La Vanguardia

“No quiero morir en la montaña”

Rafael Montserrat ha dejado su chabola en Montjuïc y se ha instalado en una pensión, paso previo para empezar una nueva vida en un piso de Arrels

-

Ya hace dos semanas que no estoy en la montaña. Una noche llovió mucho, cayó el techo de plástico de la chabola, quedamos totalmente empapados y dije basta”, cuenta nervioso Rafael Montserrat, mientras sorbe un café con leche en una cafetería de la Rambla del Raval. Este hombre de 50 años duerme por primera vez desde hace mucho tiempo en una cama, en una pensión de Ciutat Vella, gracias al apoyo de la fundación Arrels.

Rafael y sus diez hermanos nacieron en la montaña de Montjuïc, donde sus padres se instalaron en los años 50 procedente­s de Andalucía, y hasta hace unos 15 días era una de las decenas de personas que malviven en barracas o en tiendas de campaña ocultas entre los árboles. Su testimonio quedó reflejado en un reportaje publicado, el pasado 26 de octubre, en estas páginas. La Vanguardia seguirá la evolución de Rafael en los próximos meses durante los cuales espera afrontar cambios importante­s en su vida: de la pensión pasará a ocupar un piso gestionado por Arrels.

Ahora empieza un proceso de adaptación que, según cuenta Ferran Busquets, director de Arrels, puede ser más complicado de lo que parece. “Me preocupa la sensación que tienen muchos indigentes que al conseguir una habitación o un piso no se acaban de creer que es para siempre, tienen miedo de volver a acabar a la intemperie”.

Rafael se levanta cada día pronto, a las ocho ya ha salido de la pensión. De hecho duerme mal, muy mal, apenas unas dos o tres horas seguidas. Todavía no se ha sacado del cuerpo esa sensación de tener que estar en estado de alerta que le ha acompañado durante la mayor parte de su vida. Hace unos años, una pareja de indigentes, supuestame­nte amigos, lo cosieron a puñaladas mientras dormía dentro de su saco en los jardines Mossèn Costa i Llobera de Montjuïc. “Pensaban que llevaba encima los 400 euros que había cobrado ese día de la pensión, pero los tenía en el banco. Me clavaron ocho navajazos, pasé una temporada en el hospital. En esos mismos jardines encontraro­n hace unas dos semanas el cadáver de un hombre”, sigue contando. “Por eso, porque debía estar vigilante, nunca me había tomado somníferos, pero ahora la doctora me los ha recetado”.

Rafael está satisfecho por el paso que ha dado, pero a la vez se siente inquieto y está muy preocupado por su pareja, de la que no sabe nada desde hace unos días, tras distanciar­se por una pelea. “Se me murieron tres parejas anteriores y sufro mucho por lo que pueda pasarle a ella”, dice cabizbajo.

Su rutina diaria empieza en un bar del Paral·lel. “A cambio del café con leche ayudo al propietari­o a llenar la nevera. Luego voy a la chabola, a dar de comer a mi gata, Rateta. La encontré de chiquita, abandonada, con un ojo medio hundido. La curé con manzanilla y ahora está muy maja; piensa que yo trabajé dos años de voluntario en Creu Roja. Después bajo a comer a la Llar Pere Barnés, de Arrels, donde también ceno”, relata mientras calma su nerviosism­o con un pitillo.

Comenta que tanto tiempo en la montaña, donde creció junto a sus hermanos, al menos le han servido para afinar los sentidos, especialme­nte el oído, el olfato y la vista, aunque ahora ya no ve demasiado bien. “En cambio, en la ciudad los pierdes. A mí y a mis hermanos nos conocían como los niños lobo”, apostilla.

“En estos momentos, lo más importante es trasladarm­e a un piso, creo que será entre finales de año y principios del que viene, y centrarme para poder hacer lo que más me gusta, reparar electrodom­ésticos, hacer soldaduras... También colaborar como voluntario en Arrels, mostrar a la gente cómo viven las personas sin techo. Lo que tengo claro es que no quiero morir en la montaña”.

ROSA M. BOSCH No puede dormir más de tres horas; arrastra esa sensación de tener que estar en alerta para sobrevivir en la calle

 ?? JORDI PLAY ?? Rafael, de 50 años, fotografia­do el pasado lunes por la tarde camino de su pensión desde Montjuïc
JORDI PLAY Rafael, de 50 años, fotografia­do el pasado lunes por la tarde camino de su pensión desde Montjuïc

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain