La cumbre del clima arranca en París con enfrentamientos callejeros
La policía disuelve con gases lacrimógenos una marcha no autorizada y detiene a cien personas
Representantes de 195 países se reúnen a partir de hoy en la cumbre del clima en la capital francesa con el objetivo de cerrar el primer acuerdo global para intentar frenar el cambio climático, con Estados Unidos y China como protagonistas. La semana de reuniones y debates, con presencia de más de un centenar de jefes de Estado y de Gobierno, viene marcada por el intenso despliegue de medidas de seguridad tras los atentados yihadistas de París y la prohibición de convocar manifestaciones.
El cambio climático está provocando una sequía sin precedentes en California; los incendios forestales son más frecuentes y de mayor magnitud, y huracanes y grandes tormentas asuelan el territorio más que nunca. El presidente de Estados Unidos ha hecho sonar todas las alarmas. “El cambio climático es la mayor amenaza a nuestra seguridad nacional”, ha declarado. Barack Obama se ha movilizado, como jamás hizo ninguno de sus antecesores, para convencer a todo el mundo de la necesidad de limitar la emisión de gases con efecto invernadero. Ha convencido al 64% de sus compatriotas, que se muestran favorables a imponer restricciones a las plantas emisoras de gases. Obama ha convencido incluso al principal emisor, la República Popular China, pero, paradójicamente, el hombre más poderoso del mundo ha chocado contra un muro: el Congreso de los Estados Unidos de América.
En la cumbre de París, Obama pretende capitanear una iniciativa mundial que comprometa a todos los países a evitar que la temperatura media de la Tierra supere el límite de seguridad, establecido en 2 grados Celsius más que en la época preindustrial. Sin embargo, el Congreso, con mayoría republicana, ha decidido boicotear lo que denomina
“la guerra de Obama contra el carbón” e intenta por todos los medios y en todos los frentes socavar la autoridad del presidente en la negociación de acuerdos internacionales. Su intención es atarle de pies y manos para que no pueda establecer ningún compromiso “vinculante” para Estados Unidos. Eso debilita la posición de Obama ante las demás potencias y complica la posibilidad
de firmar en París un pacto internacional con fuerza legal suficiente como para obligar a los estados soberanos a adoptar las medidas que se acuerden. Pero el presidente está decidido a utilizar todas sus atribuciones ejecutivas para llevar a cabo su plan.
EE.UU. sigue siendo el segundo mayor emisor de dióxido de carbono. Por eso Obama lanzó su Plan de Acción Climática, concretado
en un paquete de normas establecidas por la Agencia de Protección Ambiental (EPA) que tienen como objetivo llegar al 2030 con un 32% menos de emisiones de gases que en 2005. “Hemos dado el paso más grande y más importante para combatir el cambio climático” declaró Obama en un solemne mensaje a la nación. Era y es un desafío sin precedentes al poderoso lobby de la industria del carbón y del petróleo. Sin embargo, grupos científicos y ecologistas consideran insuficientes las medidas y presionan para establecer objetivos más ambiciosos. Un análisis del World Resource Institute concluye que fijando el precio del carbón y adoptando otras medidas económicas, EE.UU. estaría en condiciones de reducir sus emisiones hasta el 42% en el 2030 y entre el 50% y el 53% en el 2040.
Los republicanos lo ven todo al revés. Mitch MacConnell, líder de la mayoría en el Senado, es un republicano de Kentucky, el segundo estado que más carbón produce. “Obama ha declarado la guerra a nuestros mineros y sus familias”, suele decir. Con ese argumento, el Senado aprobó hace dos semanas dos iniciativas legislativas que tienen como objetivo abortar los planes de Obama en
Obama y Xin Jinping se reunirán hoy antes de empezar la cumbre para comprometerse con el planeta
París empezando por suspender las normas dictadas por la EPA, el proyecto estrella de Obama. La Casa Blanca ya ha dicho que si la iniciativa prospera –falta la aprobación de la Cámara de Representantes–, el presidente la vetará. De todas formas, la delegación estadounidense ya descarta que de París surja nada que pueda parecer un tratado internacional.
“Un tratado climático resulta inviable porque nunca sería aprobado por el Congreso de EE.UU. Y la aceptación política por parte del Congreso exige que el acuerdo sea aplicable en todos los países, no sólo a los desarrollados”, sostiene Katherine Sierra, investigadora de la Brookings Institution. Por su parte, Paul Bodnar, director de Energía y Cambio Climático en el Consejo de Seguridad Nacional, señala que “tras la dura lección de Kyoto, hemos llegado a la conclusión de que los objetivos climáticos deben ser establecidos por los propios países, sin que se les impongan”.
La Administración estadounidense ha estado trabajando el terreno con otras potencias, especialmente China, India y Brasil, para abordar lo que considera “los tres pilares del acuerdo climático global -mitigación, adaptación y ayuda financiera- para lograr un acuerdo que sea ambicioso, incluyente duradero, justo y aplicable”, tal como señala el memorándum del Departamento de Estado. Obama da importancia a la creación de un fondo verde que ayude a financiar planes para reducir emisiones en países menos desarrollados.
Obama llegó anoche a París y para empujar al acuerdo global, lo primero que hará esta mañana, antes de la ceremonia inaugural, será reunirse con el presidente chino, Xi Jinping. Los líderes de las dos potencias que más contribuyen al calentamiento global trasladarán al mundo un mensaje de compromiso con el planeta y, paradójicamente, pedirán al resto de países que no sean tan depredadores como ellos.