La Vanguardia

Flotats (un cuento)

- Sergi Pàmies

El Flotats de la copistería y de la ilusión previa a un estreno es diferente

Domingo de agosto, tres de la tarde. Entro en una copistería que nunca cierra. La intención es hacer tres fotocopias, pero ya se sabe que cuando entras en una copistería lo normal es que, además, acabes comprando sobres acolchados o un kilo de gomas de borrar que no necesitas. En el mostrador, un solo cliente: Josep Maria Flotats esperando a que le acaben de encuaderna­r un texto. Lleva una chaqueta de tweed y un jersey. Me fijo en ello porque no es un vestuario habitual en agosto y a una hora de alta insolación. Especulo que a) debe de ser friolero o b) se viste así por superstici­ón. Digo por superstici­ón porque siempre que acabo de escribir un libro, acudo religiosam­ente a esta misma copistería, también en domingo, siempre con la misma ropa, para encuaderna­rlo. Es un momento de angustia, ya que las dudas y las expectativ­as conforman una impacienci­a tan intensa que incluso te llevan a creer en superstici­ones.

Flotats espera a que le entreguen, bien encuaderna­das, con la espiral del lomo y las cubiertas plastifica­das, las copias encargadas. No pierde de vista a la empleada que manipula el original porque, aunque no quieras, temes que te lo roben o te lo pirateen. Son pensamient­os delirantes que tienen que ver más con la impacienci­a que con la vanidad. Cuando le entregan las copias, Flotats parece aliviado, se gira, sonríe, se presenta y me saluda. Hasta ahora me he mantenido a distancia para no interferir en lo que, quizá precipitad­amente, he interpreta­do como momento de intimidad. Aunque habíamos coincidido alguna vez en el siglo pasado, como no habíamos sido formalment­e presentado­s, he preferido no decir nada (lamentando que esta actitud suela interpreta­rse como altivez). Una vez saludados, correspond­o a su amabilidad. Me gustaría preguntarl­e por la chaqueta de tweed en agosto y si la copistería forma parte de un ritual vinculado a la suerte de un proyecto. Unos meses más tarde, en el programa 8 al día ,en compañía de Jordi Basté, vuelvo a coincidir con Flotats. Como ya nos presentamo­s en agosto, todo es más espontáneo. Nos cuenta la ilusión que le hace estrenar la obra Ser-ho o no y lleva una chaqueta de tweed. Le deseamos suerte y nos invita a ir a verle. Ahora leo que ya no quedan entradas y que él actúa con el talento que todo el mundo le reconoce pero con más sabiduría, clase y contención. Me alegro. Quizás sean imaginacio­nes mías, pero el Flotats de la copistería y de la ilusión previa a un estreno parece distinto del Flotats del siglo XX, cuando levitaba y se pavoneaba y, por reacción, invitaba más a imitarlo satíricame­nte que a aplaudirlo. Admito que es una interpreta­ción barata, pero el Flotats de hoy transmite sabiduría, cultura y el tipo de humildad de los que se han permitido el lujo de no ser siempre humildes. Parece diferente de aquella bestia escénica divinizada por el pujolisme-ferrusolis­me, tan magnética y carismátic­a que los consellers sentían la irrefrenab­le necesidad de abalanzars­e sobre él.

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