Tarragona deja la detección del origen de las pestes a una red de olfateadores
Pocos territorios como el Camp de Tarragona acumulan igual experiencia con episodios de malos olores. La sensibilización de la población se explica en buena medida por la presencia del mayor polígono petroquímico del sur de Europa. El asunto de las pestes de origen industrial, asociado a la contaminación, se ha convertido de forma cíclica en arduas polémicas y ha forzado a las administraciones públicas, básicamente ayuntamientos y Generalitat, a buscar soluciones.
Las reiteradas quejas de los vecinos en unos años, hace más de una década, en la que los episodios de malos olores eran mucho más intensos y frecuentes que ahora, forzó incluso a la administración a intentar poner en marcha la denominada nariz electrónica. El proyecto, ambicioso y pionero, se empezó a gestar junto a la Universitat Rovira i Virgili (URV), pero acabó fracasando.
Los expertos ya habían advertido de la dificultad de construir una máquina con capacidad para detectar el origen de una determinada peste, a partir de extraer sus compuestos químicos y analizarlos después en el laboratorio. Una de las grandes complicaciones viene dada por la enorme diversidad de posibles orígenes de los malos olores en una extensión de terreno relativamente pequeña, con dos polígonos petroquímicos, un puerto y una incineradora de residuos urbanos (Sirusa).
El asunto quedó aparcado hasta que a principios de este año se presentó oficialmente la primera respuesta objetiva de base científica para detectar el origen de las posibles pestilencias. Se basa en la capacidad sensitiva humana,
PROYECTO FALLIDO Se intentó crear una ‘nariz’ electrónica para poder objetivar el origen del mal olor MENOS EPISODIOS En la última década las quejas vecinales por pestilencias se han ido reduciendo
con una red de 150 olfateadores voluntarios que están en guardia en los municipios más sensibles.
Si las narices detectan un mal olor, lo comunican a través de una aplicación (Nasapp). Y si el asunto tiene suficiente envergadura se desplaza un equipo que toma muestras para analizar sobre el terreno y en el laboratorio el episodio. El sistema, pionero, se ha puesto en marcha por iniciativa del Centre Tecnològic de la Química de Catalunya (CTQC), junto a ocho ayuntamientos, la industria química y el puerto.
Desde que se activó la red de olfateadores no se ha producido ningún episodio que haya convertido el mal olor en foco de atención ciudadana ni mediática, como había pasado años atrás en el área de Tarragona. Las quejas vecinales por molestas pestilencias se han ido reduciendo en la última década, gracias en parte a la sensibilización de la industria petroquímica. La mirada se ha centrado más en la necesidad de avanzar en el estudio de la calidad del aire y reducir los niveles de contaminación en algunos puntos. Hay quien advierte, no obstante, que las narices de los tarraconenses, mal acostumbradas a soportar históricamente según qué olores, toleran más determinadas pestilencias.