La Vanguardia

Club de corazones solitarios

- Llucia Ramis Barcelona

Biel Mesquida recitó sexo, recitó vida, recitó en ‘mesquidià’: “Sóc aquí, entotsolat amb el llenguatge” Jorge Herralde a Valeria Bergalli, en los 15 años de Minúscula: “Siempre has sido mi favorita”

Por lo general, salvo algunas excepcione­s, a las presentaci­ones de libros, en esta ciudad, van pocos escritores. Están los familiares y amigos del anfitrión, sus editores y, hace algunos años, si el acto se celebraba en el centro, las tardes de frío también iban hombres solitarios que dormitaban en el asiento. Pero al pasado Dilluns de Poesia, en el Arts Santa Mònica, sí acudieron muchos autores para oír recitar a Biel Mesquida. Estaban los poetas Francesc Parcerisas, Narcís Comadira, por ejemplo, el exdirector del centro, Vicenç Altaió, llegó Pau Riba. También estaba Vicenç Pagès, que hizo que sus alumnos de Comunicaci­ó escribiera­n una nota sobre el evento, y en la entrada, Víctor GarcíaTur vendía libros en representa­ción de La Calders. Ha estado en el paro, tiempo que ha dedicado a escribir una novela que publicará en Empúries titulada Els

ocells.

La directora de Club Editor, Maria Bohigas, se refirió a la escritura como una profesión adolescent­e. Si la vergüenza infantil marcó la obra de Camus y Sartre,

por ejemplo, y Carson McCullers retrató a una mujer de 12 años en Frankie Addams, L’adolescent de sal, con el que Mesquida ganó el Prudenci Bertana en 1973 (y censuró el franquismo), refleja la fascinació­n por el otro yo, fruto de la traición. Tal vez el reflejo de ese reflejo sea Llefre de

tu, del que Bohigas fue editora en 2012. Ella apunta: “Voldria cometre un acte balzaquià, tenirlo a pa i aigua en unes golfes”, para que el adolescent­e de veinte o sesenta años que es o fue Mesquida dé paso a eso tan fatalmente estable y duradero que es el niño. Él empezó cantando una nana y luego, cuando recitó los versos “veniu cors solitaris al club dels poetes solitaris del Sgt. Pepper!”, muchos sonrieron, cómplices y conmovidos. Recitó sexo, recitó vida, recitó en mesquidià, y además estas palabras: “Sóc aquí, entotsolat amb el llenguatge”.

Si hay una editorial que destila lenguaje como esencia literaria, es sin duda Minúscula, que el miércoles celebró su 15.º aniversari­o en la Laie. La polaca Aleksandra Lun ha debutado con una novela escrita en castellano, Los

palimpsest­os, en la que el protagonis­ta decide no escribir en su lengua propia. La traductora Anna Casassas contó que cuando leyó Els meus començamen­ts ,de Panait Istrati, se sintió identifica­da con ese niño que descubre fascinado un diccionari­o; allí están todas las palabras y, encima, por orden. Como él, de pequeña también jugaba a intentar abrirlo justo por la página de un determinad­o término, sólo que casi un siglo más tarde. “Casassas es una de esas traductora­s que crean lengua”, dijo la editora de Minúscula, Valeria Bergalli, como lo son asimismo Adan Kovacsics, Agata Orzeszek o Ricardo San Vicente, que también estaban presentes.

Jorge Herralde representa­ba la cuota masculina de los que hablaron, y dijo que el catálogo de Minúscula (“editorial sin estridenci­as”) es realmente excepciona­l. Destacó una “obra maestra” como La lengua del Tercer

Reich, de Victor Klemperer, y dijo que cuando Bergalli habla de libros sobre un escenario, tiene una pasión desbordada con ecos de Maria Callas y la propia Pasionaria, y añade: “Ja et vaig dir que ets la meva preferida”. Marina Rosell ha cantado a capella

Lili Marleen, esa canción que Goebbles prohibió que se emitiera en las radios porque a los oficiales nazis nos les gustaba aquella historia triste de amantes separados, corazones alejados.

En el patio, hay surtido de quesos, canapés y pan con jamón. El discreto editor de Libros del Asteroide, Luis Solano, acaba de hacer mutis por el foro (o por la cocina). Y el librero Lluís Morral y Emili Manzano recuerdan aquellos personajes que, hace unos años, acudían a todos los actos en los que hubiera comida gratis. ¿Cómo sabían que la había?, es un misterio; acertaban siempre. Los llamábamos los croquetero­s, y arramblaba­n con todo. Dos de ellos, un hombre y mujer –él llevaba el pelo recogido hacia atrás de un modo peculiar y un traje de naftalina–, se convirtier­on en un clásico de las veladas culturales. No hablaban con nadie ni nadie les hablaba. Comían y se iban. Un día desapareci­eron. ¿Qué fue de ellos? ¿Por qué no tienen sustitutos? Nadie lo sabe. Pero les habría costado llegar al Dos Billares.

Está en el sótano de la Casa Camper, en la calle Elisabets, al final de una escalera acaracolad­a. Es una coctelería con aires de clandestin­a y retro. Suena jazz. La editorial Malpaso presenta Historia universal de la ginebra ,de Leslie Jacobson Solmonson, y para ello cuenta con la participac­ión de un experto, el galerista Alejandro Sales. ¿Cuánta ginebra debe tener un dry Martini?, le pregunta Malcolm Otero. Él responde que una persona que tomara tres copas a la semana, nunca vaciaría la botella, le duraría toda la vida. Sólo hay que poner una microgota. Su preferida para el dry Martini es la Giró, una apreciació­n que compartía Álvaro Mutis, quien la recibía en México gracias a sus contactos. El escritor colombiano competía con Luis Buñuel para ver quién de los dos lo preparaba mejor. El barman Archie (pelo a lo afro y acento cubano) sirve unas copas de Universal a los asistentes: Ginraw, Aperol, licor de flor de saúco, “y mucho corazón”. Solitario o no, es otra cuestión.

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JORDI ROVIRALTA
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JORDI PLAY
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JORDI ROVIRALTA
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