Acabar con el kirchnerismo
El centroderechista Macri cierra su campaña en el norte argentino como favorito en los comicios de mañana
Sí se puede, sí se puede!”. No estamos en un mitin de Podemos, pero las miles de personas que gritan también se sienten indignadas. Con el kirchnerismo. Atardecer del jueves. Estamos en la Quebrada de Humahuaca, donde Mauricio Macri cierra su campaña con aires místicos de presidente. El alcalde de Buenos Aires y líder opositor es el favorito en las elecciones de mañana. “¡Se siente, se siente, Mauricio presidente!”.
“Los verdaderos héroes de nuestra patria no son un pequeño grupo de iluminados”, dice Macri al pie del monumento a los Héroes de la Independencia de Humahuaca. El candidato ha empezado el mitin calificándolo de “histórico”, no sólo porque acabaría con doce años y medio de kirchnerismo, sino porque por primera vez en la historia moderna de Argentina llegaría a la Casa Rosada un político que no es peronista ni radical, aunque la Unión Cívica Radical (UCR) está en Cambiemos, la coalición centroderechista por la que se postula Macri.
Casi todas las encuestas auguran su victoria ante el candidato kirchnerista, Daniel Scioli. El líder opositor ha hecho una campaña de gestos nuevos en la anquilosada política argentina basada aún en el modelo populista del general Perón. Aunque no exento de populismo, Macri ha querido desterrar la imagen de rico empresario porteño sólo preocupado por la capital para proyectar un perfil nacional de persona cercana a los ciudadanos.
Macri volvió a demostrar esa ruptura en las formas al celebrar su mitin final en el norte, donde se concentran las regiones más pobres y la postergada población indígena. Eligió la provincia de Jujuy, donde su candidato aliado, el radical Gerardo Morales, resultó gobernador electo en los comicios del 25 de octubre al ganar con el 58% en un territorio donde el peronismo gobierna sin interrupción desde la restauración de la democracia en 1983.
El pequeño pueblo de Humahuaca, de 8.000 habitantes, está situado a 1.700 kilómetros de Buenos Aires y apenas 165 kilómetros de la frontera con Bolivia. A pesar del desarrollo turístico –la Quebrada de Humahuaca es Patrimonio de la Humanidad desde 2003–, salta a la vista que la transformación social que asegura haber promovido el kirchnerismo no ha llegado aquí. Y menos a otras provincias norteñas, como Chaco o Formosa, con índices de pobreza alarmantes, especialmente entre la población indígena.
Nunca un candidato presidencial había cerrado su campaña en una localidad pequeña, ya que los esfuerzos finales siempre se centraban en el populoso y peronista conurbano bonaerense, que también empezó a cambiar el 25 de octubre con la victoria de la gobernadora electa, María Eugenia Vidal, apuesta personal de Macri.
A la misma hora del acto, en la plaza San Martín del pueblo, unos escolares dibujan carteles junto a un estand que con música pide el voto para Scioli. “Votemos a Scioli por la salud y la asignación”, pinta una niña. La asignación es el subsidio por cada hijo para las clases bajas que implantó el kirchnerismo. “Macri, sos la nueva cara de la invasión”, se lee en un cartel colgado, con reminiscencias coloniales.
Antes del mitin, el candidato ha sostenido un encuentro con un reducido grupo de periodistas locales y extranjeros, entre ellos La Vanguardia, y ha vuelto a quejarse con amargura de la actitud de Scioli –su amigo desde hace décadas–, que en los últimos días ha intensificado las descalificaciones personales. Macri asegura que Scioli ha formado un“dream team del horror”, en referencia a los asesores de imagen que se dice ha fichado el kirchnerismo
Macri masca hoja de coca al hacer una ofrenda a la Pacha Mama y se pone un poncho indígena
en esta segunda vuelta para revertir las encuestas.
Sin ir más lejos, Scioli cerró el jueves su campaña con dos actos, en Mar del Plata y, como no, en La Matanza, el feudo más poblado del conurbano bonaerense. “Acá se vota entre un creído de Barrio Parque o un trabajador del pueblo”, dijo Scioli en Mar del Plata, en referencia al exclusivo barrio porteño donde vive Macri. El trabajador del pueblo es Scioli, claro, cuyo origen es el mismo que el de su rival, pues ambos son hijos de ricos empresarios.
Acaba el mítin de Humahuaca. Macri está rodeado de gente y acaba con un poncho indígena encima. Por la mañana ha participado, mascando hojas de coca, en una ofrenda a la Pachamama (Madre Tierra), otro gesto inédito en una campaña presidencial.
Junto al hito que marca el Trópico de Capricornio, la guía de ceremonia reparte hojas de coca:
–Con esto qué hacés –pregunta Macri, junto a su esposa.
–Se las pone en la boca –responde la guía de ceremonias. –¿Y estas cuatro? –Esas cuatro no, en la mano. Los cuatro puntos cardinales para que el espíritu de la planta entre en el cuerpo y se conecte con “nuestros espíritus”. La guía pide que la Madre Tierra ayude a Macri a llevar una “política distinta”, a “buscar el encuentro, no la polaridad”.
Luego le preguntan qué pidió a la Pachamama. “Sabiduría y fortaleza para conducir al pueblo argentino por el buen camino”, dice un Macri místico que antes ha dicho que allí se siente “más cerca de Dios”.