La UE y Turquía impulsan una nueva relación forzados por la crisis de asilo
El Gobierno turco recibirá 3.000 millones a cambio de contener a los refugiados
Los líderes de la Unión Europea recibió ayer con la alfombra roja a Ahmet Davutoglu, primer ministro de Turquía, un país con el que hace once años que no celebraban una reunión bilateral al más alto nivel y de cuya deriva autoritaria se recelaba. Ni la alerta terrorista en Bélgica ni el inminente comienzo de la conferencia internacional sobre cambio climático en París hicieron que la Unión cejara en su empeño por celebrar esta inédita y dominical cumbre impulsada por la canciller alemana, Angela Merkel.
La urgencia era sobre todo europea. Incapaces de ponerse de acuerdo sobre qué hacer con el millón y medio de refugiados que ha recibido este año, según la agencia Frontex, la Unión Europea necesitan rebajar el ritmo de llegadas y frenarlas todo lo posible. En estos momentos, sólo Ankara puede conseguirlo, controlando mejor su frontera con Grecia y mejorando la atención a los 2,2 millones de refugiados sirios que se han instalado en el país, de ahí la urgencia por reunirse con su nuevo Gobierno y lanzar una nueva relación bilateral.
La Unión Europea comprometió ayer 3.000 millones de euros para ayudar al gobierno turco a mejorar la atención a los desplazados. El objetivo es que se queden lo más cerca posible de su casa, mientras se trata de buscar una solución política al conflicto. La Comisión Europea, que gestionará el fondo, asegura que se controlará que el dinero vaya dedicado sólo a proyectos que mejoren las condiciones de vida de los refugiados sirios. No está claro de dónde saldrá el dinero por parte europea pero la financiación no se ve como un problema. Si Turquía cumple, habrá más dinero, prometieron. ¿Cómo se medirán el grado de cumplimiento por parte turca? Con cifras: cada mes los embajadores europeos se reunirán con los representantes turcos para comprobar si las llegadas se reducen.
Turquía ha negociado con habilidad y obtenido prácticamente todo lo que pedía a la Unión Europea, por ejemplo acelerar el plan para la liberalización de visados de forma que sus ciudadanos puedan viajar son trabas a la zona Schengen desde octubre del 2016 (se preveía, como pronto, para mitad del 2017). Como contrapartida, el gobierno turco deberá aplicar los acuerdos de readmisión y aceptar la devolución de inmigrantes irregulares.
“Me gusta la palabra que aparece en la declaración final de la cumbre: revitalizar el proceso de adhesión. Esta cumbre va a generar nueva energía” entre la UE y Turquía, celebró Davutoglu al inicio de la reunión con los líderes de los 28 países de la UE y sus principales instituciones. Las negociaciones llevan años estancadas pero los gobiernos europeos han accedido a reactivar el proceso con la apertura de un nuevo capítulo negociador (Economía) el próximo 14 de diciembre. Se abre también la puerta a hablar de
más temas según avance la reunificación de Chipre, un conflicto que hay visos de resolver en el 2017.
La UE también ha aceptado elevar el nivel y la frecuencia del diálogo bilateral con dos cumbres bilaterales al año, una decisión que colma una de las principales aspiraciones del gobierno turco: sentirse reconocido como socio estratégico en los grandes asuntos internacionales. Ayer de derechos humanos, admitió Merkel, se habló poco. “No ha habido mucho tiempo”, respondió a una periodista kurda.