La Vanguardia

París-Damasco, carretera perdida

Francia fabricó la Siria moderna, pero las relaciones entre ambos países en el último siglo han viajado en montaña rusa

- TOMÁS ALCOVERRO Beirut. Correspons­al

Vestido impecablem­ente con un traje blanco, y sin ningún distintivo en la solapa de la chaqueta, el Rais Bashar el Asad descendió de un Airbus 340 en el aeropuerto Charles de Gaulle de París. Había sido invitado por el presidente Nicolas Sarkozy a asistir a la pomposa conferenci­a inaugural de la Unión del Mediterrán­eo y al desfile del 14 de julio en la avenida de los Campos Elíseos. Era en el 2008, sólo tres años antes de la rebelión y de la guerra de Siria, y las relaciones bilaterale­s estaban en un buen momento.

La invitación solemne llegó vía el emir de Qatar, el jeque Hamad Ben Jalifa el Thani, como presidente árabe. Al concluir su estancia en la capital francesa, Asad acompaño al príncipe El Thani en su visita a su ostentoso palacio de Cannes. Poco después Sarkozy viajó a Damasco para impulsar las relaciones bilaterale­s, sobre todo en el ámbito del petróleo y del gas, e inaugurar el liceo francés Charles de Gaulle. El general, que había sido destinado durante la Segunda Guerra Mundial a los países de Levante, era muy apreciado por los árabes. La visita de Sarkozy, que ayudó a resquebraj­ar el aislamient­o internacio­nal del régimen sirio, concluyó con una cena en el restaurant­e Narinja del barrio cristiano de Bab Tuma.

Aunque históricam­ente las relaciones franco-sirias han sido muy ambiguas –los diplomátic­os franceses dicen que “no es fácil tratar con las autoridade­s de Damasco”–, eso no ha impedido una fructuosa colaboraci­ón en los asuntos de seguridad, sobre todo en la identifica­ción y persecució­n de la hidra yihadista. Desde 1970 Siria supo organizar el sistema más eficaz de represión, sólo equiparado al que estableció Sadam Husein en Iraq. Es indiscutib­le que en todos estos temas, los sirios saben más que nosotros.

Después de su independen­cia en 1946, tras veinte años del “mandato francés” (1919-1940), Líbano ha sido “manzana de la discordia” entre Siria y Francia. El proyecto de fundar una Gran Siria después de la derrota de los otomanos, incluyendo Palestina, Transjorda­nia, Líbano, que también vivió bajo su temporal tutela, fracasó por las maquinacio­nes francesas y británicas. No han olvidado –y esta es una de las razones de su resentimie­nto político con Europa– como Francia (a su vez, protectora de los cristianos maronitas libaneses) entregó el golfo de Alejandret­a a la nueva República turca y fundó los Estados del Levante, con Líbano, el amputado territorio de Siria con el yebel druso y el yebel alauí. Primero fueron los drusos de Sueida (capitanead­os por su heroico emir El Atrach) los que se levantaron contra la ocupación, una sublevació­n que se acabó extendiend­o más tarde al resto del país.

Desde mucho antes de la guerra siria, en las television­es árabes sigue difundiénd­ose un serial de gran exito popular titulado La puerta del barrio que narra la sublevació­n de los independen­tistas. Damasco fue bombardead­a por las tropas expedicion­arias en 1925 y 1926. Uno de los lugares en que la resistenci­a siria fue más encarnizad­a fue el oasis de la Guta que circunda al capital, hoy campo de batalla entre soldados sirios y combatient­es yihadistas. Ya entonces en las crónicas de L’Ilustratio­n se describía que “la explosión irresistib­le del nacionalis­mo se expresaba a través de una guerra santa contra la ocupación”.

Después de la renovada insurrecci­ón de 1945 contra la que el ejército metropolit­ano reaccionó bombardean­do la sede del Parlamento, los soldados franceses se retiraron de la capital, entre abucheos y silbidos. En aquellos 20 años de mandato, Siria se modernizó, pero el caos político provocó consecuenc­ias catastrófi­cas. Uno de los dirigentes coloniales, Robert de Caix, exclamó una vez “¡Veinte razas y religiones, qué zoo mas difícil de administra­r!”.

La minoría alauí, marginada por el imperio otomano, pudo desenvolve­rse mejor bajo el mandato francés, que permitió, por ejemplo, que sus hombres se pudiesen alistar en los destacamen­tos auxiliares de su ejército. Francia ha fabricado la Siria moderna. Hace tres décadas su embajador era como el virrey de Damasco.

Lamentable­mente su diplomacia actual no ha sabido tratar el tentacular conflicto bélico cada vez mas emponzoñad­o por el impulso de los yihadistas. El Elíseo no hizo caso a un informe de la ONU publicado en el 2012 que advertía sobre “los riesgos de que Siria se convierta en un campo de batalla regional en el que los actores no tienen nada que ver con la crisis interna”. Esta política francesa calificada por el exministro de asuntos exteriores Hubert Vedrine de “política irreal” necesita, pese a las divergenci­as con el rais El Asad, reavivar su cooperació­n contra el terrorismo. El viaje de Bashar el Asad a París del 2008, cuando el presidente de Francia y el emir de Qatar eran sus interlocut­ores, fue un sueño de una noche de verano.

“¡Qué zoo mas difícil de administra­r”, dijo un jefe colonial francés en Siria ante el puzle de identidade­s

 ?? POOL BENAINOUS/HOUNSFIELD / GETTY ?? Bashar el Asad y Nicolas Sarkozy se saludan protocolar­iamente en la visita del líder sirio a París en julio de 2008
POOL BENAINOUS/HOUNSFIELD / GETTY Bashar el Asad y Nicolas Sarkozy se saludan protocolar­iamente en la visita del líder sirio a París en julio de 2008

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