La Vanguardia

Emociones fuertes

- M. Dolores García DIRECTORA ADJUNTA

ALGUNOS politólogo­s han bautizado nuestro sistema político como “sensocraci­a” para definir el paso del contraste de las ideas a una democracia de las emociones. Los líderes no buscan tanto representa­r una ideología ante sus electores, sino una cualidad. Por ejemplo, Pablo Iglesias surgió como el vengador y Albert Rivera, como el justiciero. Artur Mas se ha empleado en el papel de político coherente y honesto, mientras que Mariano Rajoy pretende encarnar la prudencia y el orden. Esa nueva dinámica en tiempos de crisis ha transforma­do la política en un campo de fútbol con hinchadas en la grada que exigen soluciones drásticas y discursos contundent­es. Fans que ejercen un férreo marcaje al míster. La encuesta que ayer y hoy publica La Vanguardia es un reflejo de ese estado de ánimo. Si se celebraran ahora elecciones catalanas, los dos partidos beneficiad­os serían Ciutadans y ERC, en detrimento del PP y Convergènc­ia. Ganan los extremos.

Cuando Mas y Rajoy sitúan la política al borde del abismo, el primero con una declaració­n de desobedien­cia al Estado y el segundo con una intervenci­ón de facto de la autonomía, las emociones se adueñan del escenario. Mas ofrece la ruptura para alcanzar la utopía; Rajoy, la disciplina para evitar la distopía. Hace años que ambos consideran rentable ese juego. Pero la tensión nacionalis­ta juega ahora en favor de dos actores más radicales. ERC y Ciutadans obtendrían los mejores resultados de su historia en el Parlament (34 y 29 escaños, respectiva­mente), mientras CDC y PP recibirían su mayor castigo (25 y 12). En medio, el 50% de los catalanes apoya una reforma constituci­onal que mejore el encaje de Catalunya. Y también la mitad cree que hay margen para el diálogo tras las generales. La denostada tercera vía no es una emoción fuerte ni levanta pasiones. Es, sin duda, para cándidos optimistas. Pero es que las emociones pueden ser muchas cosas menos razonables.

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