Apóstol de la esperanza
La República Centroafricana sufre un conflicto entre musulmanes y cristianos
El papa Francisco visita la República Centroafricana, un Estado golpeado por una espiral de violencia con tintes étnicoreligiosos que fue el motivo principal del viaje del Pontífice al África negra.
Llegó el día. El papa Francisco aterrizó ayer en República Centroafricana, la tercera y última etapa de su primer viaje en África y también el motor. Desde el primer momento, fue la visita al Estado centroafricano, golpeado por una espiral de violencia con tintes étnico-religiosos, la que motivó al Pontífice a emprender este viaje africano. Uganda y Kenia, los dos primeros países visitados, se añadieron a posteriori en la agenda. Pero Bangui era innegociable. Al Papa no le detuvieron las advertencias de Francia, con unos 900 soldados desplegados en el país, de que no podía garantizar su seguridad.
Cuando Francisco sacó sonriente su cabeza del aparato de Alitalia, helicópteros de combate sobrevolaban el cielo y habían cientos de soldados franceses y cascos azules de las Naciones Unidas en vehículos acorazados. El Papa, que llevó un mensaje de paz y reconciliación al país, no necesito ni siquiera bajar del avión para ver las cicatrices de la guerra: el campo de refugiados de Mpoko, que alberga a más de 20.000 personas, está levantado junto al propio aeropuerto, entre avionetas abandonadas y torretas de control. Pese al riesgo de violencia –en los dos últimos meses, han muerto más de 100 personas sólo en la capital–, el santo padre quería estar ayer y hoy en Bangui. Cuando pisó por fin tierra centroafricana, dos tuits de su cuenta oficial daban pistas de su satisfacción. “Vengo a la República como peregrino de la paz y me presento como un apóstol de la esperanza”, dijo primero. “Donde reinan la violencia y el odio –escribió después– los cristianos están llamados a dar testimonio de Dios, que es amor”.
En un discurso frente a la presidenta centroafricana, Catherine Samba-Panza, el Pontífice pidió unidad para “evitar la tentación del miedo a los otros, a quien no nos es familiar, o que no forma parte de nuestro grupo étnico, nuestros ideales políticos o nuestra confesión religiosa”.
Si la presencia del Papa en Bangui es simbólica por su valor, sus palabras por la paz llevaron esperanza a los habitantes del país, donde un 85% es cristiano, un 10% musulmán y el resto sigue creencias locales. Aunque la guerra de República Centroafricana tiene raíces en la corrupción, el abuso histórico y las estructuras de Estado huecas, el descenso al infierno de la excolonia francesa llevó la cuestión religiosa al corazón del conflicto. Después de un golpe de Estado liderado por los seleka, un grupo rebelde
Francisco pidió “evitar la tentación del miedo a los otros. a quien no forma parte de nuestra confesión”
de mayoría musulmana lleno de mercenarios, la respuesta de los grupos de defensa antibalaka derivó en una cacería, impulsada por el odio, entre las comunidades musulmanas y cristianas.
Ayer el Papa caminó también por el campo de desplazados Centro Jean XXII y saludó a cientos de personas que esperaban para saludarle. Por la tarde, el papa Francisco ofició una misa y se ayudó nuevamente del simbolismo para llamar la atención del mundo hacia uno de los conflictos más olvidado de África: abrió la puerta de la catedral de Bangui para iniciar el Jubileo de la Misericordia, antes que en Roma, como gesto reconciliación.