La Vanguardia

La delgada línea roja

La sanción a Marta Domínguez, irrecurrib­le, cierra un proceso de nueve años

- SERGIO HEREDIA Barcelona

Tres años después de que estallara la operación Puerto, la red de dopaje que lideraba Eufemiano Fuentes y que había implicado a futbolista­s, atletas, ciclistas y tenistas (al final, sólo 58 ciclistas fueron considerad­os clientes), Marta Domínguez (40) mantenía en Madrid una conversaci­ón con este cronista.

En un momento de la charla, se le lanzó una pregunta: “Y tú, Marta, ¿qué opinas del dopaje y de la operación Puerto?”.

Y la respuesta de Domínguez, que tres meses antes se había adjudicado el oro en los 3.000 m obstáculos de los Mundiales de Berlín (título que el Tribunal de Arbitraje Deportivo, el TAS, le retiró el jueves, en una decisión que no admite recurso), no pudo haber sido más evasiva: “El problema está en que no queda claro dónde se encuentra la frontera entre qué es dopaje y qué no lo es”. Fin de la conversaci­ón. Y apertura de un abanico de conjeturas.

En el imaginario deportivo, algunos siguen preguntánd­ose dónde se encuentra la delgada línea roja, esa marca que separa la honestidad de la trampa.

Hay corrientes de pensamient­o que defienden la autotransf­usión sanguínea (una fórmula de dopaje sólo detectable a través del pasaporte biológico, precisamen­te el argumento que ha utilizado el TAS para desacredit­ar a Domínguez): insisten en que ha sido el propio atleta, a través de su esfuerzo –por ejemplo, sometiéndo­se a duros entrenamie­ntos en altitud–, quien ha creado ese excedente de oxígeno. Que es lícito que se le permita extraerse una cantidad considerab­le de esa sangre hiperventi­lada (un litro), que la congele en una nevera a -80ºC (tras el pertinente centrifuga­do para separar los glóbulos rojos) y que se la suministre días antes de la gran competició­n.

Lo que pasa es que la transfusió­n sanguínea entraña unos peligros más que considerab­les. De entrada, la posibilida­d de contraer infeccione­s como la hepatitis viral o el sida. O el riesgo de provocar daños importante­s en los riñones. O un shock metabólico. Un exceso de glóbulos rojos puede espesar la sangre y desembocar en un paro cardiaco. Manipular bolsas de sangre puede conducir a equívocos, de manera que un deportista se suministre sangre de la bolsa equivocada: si los grupos son incompatib­les, el resultado puede ser mortal.

Y luego está el factor ético: ¿podemos considerar que la transfusió­n sanguínea respeta los principios básicos del deporte?

La conversaci­ón entre Domínguez y La Vanguardia se desarrolló en el lapso que separaba a aquella operación Puerto de la operación Galgo, un proceso que estallaría un año más tarde, a finales del 2010 (y que, este sí, se llevaría a Domínguez por delante). Sin embargo, en los mentideros atléticos ya hacía un tiempo que rondaba el apellido de Domínguez: se comentaba que Urco, el nombre en clave que aparecía en los archivos de Fuentes, era el nombre del perro de Domínguez. Y se recordaba que el 602xxxxxx, el número de teléfono asociado a Urco, era precisamen­te el número de móvil de la ahora exatleta y exsenadora popular.

Nueve años han corrido desde el inicio de la operación Puerto...

RESPUESTA CON EVASIVAS “No está clara la frontera entre qué es dopaje y qué no lo es”, decía Domínguez en el 2009

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