Un partido de palco
Todos los encuentros que juega el FC Barcelona son de primer nivel, incluso los de la Copa del Rey con los equipos más modestos, pero un clásico es siempre un choque tan especial que, ya sólo por eso, merece considerarse como un partido de palco. El del Bernabeu va a estar esta vez a reventar. En esas localidades de privilegio se va a colgar una vez más el cartel de no hay billetes.
En términos generales, lo que más esfuerzos les va a costar a las administraciones –Gobierno, comunidad autónoma y ayuntamiento– y a la directiva del Real Madrid es el dispositivo de seguridad. Los atentados de París obligan a extremar las cautelas. En todas las instalaciones, y por supuesto en el acceso al palco, donde suele haber una gran concentración de personas vip.
Normalmente, el club blanco no proporciona información alguna sobre los asistentes al palco. Y esta vez menos. La razón que se da es precisamente la necesidad de extremar las medidas de seguridad, aparte de preservar la confidencialidad de la lista de invitados.
Lo primero se entiende bien en el contexto en que vivimos, por desgracia no sólo estos días, pero muy en especial tras la masacre de París y el hecho de que uno de los objetivos de los terroristas fuera el estadio de Saint-Denis, escenario del amistoso entre Francia y Alemania. El segundo argumento, en cambio, es algo más forzado. Sobre todo, porque las televisiones suelen contar con imágenes generales del palco, y en ellas se puede identificar a los asistentes. Si no a todos, a buena parte.
Esta vez, por tanto, se puede comprender que la entidad se reserve información, y el morbo periodístico que rodea el palco tenga que contenerse, o que nutrirse por fuentes indirectas. Más que saber quién va a ir, se sabrá
El palco del Bernabeu registra la mayor concentración de poder del país, después de la Moncloa y el Congreso
luego quién estuvo, y cuál fue el clima que se respiró.
Incluso en el palco, el fútbol es lo primero, obviamente, pero esta vez esas localidades volverán a representar algo más. En puertas de unas elecciones generales, en el contexto de una recuperación todavía vacilante, la balconada blanca oficiará en torno a la cúpula madridista una nueva ceremonia de contactos y especulaciones sobre el futuro. Primero, sobre el futuro de la Liga. Pero luego también sobre el futuro postelectoral. No en balde el palco del Bernabeu es el recinto que registra casi semanalmente, entre Liga y Champions, la mayor concentración de poder del país, después de la Moncloa y el Congreso. Con un añadido, el del Poder Judicial, la Fiscalía y la abogacía. En algunas épocas no han sido pocos los togados que por allí han asomado. Tanto, que en algún momento el hecho empezó a llamar la atención y desde entonces se han espaciado algo más las asistencias. Las togas blancas destacaban demasiado, porque ya se sabe que no es precisamente ese su color natural.