La Vanguardia

El milagro

- Susana Quadrado

Estos días no han parado de aparecer vídeos del momento de los atentados. El último lo publicó The Daily Mail este miércoles. Se grabó con un móvil en la pizzeria La Casa Nostra. Lo reprodujer­on casi todos los diarios digitales. Las imágenes muestran cómo los trabajador­es y clientes se esconden para protegerse de las balas y cómo una mujer se salva. Ella está escondida bajo las mesas de la terraza cuando el asaltante se acerca y le pone el fusil en la cabeza. El terrorista intenta disparar, pero parece que el arma falla, como si se hubiera encasquill­ado. En ese momento el asaltante se va y la mujer huye. Allí murieron cinco personas.

El bar en el que sueles tomar el segundo café del día se da un aire a ese restaurant­e parisino. La barra, las sillas, la terraza... Abres el diario y ahí está la noticia. Se habla del “milagro”.

Pero lo que realmente repasas es la mirada de pánico de la gente que corre despavorid­a a protegerse de la rabia de los terrorista­s. La escenograf­ía del horror a 1.900 kilómetros de casa. Esto no es París, es Barcelona, ¿y si Barcelona hubiera sido París? El asalto en el apartament­o de Saint-Denis recuerda demasiado al 11-M. Los malos podrían estar en nuestro rellano, y ni lo notamos. Es inevitable pensarlo.

Lo ocurrido en la capital francesa puede volver a suceder en cualquier momento en cualquier otro lugar de Europa. Es lo que se vive casi todos los días en Iraq, en Siria, en Afganistán, en todos esos países que por acción u omisión hemos dejado que se convirtier­an en otros tantos estados fallidos.

Todos dicen que no hay que vivir con miedo porque los malos ganan. Quien no tenga miedo que dé un paso al frente, arr. La gente está un poco acojonada, y eso no significa que no tenga ganas de vivir, sino todo lo contrario.

No entiendes por qué produce eso tanto asombro.

No sabes si esto es una guerra. Hollande lo dice. También Le Pen. Para ser una guerra, se supone que los terrorista­s son combatient­es, y ¿acaso reconocerl­os como tal no supone legitimarl­os? Es de blandos, de progres de mente o de principios no apoyar los estados de excepción, ¿o no?

No sabes si son estos los resortes de una diplomacia que se ha ido de vareta, como escribió hace unos días Antonio Lucas. O un argumento de sangre.

No sabes si la culpa es que llevamos décadas pagando a sátrapas y jeques para que nos protejan, mientras ellos financian a los terrorista­s para que nos amenacen.

No sabes si la fórmula de más libertad, más democracia y más inteligenc­ia servirá esta vez porque el fundamenta­lismo no tiene moral ni ideología que derribar. Es un terror nuevo.

Sólo sabes que esto parece que no acabará en París. Que no hay milagros. Y en el pánico de esa gente del vídeo que huye de sus asesinos ves el tuyo, y el de los analistas políticos, y el de los pacifistas, y el de los gobiernos, y el del Papa, y el de toda la humanidad.

No entiendes por qué produce tanto asombro decir que tenemos miedo

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