Otra vez Mr. Marlboro
El líder de Al Murabitun, responsable del secuestro de tres cooperantes catalanes, es el hombre de Al Qaeda en el desierto
Hace cinco meses, el gobierno de Libia anunció el fin de la pesadilla. Aviones de combate estadounidenses F-15 habían lanzado bombas de 225 kilos cada una sobre un edificio a las afueras de Ajdabiya, en el este libio, y habían acabado con varios milicianos libios y, sobre todo, con la gran pieza del rompecabezas yihadista del Sahel: aseguraban haber matado al argelino Mojtar Belmojtar, hombre clave de Al Qaeda en el Magreb Islámico y responsable del secuestro de tres voluntarios de la ONG Barcelona Acció Solidaria en 2009.
Belmojtar resucitó otra vez. Después del enésimo anuncio falso de su muerte, Mr. Marlboro, apodado así por su pasado como contrabandista de tabaco en el desierto, reapareció al frente de Al Murabitun, el grupo que reivindicó ayer el ataque al hotel Radisson de Bamako. Sus guerrilleros yihadistas árabes y tuareg ya habían dado muestras de su sed de sangre en el país. En agosto, entraron en un hotel de la ciudad de Sevaré, en el centro maliense, y mataron a doce personas, incluidos cinco trabajadores de la ONU. A principios de año, varios de sus hombres, cargados con ametralladoras y granadas, entraron en Le Terrace, un bar de Bamako, y mataron a tres ciudadanos malienses, un belga y un francés.
Llamado también el Intocable, el Príncipe o el Tuerto —perdió un ojo luchando contra el ejército soviético en Afganistán—, es el terrorista más peligroso del desierto y uno de los más buscados. Estados Unidos ofrece cinco millones de dólares de recompensa a quien dé pistas para darle caza.
Hasta ahora nadie le ha traicionado, y ese hecho refleja una de las muchas habilidades de Belmojtar. El líder de los almorávides ha sabido tejer una red de fieles y seguidores a prueba de codicias. Conoce los códigos del desierto porque él es un hijo de esa arena. No sólo ha aprendido varios dialectos locales, también ha cerrado con pactos de sangre la lealtad: está casado con mujeres de las principales tribus del Sáhara y ha sido generoso al repartir los pingües beneficios de más de diez años cobrando recompensas de secuestros.
Su currículum es el propio de un tipo sanguinario y con un carácter imprevisible. Capaz de ponerse a llorar de emoción cuando alguno de sus rehenes occidentales se convertía al islam —los secuestrados recibían un mejor trato si así lo hacían—, planeaba a conciencia ataques brutales: de su mente salió el mayor secuestro de la historia, cuando sus hombres retuvieron a 800 trabajadores en una planta de gas en Argelia. Mataron a 40 de ellos. El odio a Occidente y Francia es una constante en sus acciones criminales, como cuando organizó un atentado múltiple en una mina de uranio francesa en Níger.
Su carácter díscolo, de tipo duro que no sigue las directrices de los líderes internacionales de Al Qaeda porque él se considera el único jefe de los suyos, también sirve para atajar rebeliones internas. En mayo, varios miembros de Al Murabitun anunciaron la adhesión de la banda al Estado Islámico (EI) de Siria e Iraq. Belmojtar se cuadró. Redactó un comunicado y anunció que la cuestión no se había hablado lo suficiente y que el grupo no juraba lealtad a nadie. Fue un aviso a navegantes. Quizás él es el hombre fuerte de Al Qaeda en el Sahel, pero Belmojtar no está debajo de nadie. Y sus hombres le siguen a él.
Díscolo y duro, no sigue las directrices de los líderes de Al Qaeda porque él se considera el único jefe de los suyos