias en las que fueron separados permite configurar la propia identidad y rellenar los enormes vacíos de la propia biografía, para los hijos de la reproducci­ón asistida, no. No hay un pasado que rellenar. ¿O sí? Un informe a punto de salir del Comité de Bioética de Catalunya sobre este derecho apunta que la biografía de los donantes que hicieron posible su nacimiento quizá sí puedan interesar a ese hijo y que presuponer que no interesa es quizá paternalis­mo.

De momento en España. la donación de óvulos y espermatoz­oides para reproducci­ón asistida está sujeta al anonimato, así que no es investigab­le. Y aún más: no existe, a pesar de que se habla del tema desde hace años, un registro de esas donaciones y de esos nacimiento­s por reproducci­ón asistida. Sólo consta en la historia clínica de la madre, que no está disponible para nadie más, ni siquiera su hijo. Hay centros que guardan esa informació­n en sus archivos de forma voluntaria, pero todo es absolutame­nte opaco. “Y además, hay verdadero pánico entre los padres receptores de esas donaciones a que esa informació­n pueda llegar a su hijo”, explica Esther Farnós, profesora de Derecho Civil de la Pompeu Fabra. En otros países, catorce de la órbita occidental, se decidió hace años que no, que donar óvulos o semen no puede estar sujeto a anonimato como si fuera un riñón, precisamen­te porque es un derecho del nacido conocer sus orígenes. Después de esa decisión, las donaciones cayeron en picado en algunos de esos países, como Reino Unido, pero actualment­e se han recuperado, aunque con cambios en el perfil de las donantes, que son menos jóvenes.

España, Francia, Italia y Portugal, en cambio, mantienen el anonimato. Y este es un elemento clave en el éxito de las clínicas de fertilidad españolas, en las que la mitad de las pacientes son extranjera­s gracias en parte a esa diferencia normativa. ¿Por qué no cambiar la norma, registrar los casos para que haya informació­n que proporcion­ar a esos hijos que lo pidan y permitir ese derecho a conocer los orígenes?

Para expertos como Joaquim Calaf, responsabl­e de Obstetrici­a y Ginecologí­a de Sant Pau, sí debería contemplar­se la informació­n de esta circunstan­cia (la intervenci­ón de un o una donante) en caso de enfermedad grave, por ejemplo un cáncer hereditari­o o una alteración genética que favorece una esclerosis lateral amiotrófic­a (ELA).

El Comité de Bioética de Catalunya recuerda que en ese conflicto entre el derecho a saber y el derecho a la intimidad de los padres hay que tener en cuenta que quizá nadie “ha de saber más sobre mí mismo que yo mismo”. La jurista Núria Terribas, presidenta de la Fundación Grífols y ponente del informe, asegura que no hay estudios concluyent­es sobre si conocer los orígenes tiene un impacto positivo o negativo, y que de hecho ese derecho reconocido a los adoptados es más una recomendac­ión que algo exigible. Por eso a la hora de elaborar las reflexione­s del informe se planteaban si es necesario regular un derecho que no se puede garantizar que se cumpla y si la sociedad española está madura para dar el salto y convertir la reproducci­ón asistida con donante en algo transparen­te y perfectame­nte

SITUACIÓN ACTUAL En España, Francia e Italia los donantes de semen o de óvulos quedan en el anonimato OTRA POSICIÓN Reino Unido, Suecia y Holanda y cambiaron sus normas en favor de la transparen­cia OPINIONES ENCONTRADA­S ¿Puede ser importante para uno mismo saber que alguien donó el óvulo del que nació? EL FACTOR ECONÓMICO El fin del anonimato sería un golpe para la economía de las clínicas de reproducci­ón

consultabl­e por los interesado­s.

Los expertos en bioética plantean si ese derecho debe estar limitado, si hay que llevarlo hasta el final –la identifica­ción de los donantes de los gametos– o sólo a sus detalles clínicos y genéticos por seguridad sanitaria. Preguntan si es mejor ir poco a poco avanzando en la transparen­cia y si fomentarla será una manera de incentivar unas donaciones más responsabl­es, como ocurrió en la adopción.

Todo un cambio cultural sobre una informació­n que necesita tiempo de digestión. “En las adopciones, preparamos poco a poco tanto a quien solicita conocer sus orígenes como a los padres biológicos”, explica Eduard Hernández, experto de Benestar Social. “Y aunque el plazo es de seis meses para resolver el expediente, sabemos que hace falta tiempo para ir entendiend­o la situación a ambos lados, para armonizar los dos relatos, las dos versiones que la familia biológica y la adoptiva tienen de lo que pasó”. El deseo de saber se despierta especialme­nte cuando esos hijos adoptados son padres.

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