La fábrica de ‘start-up’
“Catalunya se ha convertido en una verdadera fábrica de start-up”, me comentaba un consultor hace pocos días y me recitaba una retahíla de entidades e instituciones que se preocupan de que la innovación individual prospere. Pero, a pesar de ello, se mostraba inquieto y preocupado. El consultor en cuestión es una persona con mucha experiencia práctica y académica a sus espaldas –da clases en Boston, entre otras universidades– y me aseguraba que, a pesar de todo lo que se hace, en Catalunya sigue habiendo un talento enorme que está desaprovechado. Me decía que hay una confusión inicial muy grande entre el concepto de emprendedor, autoempleado y autónomo. El emprendedor, explicaba, es una persona que crea una empresa, la hace crecer y luego la vende. No le gusta gestionar, le gusta crear algo nuevo. Lo lleva en su ADN. El autónomo y el autoempleado son cuestiones muy diferentes, producto de situaciones específicas. Decía que en Catalunya hay buenos emprendedores. Hemos sabido cómo despertar talentos, pero luego somos incapaces de hacer algo tan importante como ayudarles a que tengan continuidad. Y es que, en el fondo, se olvida que cristalizar la idea es una cuestión necesaria pero no suficiente para crear empleo. “Lo único que crea empleo es el crecimiento. Y no parece que aquí lo queramos ver”, proseguía. Y, otra cosa, el emprendedor puede estar fuera pero también dentro de una empresa. El que está dentro es un motor de innovación y nuevas ideas, pero aquí, “los directores generales siguen siendo buenos gerentes pero muy malos estimuladores”, concluía. Y eso no es bueno.