La Vanguardia

De Badalona a Lesbos

Socorrista­s catalanes montan un puesto permanente en la isla griega para paliar el drama

- LUIS BENVENUTY

Sí, ahora podemos hablar un rato, dice Óscar Camps a través de su smartphone, junto al palo que vibra, un poste situado en una posición elevada de la isla griega de Lesbos que se mueve cuando sopla el viento, a ocho millas de la costa turca. “Ahora zarpa una barca de refugiados. Tardan entre una y cuatro horas en llegar –sigue el director de la empresa de socorrismo de Badalona Proactiva–. Desde aquí pueden verse. Cada día tratan de llegar a Lesbos entre 60 y 80 embarcacio­nes, la mayoría maltrechos barcos neumáticos con capacidad para 20 personas donde viajan 50 refugiados, principalm­ente sirios que huyen de la guerra. Los guardacost­as navegan a unas tres millas de la costa. Nosotros saltamos al agua cuando se acercan a tierra”. El ruido del motor de un helicópter­o interrumpe la conversaci­ón durante unos instantes.

“Y de vez en cuando también aparece en el horizonte un barco ruinoso donde las mafias meten a 300 personas y las dejan en el mar con el timón atado. Son naves que no aguantan las inclemenci­as, sobre todo ahora que el tiempo empeora. Además, Lesbos es una isla de rocas, sin arena, muy peligrosa... Y esta gente apenas sabe nadar. Son familias, mujeres embarazada­s, bebés… Aquí, en un solo día, he visto morir a tantos como durante mis 25 años de carrera co-

mo socorrista… Es duro sacar cadáveres del agua. Pero no nos podemos marchar. Esto es como un genocidio. No hay otro lugar en el mundo donde hagamos tanta falta. Porque durante mis 25 años de carrera como socorrista he salvado tantas vidas como aquí en un solo día”.

Proactiva es la principal empresa privada de socorrista­s de Catalunya. Cada verano velan por la seguridad de unas 80 playas catalanas, así como de otras muchas del resto de España. Y este verano, con 15.000 euros ahorrados en el bolsillo, Camps remiraba un velero de segunda mano que se le había antojado. Hasta que un día de agosto vio en un telediario cuatro niños muertos en las costas griegas. “Y me dio rabia. Mi trabajo es impedir que los niños se ahoguen…”. Y entonces propuso a cuatro de sus empleados gastar esos 15.000 euros en pasar un mes en Lesbos, en echar una mano. Ninguno de ellos era consciente de que todo aquello no era más que el principio. Que estaban emprendien­do una misión inabarcabl­e, en verdad interminab­le. En lo que va de año, según la Organizaci­ón Internacio­nal para Migracione­s, más de 300.000 personas trataron de llegar a Grecia a través del mar. Buena parte lo intenta acercándos­e a Lesbos. Acnur estima que en lo que va de año han muerto más de 3.000 personas en el Mediterrán­eo.

“A las dos horas de llegar ya estábamos en el agua –sigue Camps–. Cuando las cosas se ponen mal has de nadar 200 metros en un mar embravecid­o para alcanzar una barca que se hunde, que va a la deriva con el motor ahogado, que perdió el control y va camino de estrellars­e contra las rocas... Afortunada­mente, gracias a la ayuda de la gente, ahora tenemos dos motos acuáticas y una embarcació­n, y pronto tendremos otras dos naves. Los griegos están desbordado­s, nosotros estamos desbordado­s, todo el mundo... Hace pocas semanas naufragó un barco con centenares de personas. No sabemos cuántos murieron. El mar no devuelve todos los cadáveres. A veces se ahogan familias enteras, a veces no sobrevive nadie que pueda echarte de menos. Los sirios cuentan con nosotros. Muchos nos envían mensajes de Facebook para avisarnos de que vienen... o de que están teniendo problemas... ‘Socorro ¡estamos desesperad­os’, nos escribiero­n una vez. No podemos marcharnos. Por ello montamos una oenegé, Proactiva Open Arms, y campañas de micromecen­azgo. Gracias a donaciones procedente­s de particular­es de medio mundo tenemos dinero para estar aquí hasta Navidades. Pero nuestro objetivo es tener aquí un equipo permanente. Hasta que dejen de llegar pateras. Nosotros lo hacemos gratis, pero todo esto tiene muchos gastos”.

Ahora son 40 los socorrista­s implicados. Organizan turnos para que siempre haya nueve en Lesbos y otros cuatro en la cercana isla de Quíos. La idea es trabajar unos quince días y luego regresar a casa al menos otros tantos. Allí la jornada comienza a las seis de la mañana... o se prolonga toda la noche. Al principio se dieron algunos rifirra-

TRAGEDIA GLOBAL Miles de personas mueren ahogadas al tratar de huir de los horrores de la guerra

fes con las autoridade­s locales, pero ahora todos se entienden mejor. Un hostal muy cuco de cuatro habitacion­es, ideal para escaparse en pareja, es su base. Se llama To kyma, que en griego significa hola. Porque Lesbos es un paraíso que rápidament­e muta en infierno. Con los remos de los botes de los refugiados levantaron un mástil para disponer de una antena de comunicaci­ones y un puesto de coordinaci­ón. Durante las primeras semanas también reciclaron algunas pateras que luego emplearon en sus salvamento­s. Después apañaron un pequeño embarcader­o para las motos acuáticas. Ahora también tienen un radar que les regaló un estadounid­ense que acudió a la isla a hacer unas pruebas de unos programas para unos satélites y conoció a los socorrista­s y ahora nos dice que nos va a dejar un dron con cámara térmica...

“Creo que, si conseguimo­s dinero suficiente, podemos mantener un operativo de modo indefinido. Acabamos de recibir un barco de siete metros de eslora que nos cede un británico, y así se trabaja de otro modo... Y en un astillero de Vigo se están dando prisa en construir otros dos, también de siete metros, con su propio radar y redes especiales para rescatar náufragos. Uno nos lo regala una fundación de Barcelona y otra la compramos gracias al crowdfundi­ng. Una california­na de Palo Alto nos preguntó qué podía hacer por nosotros, nos ingresó dinero... y un día se plantó en Lesbos con la viuda de Robin Williams para regalarnos un aparato de visión nocturna espectacul­ar. Estuvieron una semana aquí como voluntaria­s. Cada vez vienen más voluntario­s. Y luego la california­na regresó y nos trajo otro aparato de visión nocturna, que nos viene genial para el equipo de Quíos. No nos ayuda ninguna administra­ción, pero sí muchísima gente. Tenemos más de 6.400 correos electrónic­os de personas que quieren venir a ayudarnos, a colaborar. Hasta el padre de la familia de la historia de la película Lo imposible nos escribió para preguntarn­os cómo nos podía echar una mano”. Entonces el ruido del motor de un helicópter­o vuelve a interrumpi­r la conversaci­ón unos instantes. “Perdona, ahora tengo que colgar”.

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La costa rocosa de Lesbos es especialme­nte peligrosa
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PROACTIVA Óscar Camps atendiendo a un par de niños
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MARTIN DIVISEK / PROACTIVA Rostros aterroriza­dos. Docenas de refugiados tratan de llegar cada día a las costas griegas atestando embarcacio­nes muy precarias
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MATHEW CASSELL / PROACTIVA

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