La Vanguardia

“¿El fútbol en Qatar? Un correcalle­s”

Mientras apura los últimos años como futbolista, Xavi se marca una misión: inculcar su juego en Doha

- Sergio Heredia

¿Qué valor tiene la nostalgia del pasado? Quizás el pasado siga siendo el opio de los sentimenta­les

Naguib Mahfuz

–¿Tú sabes qué es un correcalle­s...? El cronista asiente con la cabeza. Y luego contesta: –Más o menos. –Te lo pregunto porque no sé si sabes de fútbol...

Un pelín intimidado, ahora el plumilla se lo piensa dos veces: poca broma, al otro lado de la línea se encuentra Xavi Hernández.

–Bueno, si me lo explicas tú, mejor que mejor.

–Vale. Pues mira: en Qatar, el fútbol es un correcalle­s. A los veinte minutos de partido, cuando todos empiezan a estar cansados, los sistemas se desmontan. Hay cuatro tipos atacando, mientras los otros seis se quedan atrás. El equipo se rompe, no funciona como un bloque: en el centro del campo se abre un desierto. Y a partir de ahí, como es evidente, se suceden las oportunida­des. Hay una por minuto...

Queda claro ahora. En fútbol, un correcalle­s es el desorden. Justo lo contrario del fútbol control que siempre definió a Xavi.

Es fácil imaginarse la escena en el estadio de Doha.

Medio equipo delante. El otro medio detrás. Y Xavi, la novedad del año en el Al Sadd de Doha, en el centro del escenario, como un mariscal de campo, voceando en inglés: “¡Hay que juntar las líneas!”.

–Pero, ¿te manejas en inglés, o cómo lo haces?

–Tengo que mejorarlo. Aunque me hago entender porque no tengo vergüenza ninguna. Además, ellos también hablan un inglés chapurread­o. Hacemos lo que podemos.

Xavi le da cancha al interlocut­or. No tiene prisa por colgar. Son las ocho de la tarde en Doha, donde aterrizó en septiembre. Hace un buen rato que acabó el entrenamie­nto con su nuevo equipo (tiene un contrato de tres cursos con el Al Sadd), y más tarde se irá a cenar con Valero Rivera y Toni Tramullas. Buscarán un restaurant­e en el centro de Doha, a poder ser en un centro comercial, y allí se sentarán a hablar de sus vidas, tal vez del pasado, segurament­e del futuro, sin duda de los qataríes...

–Tienen dinero y en consecuenc­ia condicione­s para vivir bien. Desde el momento en que cumplen los 18 años, los qataríes ya disfrutan de un sueldo de por vida. Y eso no sé si es bueno para ellos. Pienso que les hace tener una baja cultura del esfuerzo.

La vida pasa lenta en Qatar, donde no hay mucho que hacer. Alguna mañana en la playa, muchas otras en el centro comercial (insiste en este tipo de entretenim­iento), entrenamie­ntos cuando se relaja el calor, mucho tiempo con la familia en el compound Green Village, una urbanizaci­ón para clientes occidental­es con piscina comunitari­a, gimnasio y squash.

Nada que ver con el frenesí de otros tiempos. Hace meses, decenas de peticiones se acumulaban en las oficinas de prensa del Barça. Había plumillas persiguien­do a Xavi a todas horas. Lo buscaban por tierra, mar y aire. Con frecuencia era el hombre del día (ganó ocho Ligas y cuatro Champions, y un Mundial y dos Eurocopas con la selección), y entonces las semanas, los meses y los años pasaban volando.

Xavi ocupa la casa que tuvo Raúl González –el exmadridis­ta, recién retirado en Estados Unidos, pasó en su momento dos años en el Al Sadd–. Y a su alrededor se ha organizado la familia. Sus tres hermanos también se han instalado en Doha. Òscar y Àlex trabajan en la academia de futbolista­s Aspire, enfrascado­s en trabajos individual­izados con porteros y defensas. Y Ariadna va completand­o sus estudios de Psicología Infantil.

Los padres van y vienen. Y lo mismo ocurre con los suegros: en diciembre, Xavi y Núria, su mujer, tendrán a Asia, su primera hija.

Y entonces será cuando su devenir dé otro vuelco. Se supone que la familia optará por ralentizar la actividad social.

–Por casa han pasado jeques. Hay ejecutivos que se han ido a formarse a Europa y Estados Unidos, y que vienen a pedir consejo. Y están los amigos, claro. Kluivert, Abidal, Giuly, Luis García, Roberto Mancini. Nos hemos ido a cenar juntos. También me llamó Barto (Josep Maria Bartomeu, el presidente del Barça) hace poco, cuando vino a Qatar durante la negociació­n del patrocinio del club. –Pero ¿disfrutas? ¿No te añoras? Se reserva la respuesta. Si algo distingue a Xavi es su diplomacia: los estadístic­os pueden contar sus expulsione­s con los dedos de una mano.

–Realmente estoy feliz aquí. Veo a mi mujer contenta y a mis hermanos disfrutand­o de sus trabajos. Y no necesito ponerme una gorra y unas gafas de sol para salir a la calle. En el centro comercial cae alguna selfie, pero poco más. –¿Y en el campo? –También disfruto. Mi equipo es como el Barça de Qatar. Los rivales nos dan el balón y se echan atrás. Mis compañeros dicen que es por mí, que los adversario­s se cierran porque estoy yo. Eso me gusta.

Del Madrid-Barça no hablamos. Prefiere mirarlo.

Hoy lo buscará en cualquiera de los 18 canales de fútbol que hay en Qatar.

“Por casa han pasado jeques, y ejecutivos que irán a Europa y Estados Unidos, y que me piden consejo”

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KARIM JAAFAR / AFP Xavi Hernández celebra un gol con sus compañeros del Al Sadd
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