Solo ante el peligro, pero fiel a sí mismo
Benítez siempre ha sido una apuesta personal de Florentino Pérez, convencido por su círculo cercano de que había que defenestrar a Ancelotti porque el equipo se le había ido de las manos, lastrado por unos preparadores físicos incompetentes. Salvo el del presidente, desde el primer día Benítez recibió la desconfianza de todos. De la afición, porque nunca le tuvo por un madridista al recordar que se las tuvo tiesas con ellos cuando vino con el Valencia y el Liverpool (los dos equipos de su alma); con los jugadores, porque siempre le han visto como un entrenador puntilloso, obsesionado con la táctica, más predispuesto a tratarles como niños de escuela que como a cracks de este negocio, con una tendencia irrefrenable por guardar la portería antes que por marcar goles a toda costa, algo que se da de bofetadas con la historia de un equipo que ha hecho de la épica su razón de ser; de la crítica, porque después del vinagre de Mourinho y la socarronería de Ancelotti asistir a una rueda de prensa de Benítez es garantía de bostezos. Así las cosas, y con una sola derrota a cuestas, el clásico tiene ya el aroma de un plebiscito sobre el entrenador. No es que su puesto se vea comprometido, pero una fuerte derrota con una pésima imagen podría ser muy bien la antesala del fin. Con el Barça a seis puntos, la primera pregunta en la sala de prensa sería: ¿Se ve con fuerzas para sacar esto adelante? Demasiada gente le está esperando para leerle la cartilla. Benítez se defiende con números: que si demasiadas lesiones, que si hemos marcado más goles que nadie... A estas alturas, más allá del debate de si el equipo es más ofensivo que defensivo, lo único en que están todos de acuerdo es que el juego del Madrid es un tostón. Y lo peor es que si al final Florentino se decidiera por echar a Benítez antes de tiempo la principal acusación, acaso la única , contra Benítez sería la de haber sido fiel a sí mismo. Demasiado Benítez.