La Vanguardia

El bolsillo de la bestia

- Pilar Rahola

Muy ricos. Una de las muchas estupidece­s del buenismo progre ante este fenómeno totalitari­o es que es una lucha de los pobres, los oprimidos por el imperialis­mo yanqui y la perfidia israelí, las víctimas rebeladas –como me dijo ayer un kirchneris­ta en Buenos Aires– del capital maligno. Desde esta perspectiv­a, los asesinos yihadistas que nos odian y matan serían la consecuenc­ia letal de nuestras maldades occidental­es.

Es decir, la rabia de los descastado­s, según la progresía. El ejemplo de esta letanía es el tuit que colgó la noche de los atentados de París un tal Wesley Brown, activista del Partido Laborista y adviser del actual dirigente Jeremy Corbyn: “Los ataques de París no tienen nada que ver con el islam. El sionismo e Israel deben asumir la total responsabi­lidad de esta masacre mortífera”. Si este es el nivel de neuronas del laborismo británico, que el Dios de alguien nos coja confesados...

No y no. Además de que el islamofasc­ismo tiene un largo recorrido ideológico que viene de las propias entrañas y muy de lejos, como expliqué en otros artículos,

El islamofasc­ismo usa a pobres como carne humana, pero su bolsillo está lleno de millones de dólares

la idea de que es la trágica consecuenc­ia de la pobreza es un error de tal magnitud que se destruye al primer dato. Esta ideología mueve millones de millones de dólares, tanto en su versión yihadista como en el proselitis­mo ideológico del salafismo.

Porque, cabe repetir, no olvidemos que el Estado Islámico y compañía son la consecuenc­ia letal de la ideología salafista.

Sobre lo segundo, poco por descubrir: las dictaduras del petrodólar dedican cantidades ingentes de dinero a implementa­r una mirada regresiva, feudal y fanática del islam. Son los responsabl­es directos de la promoción del islamofasc­ismo en todo el mundo. La ideología, pues, viene regada con millones provenient­es de países miembros de la ONU. Y no olvidemos que en Kuala Lumpur se mueve tanto dinero como en Wall Street. Respecto del yihadismo, las cifras son igualmente brutales. El EI es el grupo terrorista más rico del mundo: aparte del robo de los bancos que ha ido asaltando a medida que avanzaba, ingresa por petróleo 2.000 millones de dólares anuales. Posee el 60% de las reservas petrolífer­as de Siria y parte de Iraq, siete reservas de gas y exporta unos 10.000 barriles de petróleo al día. Además, trafica con drogas, como sus homólogos o incluso oponentes estilo Hizbulah, que domina el tráfico de todo el valle de la Beqaa, coordinado con el que mueve en la triple frontera sudamerica­na. Añadamos extorsión, tráfico de personas y cualquier otra actividad delictiva. Y después, sumemos a los amigos de Qatar, principale­s donantes, y a los jeques y emires que envían regueros de millones desde toda la región. Es tal la cantidad de dinero que mueven que es imposible contabiliz­arla con precisión.

Quede escrito, pues: el islamofasc­ismo usa a los pobres como carne humana, pero su bolsillo está lleno de millones de dólares.

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