Dos mundos, una carrera
El primer y el último ganador de la clásica catalana muestran dos formas de entender y vivir el atletismo
Entre la victoria de Rossend Calvet un lejano 1 de febrero de 1920 sobre el circuito en que se disputó la primera Jean Bouin, entre Esplugues de Llobregat y el Arc del Triomf, con un tiempo oficial de 34m10s1/5, y la del eritreo Tsegay Tuemay del 23 de noviembre del año pasado, en la disputa de la 91.ª edición de la carrera, con nuevo récord sobre el circuito de 9.900 m de Montjuïc (29m17s), no sólo dista casi un siglo, sino generaciones de atletas y una sucesión de métodos de entrenamiento y material deportivo que han transformado el atletismo en una progresión imparable.
Calvet forma parte de esa primera generación de atletas catalanes y españoles que afrontaron el deporte con el rigor que exigía su creciente interés, tanto para los practicantes que alentaron el nacimiento de la Federación Catalana como para un público ávido de una práctica que tras el fútbol, empezó a despertar tanto interés como el ciclismo o el boxeo. En tanto que el eritreo es uno de esos productos que técnicos europeos y equipos de las primeras marcas comerciales sacan cada año de los altiplanos de África oriental.
Promotor activo de esa primera Jean Bouin que él mismo conquistó desde las páginas del diario deportivo El Sport, Calvet vivió el atletismo con la pasión con la que los fondistas de su generación debatían el duelo entre la escuela francesa, heredera la educación física militar y de los métodos de entrenamiento natural sintetizados por el belga de Georges Hébert en la obra “L’éducation physique ou l’entraînement complet par la méthode naturelle” (1912), y la floreciente escuela finlandesa, cuyos nuevos métodos de entrenamiento, seriados y con el apoyo de pesas y vehículos, revolucionaron las pruebas de fondo.
Hannes Kolehmainen, siguiendo las instrucciones de entrenamiento de su hermano William desde Nuetambién va York, se convirtió en un referente al ganar en los Juegos de Estocolmo de 1912 los oros de 5.000 m, 10.000 m, cross individual y cross por equipo. Memorable en la época fue su duelo con el propio Jean Bouin en los 5.000 m, donde ambos se disputaron la victoria hasta los últimos metros en tiempo de récord del mundo, con triunfo del finlandés. De la generación de Calvet, el finlandés Paavo Nurmi ganó con el mismo método de entrenamiento las pruebas de fondo de Amberes 1920, París 1924 y Amsterdam 1928 y sumó 22 récords del mundo. Y no pudo competir en Los Ángeles 1934 acusado de profesionalismo. Con estos referentes, Calvet fue uno de los primeros atletas catalanes que se entrenaron cronómetro en mano y mantuvo una regularidad en su preparación, alternando las acumulaciones de trabajo y diferenciando sesiones de fondo con sesiones de ritmo específico. Fue también uno de esos primeros fondistas que, atentos a las recomendaciones de atletas y entrenadores internacionales, pudo permitirse correr con zapatillas de cuero a medida, si bien esa primera Jean Bouin la disputó con alpargatas y calcetines de lana, como era habitual en la época.
En 1914, la Revista Stadium lanzaba ya las primeras recomendaciones sobre el equipamiento necesario para un corredor: doble calcetín de lana sin costura, jersey de manga corta o sin mangas de lana fina o algodón, pantalón amplio sin aberturas y goma de sujeción, calzado de cuero hecho a medida que hay que engrasar tras cada competición o, en su defecto, alpargatas, preferentemente valencianas, sin cintas. De sistematizar los métodos de entrenamiento se encargó la Joventut Republicana de Lleida en su manual de 1921 L’entrenament per l’atletisme. Regles i consells per a practicar l’atletisme donats pels
EL INICIO DE LAS SERIES El triunfo de Kolehmainen sobre Bouin en Estocolmo 1912 supuso la victoria de la escuela finlandesa
LA CLAVE BIOLÓGICA El dominio africano evidencia el éxito de la selección de fondistas formados en altura
principals campions del món. Con su propio método, que más adelante desarrolló como entrenador, Calvet consiguió proclamarse campeón de Catalunya de 800 m, de 1.500 m y de 5.000 m, además de atesorar el récord catalán de 3.000 m. El éxito de Tuemay en una prueba y sobre un circuito desconocido parte de un riguroso sistema de entrenamientos, una exigente selección y unas condiciones físicas óptimas para el fondismo al haber crecido y formado como atleta en altura. Eso, junto a una exigente dieta y una equipación tecnológica, lo llevó a ganar en Barcelona con 18 años su segunda prueba internacional y lo catapultó al escaparate de la Diamond League.