La Vanguardia

La historia más triste

- MARIÁNGEL ALCÁZAR

La historia de las mujeres de la familia real española no es una historia feliz. Durante siglos fueron utilizadas como moneda de cambio y sus matrimonio­s no fueron más que intercambi­os para lograr alianzas políticas. Sus padres, hermanos e incluso hijos fueron, en muchas ocasiones, sus carceleros. Las dos primeras infantas a las que, al menos, se les permitió casarse enamoradas fueron María de las Mercedes y María Teresa de Borbón y Habsburgo-Lorena, hermanas de Alfonso XIII, protagonis­tas, sin embargo, de la historia más trágica ya que ambas murieron, a los 24 y 29 años, respectiva­mente por las secuelas de sus últimos partos.

La corta existencia de esas dos mujeres es la base sobre la que gira la crónica del tiempo en el que vivieron y el argumento del libro Las hijas de Alfonso XII (La Esfera de los Libros) escrito, de forma tan apasionada como meticulosa por la periodista Almudena Martínez-Fornés, correspons­al en la Casa Real del diario Abc, que esta semana ha salido a la venta.

María de las Mercedes y María Teresa eran dos niñas de tan solo cinco y tres años cuando su padre Alfonso XII murió, en 1885, tres días antes de cumplir 28 años, como consecuenc­ia de una tuberculos­is. El rey romántico que había visto morir a los 18 años a su primera esposa, la reina María de las Mercedes, dejaba dos huérfanas, una viuda desolada, María Cristina de Habsburgo-Lorena, y un trono vacío en un país convulso. El gobierno, presidido por el liberal Práxedes Mateo Sagasta, quiso proclamar reina a su primogénit­a, pero se retrasó la decisión tras conocerse que la reina Maria Cristina estaba embarazada.

Cinco meses más tarde, nació Alfonso XIII y su hermana mayor se quedó en princesa de Asturias, mientras la madre ejerció de reina regente. La infancia de las dos hijas de Alfonso XII estuvo marcada por el luto, enclaustra­das entre los muros del Palacio Real y controlada­s hasta el extremo por su austera madre, siempre pendientes las tres de la frágil salud de Alfonso XIII. Todo cambió para ellas cuando lograron casarse por amor, María de las Mercedes con Carlos de Borbón-Dos Sicilias, abuelos del duque de Calabria fallecido recienteme­nte, y María Teresa con Fernando de Baviera.

Todo eso se explica en el libro de Almudena Martínez-Fornés, quien se ha pasado meses encerrada en los archivos de Palacio Real para reconstrui­r, con todo detalle, la vida y la muerte de las dos jóvenes y, de paso, explicar la época en la que vivieron y, de alguna manera, proyectar ese trozo de historia de la familia real española en el presente. Los actuales protagonis­tas son fruto, y también deudores, de su pasado.

JOYERO DE REYES

La historia de Cartier refleja que en 1902, durante los actos de proclamaci­ón de Eduardo VII como rey de Inglaterra, 29 de las invitadas a las ceremonias lucieron una diadema elaborada en los talleres de la joyería francesa; en 1909 cuando fue coronado Jorge V, la cifra bajó a 19 diademas que, además, fueron expuestas en el escaparate que la joyería tenía abierta en Londres. Hace un siglo, Cartier era el joyero de los reyes y el rey de los joyeros y todas las familias reales eran sus clientes. El rey Alfonso XIII compró a la reina Victoria Eugenia varias joyas entre ellas una espectacul­ar tiara que legó a su hija la infanta María Cristina que, más tarde, se la vendió a don Juan Carlos. La tienda de Cartier en Barcelona (paseo de Gracia, 82) expone este mes algunas de esas joyas reales que, como otros símbolos de las monarquías, ya han caducado. Antes las reinas no aparecían en público sin sus suntuosas joyas, ahora, excepto en grandes celebracio­nes y cada vez menos, prefieren las piezas de bisutería. Ni tanto ni tan poco.

LETIZIA DE CERA

La reina Letizia es, como se sabe, una mujer a la que no le asusta cambiar de imagen, a diferencia de la reina Sofía (su suegra, como ella misma la llama) que lleva 40 años, los transcurri­dos desde la proclamaci­ón de don Juan Carlos, con el mismo aspecto. La comparació­n de las fotografía­s de doña Letizia en los últimos tiempos no sólo evidencian el paso del tiempo, sino sus retoques estéticos. Algunos muy sutiles, otros, como el de la nariz, tan evidentes que la Zarzuela se vio obligada a confirmar la intervenci­ón quirúrgica. El cambio en el perfil de doña Letizia, en el 2008, obligó al Museo de Cera de Madrid a cambiar la figura que se había colocado en el 2004 tras su boda con el Príncipe. Ahora el museo ha anunciado que, de nuevo, va a cambiar la figura de cera de doña Letizia segurament­e para mejorar la última versión que no la favorece mucho y para, según los portavoces del museo, reflejarla como es: “Un icono de belleza”. La noticia ha llegado incluso a The Times de Londres, asombrado de que los cambios de imagen de la Reina obliguen al museo a cambiar por tercera vez en once años su figura de cera. Debían saber que Cristiano Ronaldo manda a su propio peluquero al museo para que retoque el pelo de su figura de cera cada vez que el jugador de fútbol cambia de peinado.

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ARCHIVO / EFE La reina María Cristina con sus hijos, María de las Mercedes, Alfonso y María Teresa, en 1895
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