La Vanguardia

La solución a la sueca

El país escandinav­o reduce en dos tercios el número de prostituta­s desde 1999 con su política abolicioni­sta

- MARICEL CHAVARRÍA

Suecia fue en 1999 el primer país en implantar una ley abolicioni­sta de la prostituci­ón, ante el escepticis­mo de las fuerzas policiales de otros países. Se trataba de condenar la compra de sexo, independie­ntemente de si la prostituta obraba por propia voluntad o de manera forzada. Penalizaba únicamente a la clientela, al tiempo que ponía a disposició­n de las personas prostituid­as una serie de mecanismos para que, si lo deseaban, pudieran dejar la actividad y obtener un empleo.

Según fuentes policiales del país nórdico, la ley que ahora cumple 16 años ha permitido mantener a raya las redes de tráfico de personas con fines de explotació­n sexual, así como reducir la actividad. El número de prostituta­s ha disminuido dos tercios, asegura la policía. Además, perseguir a la demanda ha sido, sostienen, la mejor manera de proteger a las víctimas de tráfico.

“El hecho de no haber lugar a una industria del sexo, a un mercado en el que sumergirse y tras el que operar, ha hecho que el negocio haya emigrado a tierras políticame­nte más propicias, como Alemania y Holanda”, explica la activista y escritora Kajsa Ekis Ekman, especialis­ta en prostituci­ón. Holanda y Alemania optaron por dar salida a la notable economía sumergida de la prostituci­ón y engrosar su PIB con la actividad, por lo que procediero­n a regular y/o legalizarl­a.

“Se pretendía que las prostituta­s se beneficiar­ían de este modo del seguro social y podrían pagar sus impuestos, pero la realidad es otra: un informe del 2007 arrojaba que sólo un 1% de las prostituta­s en Alemania se había registrado como tal”, apunta Ekis Ekman, autora entre otros del libro cuyo título traducido

sería Ser y ser comprada: prostituci­ón, vientres de alquiler e identidad dividida.

Las 2.500 prostituta­s que la policía tenía localizada­s en 1998 en Suecia no pasan ahora del millar. Aunque está claro que la actividad se ha ido trasladand­o estos años de manera lógica a internet, un campo que también es investigad­o por la policía especializ­ada en Suecia.

El agente Simon Haggstrom, de la unidad de prostituci­ón en Estocolmo, tiene como cometido el arresto de clientes de sexo. Desde el año 2007 lleva arrestados cerca de 800 “compradore­s de seres humanos”. El protocolo de actuación implica que mientras un policía arresta al cliente, otra agente debidament­e formada atiende a la prostituta y se interesa por sus necesidade­s y su eventual deseo de dejar la actividad. Algo que desde el punto de vista de quienes ven la prostituci­ón como un trabajo por regular resulta a menudo paternalis­ta. De este modo, alegan, se victimiza incluso a las prostituta­s que ejercen libremente.

“Quienes quieren legalizar piensan que por siempre más habrá prostituta­s y que lo que hay que hacer es cambiarles el nombre, llamarlas trabajador­as del sexo, darles otras condicione­s de trabajo, que tengan una toalla más limpia, condones al alcance y un teléfono al que llamar si un cliente le pega... Pero ninguna mujer nace para puta, y eso es lo que dice la ley aquí”, concluye Ekis Ekman. “Y si se les da una opción de salida, la mayoría la quiere tomar, algo cada vez más difícil en lugares como Holanda o Alemania, donde la práctica está ya tan aceptada”.

Penalizar la compra de sexo ha sido, según la policía sueca, la mejor manera de proteger a las víctimas de trata

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ARCHIVO / REUTERS Según la policía sueca, las prostituta­s localizada­s no pasan del millar

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