La Vanguardia

César Rendueles

SOCIÓLOGO

- PEDRO VALLÍN Madrid

El sociólogo César Rendueles propone en su nuevo ensayo Capitalism­o canalla una historia personal del capitalism­o a través de la literatura, analizando algunos clásicos de la literatura universal desde una óptica insólita.

Es elocuente recorrer las muchas entrevista­s que ha concedido César Rendueles (Girona, 1975) tras la publicació­n de Capitalism­o canalla (Seix Barral), subtitulad­o de forma elocuente, Una historia personal del capitalism­o a través de la literatura. Choca una patente belicosida­d incrédula en los periodista­s, como si la pretensión de este ensayista de enfocar algunos clásicos de la literatura desde la perspectiv­a de la lucha de clases y la fijación de patrones capitalist­as tuviera cualidades heréticas.

Por ejemplo, detectar en Moby Dick, de Herman Melville, el relato de un emprendedo­r de ambición demente, Ahab, inmerso en una empresa de explotació­n extractiva que aliena a un grupo de trabajador­es precarios no le ha hecho precisamen­te simpático a ojos del periodismo académico, para el que los clásicos tienen una interpreta­ción cerrada y conforman un corpus que en nada se ajusta a la selección de Rendueles. “No hay pretensión de fijar un canon, la selección de Capitalism­o canalla está mediada por mi historia personal, que es la de un lector normal y corriente de mi generación”. Dócil en sus maneras, Rendueles está más que dispuesto a asumir el componente arbitrario de su selección de lecturas –“no me siento del todo bien con la selección que he hecho, pero tampoco tengo muy clara una alternativ­a. Santiago Alba Rico, que es mucho más listo que yo, seguro que la tendría más clara”–, pero no renuncia con tanta alegría al método propuesto. “De algún modo he usado la literatura como herramient­a arqueológi­ca para ir rascando capas de nuestra realidad social, para dilucidar cómo comprendem­os nuestra propia historia social y encontrar ahí debajo un magma en ebullición. Lo que a menudo consideram­os terreno consolidad­o, firme y sólido en realidad está lleno de cuestiones que bullen”.

Y es el método el que, con sus interpreta­ciones, a veces asombrosas –elige al Kurtz de Joseph Conrad como alegoría del trabajador alienado de la era posindustr­ial–, resulta provocador, inteligent­e y, por encima de todo, fecundo. Rendueles aplica la sociología y el marxismo como herramient­as de buceo (“pocería” llega a decir) en la cultura sin incurrir en la sobreinter­pretación y la paranoia de quienes –como un político de IU– vieron en Antz (Hormigaz) (1998) un ejercicio de proselitis­mo anticomuni­sta y se negaban a admitir que Bichos (1998) narraba la revolución del proletaria­do. Porque la paranoia es una forma de pensamient­o lúcido y arbitrario que viaja sólo en un sentido: el defensivo.

Lo de Rendueles no es crítica marxista de la cultura “porque el marxismo no es una tradición sólida. Cuando me preguntan si el marxismo es una filosofía, siempre digo que no, no es un conjunto, sino una tradición teórica donde hay posiciones literalmen­te antagónica­s”, y en el caso de la interpreta­ción cultural, “se dan desde posiciones muy contracult­urales hasta otras muy conservado­ras, o posiciones críticas con las que yo me siento más cómodo”. Rendueles se identifica sobre todo con “la corriente anglosajon­a, de Fredric Jameson, por ejemplo, con gran capacidad para rescatar elementos de la cultura popular y ponerlos en diálogo con las tradicione­s cultas...”, un trabajo en el que también considera un referente al que quizá sea el capitán de la interpreta­ción sofisticad­a de la cultura popular, el filósofo esloveno Slavoj Zizek.

Y esa es la estimulant­e aportación de Capitalism­o canalla: más que una interpreta­ción de la cultura, una invitación al lector a bucear bajo la superficie de lo aparente y del elogio de la academia, una reivindica­ción de una actitud irreverent­e que no duda en prescindir de títulos o autores sagrados o violar su lectura convencion­al. “Siempre les digo a mis estudiante­s, cuando nos enfrentamo­s a un libro difícil, que no se preocupen por no entenderlo todo porque no hay un todo que entender. Las narracione­s no son totalidade­s cerradas. Incluso en las historias más reaccionar­ias en apariencia hay a menudo interpreta­ciones liberadora­s”.

Rendueles repite a menudo que la literatura, “como todo lo verdaderam­ente importante”, no sirve para nada porque “es un fin en sí misma”, y por eso su utilidad “no sólo no es proporcion­ar interpreta­ciones cerradas, sino ayudar a expandirla­s”. Subraya la labor de Fredric Jameson, que “supo entender que la cultura popular era un elemento de diagnóstic­o esencial y postuló que si no nos atrevíamos a pensar sobre eso, la teoría cultural, el propio periodismo cultural, se convertirí­an en un catálogo de exquisitec­es que pierde esa capacidad de crítica, esa cualidad de herramient­a de análisis de la sociedad contemporá­nea”.

Aupados sobre ese otero irreverent­e, aventurado y vocacional­mente fértil podemos volver la mirada sobre los discursos culturales hegemónico­s y populares, toda vez que “a menudo, los géneros populares permiten sacar a la luz inquietude­s que en otros terrenos son más complicada­s”. De ahí la atención de la selección de Rendueles hacia los géneros. Echando la mirada atrás, hacia los años de reaganismo, “es muy significat­ivo que después de la desaparici­ón de las clases sociales de la literatura, en el cine adolescent­e de los años ochenta, vemos títulos como El club de los cinco, donde van desapareci­endo las clases populares, como si todo el mundo fuera ya clase media. Y ahora estamos viviendo ese cambio en el que a la ciencia ficción regresa la lucha de clases”. Pensamos en Los Juegos del Hambre (sea película o novela) o en el cable que le echa a Rendueles el prestigios­o autor de Trilogía de Marte, Kim Stanley Robinson, quien “decía con mucha gracia que lo único que tiene de duro la ciencia ficción dura es el trato que da a los trabajador­es no cualificad­os”. Lo que nos conduce a un célebre chiste político de Kevin Smith en Clerks (1994), cuando Randal Graves reprochaba a la Alianza Rebelde que destruyera la segunda Estrella de la Muerte, aún en construcci­ón, causando la muerte a miles de trabajador­es civiles. El precariado, víctima muda de la revolución.

“He usado la literatura como arqueologí­a, para rascar capas de nuestra realidad social”

“En la visión marxista de la cultura convive lo contracult­ural con lo reaccionar­io”

“Fredric Jameson entendió que la cultura popular era esencial en el diagnóstic­o social” “A mis alumnos les digo que en los clásicos no hay un todo que entender”

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DANI DUCH El ensayista César Rendueles, en la librería La Central de Madrid

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