Atrapados en el tiempo
Estamos en guerra”, exclamó François Hollande. Y Europa tembló. La contundencia del presidente francés apuntaba a un antes y un después de los atentados de París, como hubo un antes y un después de los perpetrados contra las Torres Gemelas de Nueva York el 11 de septiembre del 2001. Fecha que hoy tiene su enlace con el 13 de noviembre del 2015. También por eso, Hollande hizo suya la misma frase que catorce años antes utilizó Tony Blair para ilustrar a los británicos de que lo que ocurrió entonces no era sólo un ataque a Estados Unidos sino contra el conjunto del mundo civilizado. Francia no iba a ser menos con un enemigo que pasaba a serlo de todo el continente. El legado de su revolución, sumado a la fuerza de su ilustración, son la base sobre la que se asienta el sentimiento social europeo.
Por eso, además de un espíritu coincidente, hay frases textuales en ambos discursos a pesar del paso del tiempo aunque no de las circunstancias. Y si aquel terrorismo era factura de Al Qaeda, este lo es del autoproclamado Estado Islámico, ente tan oficialmente
Francia no iba a ser menos que Estados Unidos con un enemigo que pasaba a serlo de todo el continente
inexistente como cruel, tan virtual en su concepto como real en su acción. Ambas organizaciones viven sus propias cruzadas en sentido inverso a como George W. Bush tildó su reacción inmortalizada en la foto de las Azores, trío del que sólo uno de ellos, Aznar, ha evitado hasta hoy disculparse por participar activamente en una osadía convertida en simiente del conflicto actual. Lo hizo Blair hace poco aunque Bush hijo fue el primero. Su padre, que había ordenado detener las tropas norteamericanas a las puertas de Bagdad en 1991 ante una cierta incomprensión internacional pero llevado por la lógica después aceptada, ha ido mucho más allá en el libro Destino y poder, escrito tras largas conversaciones con el periodista Jon Meacham. Allí se explaya contra la excesiva influencia de Dick Cheney que, como Donald Rumsfeld, “sirvieron muy mal al presidente”, su hijo, a quien critica por la retórica empleada. “Palabras calientes que facilitan titulares pero que no resuelven el problema creado”.
Vemos, pues, como esta semana se han recuperado algunas de aquellas palabras con voluntad de mostrar cohesión, provocar impacto y marcar una determinada narración de la crisis que, sin menoscabar su importancia, alientan el pánico moral. Concepto que tiene por característica la preocupación por algo que se considera real o potencialmente una amenaza. Y aquí la tenemos, pendiendo sobre nuestro tiempo de ocio, sinónimo de bienestar y ejemplos de distracción: conciertos, terrazas, restaurantes, fútbol. Complemento al modelo económico castigado hace casi tres lustros en la hoy recuperada zona cero de Manhattan. Por ello, acusamos al islamismo de recrearse en conceptos medievales obviando que Occidente tampoco parece acertar en su respuesta.