César Rendueles
SOCIÓLOGO
El sociólogo César Rendueles propone en su nuevo ensayo Capitalismo canalla una historia personal del capitalismo a través de la literatura, analizando algunos clásicos de la literatura universal desde una óptica insólita.
Es elocuente recorrer las muchas entrevistas que ha concedido César Rendueles (Girona, 1975) tras la publicación de Capitalismo canalla (Seix Barral), subtitulado de forma elocuente, Una historia personal del capitalismo a través de la literatura. Choca una patente belicosidad incrédula en los periodistas, como si la pretensión de este ensayista de enfocar algunos clásicos de la literatura desde la perspectiva de la lucha de clases y la fijación de patrones capitalistas tuviera cualidades heréticas.
Por ejemplo, detectar en Moby Dick, de Herman Melville, el relato de un emprendedor de ambición demente, Ahab, inmerso en una empresa de explotación extractiva que aliena a un grupo de trabajadores precarios no le ha hecho precisamente simpático a ojos del periodismo académico, para el que los clásicos tienen una interpretación cerrada y conforman un corpus que en nada se ajusta a la selección de Rendueles. “No hay pretensión de fijar un canon, la selección de Capitalismo canalla está mediada por mi historia personal, que es la de un lector normal y corriente de mi generación”. Dócil en sus maneras, Rendueles está más que dispuesto a asumir el componente arbitrario de su selección de lecturas –“no me siento del todo bien con la selección que he hecho, pero tampoco tengo muy clara una alternativa. Santiago Alba Rico, que es mucho más listo que yo, seguro que la tendría más clara”–, pero no renuncia con tanta alegría al método propuesto. “De algún modo he usado la literatura como herramienta arqueológica para ir rascando capas de nuestra realidad social, para dilucidar cómo comprendemos nuestra propia historia social y encontrar ahí debajo un magma en ebullición. Lo que a menudo consideramos terreno consolidado, firme y sólido en realidad está lleno de cuestiones que bullen”.
Y es el método el que, con sus interpretaciones, a veces asombrosas –elige al Kurtz de Joseph Conrad como alegoría del trabajador alienado de la era posindustrial–, resulta provocador, inteligente y, por encima de todo, fecundo. Rendueles aplica la sociología y el marxismo como herramientas de buceo (“pocería” llega a decir) en la cultura sin incurrir en la sobreinterpretación y la paranoia de quienes –como un político de IU– vieron en Antz (Hormigaz) (1998) un ejercicio de proselitismo anticomunista y se negaban a admitir que Bichos (1998) narraba la revolución del proletariado. Porque la paranoia es una forma de pensamiento lúcido y arbitrario que viaja sólo en un sentido: el defensivo.
Lo de Rendueles no es crítica marxista de la cultura “porque el marxismo no es una tradición sólida. Cuando me preguntan si el marxismo es una filosofía, siempre digo que no, no es un conjunto, sino una tradición teórica donde hay posiciones literalmente antagónicas”, y en el caso de la interpretación cultural, “se dan desde posiciones muy contraculturales hasta otras muy conservadoras, o posiciones críticas con las que yo me siento más cómodo”. Rendueles se identifica sobre todo con “la corriente anglosajona, de Fredric Jameson, por ejemplo, con gran capacidad para rescatar elementos de la cultura popular y ponerlos en diálogo con las tradiciones cultas...”, un trabajo en el que también considera un referente al que quizá sea el capitán de la interpretación sofisticada de la cultura popular, el filósofo esloveno Slavoj Zizek.
Y esa es la estimulante aportación de Capitalismo canalla: más que una interpretación de la cultura, una invitación al lector a bucear bajo la superficie de lo aparente y del elogio de la academia, una reivindicación de una actitud irreverente que no duda en prescindir de títulos o autores sagrados o violar su lectura convencional. “Siempre les digo a mis estudiantes, cuando nos enfrentamos a un libro difícil, que no se preocupen por no entenderlo todo porque no hay un todo que entender. Las narraciones no son totalidades cerradas. Incluso en las historias más reaccionarias en apariencia hay a menudo interpretaciones liberadoras”.
Rendueles repite a menudo que la literatura, “como todo lo verdaderamente importante”, no sirve para nada porque “es un fin en sí misma”, y por eso su utilidad “no sólo no es proporcionar interpretaciones cerradas, sino ayudar a expandirlas”. Subraya la labor de Fredric Jameson, que “supo entender que la cultura popular era un elemento de diagnóstico esencial y postuló que si no nos atrevíamos a pensar sobre eso, la teoría cultural, el propio periodismo cultural, se convertirían en un catálogo de exquisiteces que pierde esa capacidad de crítica, esa cualidad de herramienta de análisis de la sociedad contemporánea”.
Aupados sobre ese otero irreverente, aventurado y vocacionalmente fértil podemos volver la mirada sobre los discursos culturales hegemónicos y populares, toda vez que “a menudo, los géneros populares permiten sacar a la luz inquietudes que en otros terrenos son más complicadas”. De ahí la atención de la selección de Rendueles hacia los géneros. Echando la mirada atrás, hacia los años de reaganismo, “es muy significativo que después de la desaparición de las clases sociales de la literatura, en el cine adolescente de los años ochenta, vemos títulos como El club de los cinco, donde van desapareciendo las clases populares, como si todo el mundo fuera ya clase media. Y ahora estamos viviendo ese cambio en el que a la ciencia ficción regresa la lucha de clases”. Pensamos en Los Juegos del Hambre (sea película o novela) o en el cable que le echa a Rendueles el prestigioso autor de Trilogía de Marte, Kim Stanley Robinson, quien “decía con mucha gracia que lo único que tiene de duro la ciencia ficción dura es el trato que da a los trabajadores no cualificados”. Lo que nos conduce a un célebre chiste político de Kevin Smith en Clerks (1994), cuando Randal Graves reprochaba a la Alianza Rebelde que destruyera la segunda Estrella de la Muerte, aún en construcción, causando la muerte a miles de trabajadores civiles. El precariado, víctima muda de la revolución.
“He usado la literatura como arqueología, para rascar capas de nuestra realidad social”
“En la visión marxista de la cultura convive lo contracultural con lo reaccionario”
“Fredric Jameson entendió que la cultura popular era esencial en el diagnóstico social” “A mis alumnos les digo que en los clásicos no hay un todo que entender”