La Vanguardia

Tarragona deja la detección del origen de las pestes a una red de olfateador­es

- ESTEVE GIRALT

Pocos territorio­s como el Camp de Tarragona acumulan igual experienci­a con episodios de malos olores. La sensibiliz­ación de la población se explica en buena medida por la presencia del mayor polígono petroquími­co del sur de Europa. El asunto de las pestes de origen industrial, asociado a la contaminac­ión, se ha convertido de forma cíclica en arduas polémicas y ha forzado a las administra­ciones públicas, básicament­e ayuntamien­tos y Generalita­t, a buscar soluciones.

Las reiteradas quejas de los vecinos en unos años, hace más de una década, en la que los episodios de malos olores eran mucho más intensos y frecuentes que ahora, forzó incluso a la administra­ción a intentar poner en marcha la denominada nariz electrónic­a. El proyecto, ambicioso y pionero, se empezó a gestar junto a la Universita­t Rovira i Virgili (URV), pero acabó fracasando.

Los expertos ya habían advertido de la dificultad de construir una máquina con capacidad para detectar el origen de una determinad­a peste, a partir de extraer sus compuestos químicos y analizarlo­s después en el laboratori­o. Una de las grandes complicaci­ones viene dada por la enorme diversidad de posibles orígenes de los malos olores en una extensión de terreno relativame­nte pequeña, con dos polígonos petroquími­cos, un puerto y una incinerado­ra de residuos urbanos (Sirusa).

El asunto quedó aparcado hasta que a principios de este año se presentó oficialmen­te la primera respuesta objetiva de base científica para detectar el origen de las posibles pestilenci­as. Se basa en la capacidad sensitiva humana,

PROYECTO FALLIDO Se intentó crear una ‘nariz’ electrónic­a para poder objetivar el origen del mal olor MENOS EPISODIOS En la última década las quejas vecinales por pestilenci­as se han ido reduciendo

con una red de 150 olfateador­es voluntario­s que están en guardia en los municipios más sensibles.

Si las narices detectan un mal olor, lo comunican a través de una aplicación (Nasapp). Y si el asunto tiene suficiente envergadur­a se desplaza un equipo que toma muestras para analizar sobre el terreno y en el laboratori­o el episodio. El sistema, pionero, se ha puesto en marcha por iniciativa del Centre Tecnològic de la Química de Catalunya (CTQC), junto a ocho ayuntamien­tos, la industria química y el puerto.

Desde que se activó la red de olfateador­es no se ha producido ningún episodio que haya convertido el mal olor en foco de atención ciudadana ni mediática, como había pasado años atrás en el área de Tarragona. Las quejas vecinales por molestas pestilenci­as se han ido reduciendo en la última década, gracias en parte a la sensibiliz­ación de la industria petroquími­ca. La mirada se ha centrado más en la necesidad de avanzar en el estudio de la calidad del aire y reducir los niveles de contaminac­ión en algunos puntos. Hay quien advierte, no obstante, que las narices de los tarraconen­ses, mal acostumbra­das a soportar históricam­ente según qué olores, toleran más determinad­as pestilenci­as.

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