La Vanguardia

‘Messi’ no lo podrá ver

Los niños refugiados por la violencia de Boko Haram sueñan con el clásico aunque no hay televisión en el mayor campamento del lago Chad

- XAVIER ALDEKOA Baga Sola (Chad). Correspons­al

Daniel Jacob no pierde de vista el balón. El esférico, de cuero tintado de amarillo, rebota en la arena y se pierde entre una maraña de piernas, pies descalzos y gritos. Daniel persigue la pelota, empuja y se hace sitio como si estuviera jugando la final de la Champions. Con esa pasión, sin medida ni contención, de cualquier chaval de 12 años. A él le da igual que haya un chico blanco mirando desde la banda, él sólo quiere marcar. Aprovecha que la mitad del equipo rival está desconcent­rado con el extranjero, coge la pelota y suelta un zapatazo descomunal. Celebra el gol con tanta rabia que el peto de color rojo se le queda enganchado en el cuello, como si fuera una capa corta de Superman, y deja descubiert­a una camiseta sucia y rota del Real Madrid. Como lleva el dorsal 7 en la espalda y el nombre de Cristiano Ronaldo impreso, aplaudo su golazo. “Well done, Cristiano!”, le digo. Se gira, me mira serio y niega con el dedo. “I am Messi”, grita.

Hace diez meses, Daniel se perdió la derrota que lo cambió todo. El 3 de enero, apenas un día antes de que el Barça patinara en Anoeta y los culés empezaran a acumular éxitos, su vida cambió para siempre. A las cuatro de la mañana, le despertaro­n los tiros y se puso a correr. Aquella madrugada, hombres armados de la banda yihadista Boko Haram atacaron de forma despiadada cinco aldeas en el noreste de Nigeria. Su aldea, Baga, fue arrasada, 2.000 personas fueron asesinadas y 14.000 nigerianos cruzaron en desbandada el lago Chad para refugiarse de los fundamenta­listas. Daniel y su familia tardaron 12 días en alcanzar la otra orilla, ocultándos­e. Semanas después, ya en territorio chadiano, se instalaron en Dar es Salaam, un campamento de refugiados a las afueras de Baga Sola que ahora alberga a casi 8.000 nigerianos. Desde el primer día allí, Daniel soñó con volver a jugar. “Me gusta mucho jugar a fútbol, si no juego me aburro, me gusta el deporte, me gusta estar moviéndome todo el tiempo y me gustaría ser futbolista”, explica.

Cada tarde de lunes a viernes, Unicef organiza tres partidos simultáneo­s separados por edades. No se trata sólo de que los chavales hagan deporte, también es una forma de cerrar heridas. Mientras acaba de chocar las manos de mil niños, Idriss Dezeh, coordinado­r del campo de la organizaci­ón para la infancia, explica el drama por el que han pasado. “Casi todos han visto como mataban a alguno de sus padres, familiares o vecinos; han perdido sus casas y han visto peligrar su vida. El trauma es enorme”, subraya. Para Dezeh, no existe una terapia más efectiva que el fútbol. “No te imaginas la de cosas que cambiaron cuando empezamos los partidos. Niños que no habían abierto la boca empezaban a hablar con sus compañeros, a disfrutar y a reír. Es casi mágico, el fútbol tiene la capacidad de hacer olvidar las malas experienci­as; para muchos de ellos es el mejor momento del día”.

Omar Moussa, de 10 años, también sonríe cuando patea un balón pero va a lo suyo. Lleva la camiseta blaugrana, un gorro verde en la cabeza, y juega con otro niño de su edad, pero no participa del partidillo. Cada chaval tiene su tiempo. Para Hango Djanebrang, psicólogo de Médicos Sin Fronteras, los problemas mentales más comunes son la depresión, la ansiedad y el estrés post traumático. También la tristeza por la incertidum­bre. “La mayoría huyeron en desbandada y no saben nada de sus familias. Hay niños que han llegado solos o que no saben nada de sus hermanos”, explica.

La pasión por el fútbol es una válvula de escape general. Prácticame­nte todos saben que hoy el Madrid y el Barça se enfrentan en el Bernabeu. Alguno incluso pregunta si Messi habrá superado la lesión y finalmente jugará. El optimismo africano, que nace del deseo y es transparen­te, se desata sin freno cuando pido un pronóstico para el clásico. Todos apuestan por goleadas imposibles y victorias históricas de su equipo.

El deporte es una salida también para los más mayores. Omar Alhadji, de 21 años, dice que lo que más le gusta de su nueva vida en el campamento es la escuela y el fútbol. Dice que los partidos le ayudan a olvidar y amaga con explicar su historia pero algo le remueve por dentro y le sale sólo un susurro. “Boko Haram nos vino a cazar, sólo eso”, murmura. Es admirador de Ronaldo y apuesta por un 4-0 con póquer de goles del portugués, pero dice que no lo podrá ver. En Dar es Salaam nadie tiene televisión y no hay electricid­ad, así que tendrán que enterarse más tarde. “Pero en Baga Sola la gente nos enseña los vídeos de los goles en los móviles”, dice.

Daniel, el Messi con la camiseta merengue del inicio de esta crónica, saca la cabeza y dice que él sí que lo verá. Que caminará hasta el pueblo para verlo en un bar o alguna tienda. Los demás niños lanzan un grito de sorpresa. Desde el campamento hasta Baga Sola hay 12 kilómetros de caminos de arena y bosque poco aconsejabl­es. Hace poco, el gobierno chadiano decretó el estado de emergencia, algo que no ocurría en 15 años en el país, por la amenaza yihadista. Y aunque la zona está trufada de militares, Boko Haram se ha infiltrado en el país y envía niñas bomba para que se inmolen en la zona. Daniel sabe todo eso. Todos conocen los tres ataques suicidas que hace poco más de un mes mataron a 47 personas en el mercado de Baga Sola y un campo de desplazado­s de las afueras. Pero el Messi del lago Chad jura que el miedo no le detendrá. “Yo voy ir igual”, dice.

Un monitor intercede, le recuerda que el gobierno ha impuesto un toque de queda y le podrían detener por salir del campamento. El aviso hace torcer el gesto de Daniel, pero se revuelve. “Buscaremos una radio”, dice. Cuando el sol empieza a alargar las sombras y teñir la escena de naranja, es hora de marcharse. Antes de irme, le pregunto a Daniel por qué quiere ser Messi si lleva la camiseta del madridista Ronaldo. “Llevo esto —y se agarra la camiseta con dos dedos— porque no tengo otra, pero me da igual. Yo soy del Barcelona”.

UN ‘LEO’ VESTIDO DE BLANCO ¿Por qué quieres ser Messi y llevas la camiseta de Cristiano? “Porque no tengo otra”

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