“¿El fútbol en Qatar? Un correcalles”
Mientras apura los últimos años como futbolista, Xavi se marca una misión: inculcar su juego en Doha
¿Qué valor tiene la nostalgia del pasado? Quizás el pasado siga siendo el opio de los sentimentales
Naguib Mahfuz
–¿Tú sabes qué es un correcalles...? El cronista asiente con la cabeza. Y luego contesta: –Más o menos. –Te lo pregunto porque no sé si sabes de fútbol...
Un pelín intimidado, ahora el plumilla se lo piensa dos veces: poca broma, al otro lado de la línea se encuentra Xavi Hernández.
–Bueno, si me lo explicas tú, mejor que mejor.
–Vale. Pues mira: en Qatar, el fútbol es un correcalles. A los veinte minutos de partido, cuando todos empiezan a estar cansados, los sistemas se desmontan. Hay cuatro tipos atacando, mientras los otros seis se quedan atrás. El equipo se rompe, no funciona como un bloque: en el centro del campo se abre un desierto. Y a partir de ahí, como es evidente, se suceden las oportunidades. Hay una por minuto...
Queda claro ahora. En fútbol, un correcalles es el desorden. Justo lo contrario del fútbol control que siempre definió a Xavi.
Es fácil imaginarse la escena en el estadio de Doha.
Medio equipo delante. El otro medio detrás. Y Xavi, la novedad del año en el Al Sadd de Doha, en el centro del escenario, como un mariscal de campo, voceando en inglés: “¡Hay que juntar las líneas!”.
–Pero, ¿te manejas en inglés, o cómo lo haces?
–Tengo que mejorarlo. Aunque me hago entender porque no tengo vergüenza ninguna. Además, ellos también hablan un inglés chapurreado. Hacemos lo que podemos.
Xavi le da cancha al interlocutor. No tiene prisa por colgar. Son las ocho de la tarde en Doha, donde aterrizó en septiembre. Hace un buen rato que acabó el entrenamiento con su nuevo equipo (tiene un contrato de tres cursos con el Al Sadd), y más tarde se irá a cenar con Valero Rivera y Toni Tramullas. Buscarán un restaurante en el centro de Doha, a poder ser en un centro comercial, y allí se sentarán a hablar de sus vidas, tal vez del pasado, seguramente del futuro, sin duda de los qataríes...
–Tienen dinero y en consecuencia condiciones para vivir bien. Desde el momento en que cumplen los 18 años, los qataríes ya disfrutan de un sueldo de por vida. Y eso no sé si es bueno para ellos. Pienso que les hace tener una baja cultura del esfuerzo.
La vida pasa lenta en Qatar, donde no hay mucho que hacer. Alguna mañana en la playa, muchas otras en el centro comercial (insiste en este tipo de entretenimiento), entrenamientos cuando se relaja el calor, mucho tiempo con la familia en el compound Green Village, una urbanización para clientes occidentales con piscina comunitaria, gimnasio y squash.
Nada que ver con el frenesí de otros tiempos. Hace meses, decenas de peticiones se acumulaban en las oficinas de prensa del Barça. Había plumillas persiguiendo a Xavi a todas horas. Lo buscaban por tierra, mar y aire. Con frecuencia era el hombre del día (ganó ocho Ligas y cuatro Champions, y un Mundial y dos Eurocopas con la selección), y entonces las semanas, los meses y los años pasaban volando.
Xavi ocupa la casa que tuvo Raúl González –el exmadridista, recién retirado en Estados Unidos, pasó en su momento dos años en el Al Sadd–. Y a su alrededor se ha organizado la familia. Sus tres hermanos también se han instalado en Doha. Òscar y Àlex trabajan en la academia de futbolistas Aspire, enfrascados en trabajos individualizados con porteros y defensas. Y Ariadna va completando sus estudios de Psicología Infantil.
Los padres van y vienen. Y lo mismo ocurre con los suegros: en diciembre, Xavi y Núria, su mujer, tendrán a Asia, su primera hija.
Y entonces será cuando su devenir dé otro vuelco. Se supone que la familia optará por ralentizar la actividad social.
–Por casa han pasado jeques. Hay ejecutivos que se han ido a formarse a Europa y Estados Unidos, y que vienen a pedir consejo. Y están los amigos, claro. Kluivert, Abidal, Giuly, Luis García, Roberto Mancini. Nos hemos ido a cenar juntos. También me llamó Barto (Josep Maria Bartomeu, el presidente del Barça) hace poco, cuando vino a Qatar durante la negociación del patrocinio del club. –Pero ¿disfrutas? ¿No te añoras? Se reserva la respuesta. Si algo distingue a Xavi es su diplomacia: los estadísticos pueden contar sus expulsiones con los dedos de una mano.
–Realmente estoy feliz aquí. Veo a mi mujer contenta y a mis hermanos disfrutando de sus trabajos. Y no necesito ponerme una gorra y unas gafas de sol para salir a la calle. En el centro comercial cae alguna selfie, pero poco más. –¿Y en el campo? –También disfruto. Mi equipo es como el Barça de Qatar. Los rivales nos dan el balón y se echan atrás. Mis compañeros dicen que es por mí, que los adversarios se cierran porque estoy yo. Eso me gusta.
Del Madrid-Barça no hablamos. Prefiere mirarlo.
Hoy lo buscará en cualquiera de los 18 canales de fútbol que hay en Qatar.
“Por casa han pasado jeques, y ejecutivos que irán a Europa y Estados Unidos, y que me piden consejo”