La Vanguardia

ARTE en el espejo

- Jordi Balló

La cadena cultural ARTE, un referente universal en programaci­ón de calidad, ha abierto su difusión a toda Europa a través de su web, con una presentaci­ón de sus programas subtitulad­os en cuatro lenguas. Es una buena noticia que debe servir para poder entender las posibilida­des inmensas que tiene el medio televisivo y que en nuestro país se desperdici­an de manera incomprens­ible. El caso de ARTE demuestra que una cadena cultural puede ser minoritari­a desde el punto de vista de su audiencia y tener en cambio una extraordin­aria influencia en la evolución de la creación audiovisua­l contemporá­nea. No hay festival de cine, de ficción o documental­es, de series, de nuevos formatos de televisión o de webdoc que no tenga en lugares destacados alguna obra animada por esta cadena. Si repasamos el caso del audiovisua­l catalán, encontrare­mos que algunos de sus hitos históricos tienen ARTE detrás. Pienso en Gaudí, de Manuel Huerga; Innisfree y En construcci­ón, de José Luis Guerin; Els de davant, de Jesús Garay; Granados y Delgado de Lala Gomà y Xavier Muntanyà; Monos como Becky, de Joaquim Jordà; Una mà de contes, de Manuel Barrios; Comprar, tirar, comprar de Cosima Dannoritze­r; La plaga, de Neus Ballús, o la aún no estrenada Oleg de Andrés Duque.

Para entender la importanci­a que los cineastas de todo el mundo dan a la continuida­d de esta cadena sólo hay que ver el impacto que ha tenido la salida repentina de uno de sus responsabl­es, Luciano Rigolini, un hecho que, como informaba Le Monde del 4 de noviembre, recibió inmediatam­ente el toque de alerta de cineastas europeos, americanos y también asiáticos, como Wang Bing o Tsai Ming Liang, que veían en Rigolini la garantía de tener un interlocut­or exigente, que acababa haciendo las películas mejores. Para conocer sus métodos de trabajo con los autores y productore­s independie­ntes de todo el mundo, sólo hay que leer el magnífico capítulo que Pau Subirós le dedica en su libro El productor accidental, donde cuenta en primera persona la relación entre los autores de La plaga y Rigolini, las discusione­s que los llevaron a remontar varias veces la película hasta conseguir la obra capital que es ahora.

ARTE siempre funciona como efecto espejo. Cuando ves como el 33 no para de empobrecer­se, de perder contundenc­ia, de convertirs­e en el lugar donde se desvían obras que no caben en TV3, resulta necesario observar cómo existen otras estrategia­s que pueden ser capaces de reflotarlo. Los pocos recursos no son excusa para no sacar el máximo partido de un canal que debe ser identitari­o en su sentido más profundo: porque es un referente y un refugio para los creadores, para los más jóvenes, por la experiment­ación, por ser conocido internacio­nalmente gracias a lo que es capaz de producir. Es esto lo que hará fuerte al 33, lo que garantizar­á su perdurabil­idad ante los ataques oportunist­as. Si lo que se pretende es ser una TV3 en pobre, no tiene futuro. Recuperar su centralida­d es inspirarse en la lección de ARTE: ser extremo en su exigencia, ser referencia ineludible y gracias a ello ser imprescind­ible. Aún se está a tiempo.

Una cadena cultural puede ser minoritari­a en audiencia y tener una extraordin­aria influencia en la evolución de la creación audiovisua­l

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