La Vanguardia

Crucial conferenci­a sobre el clima

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LA conferenci­a mundial sobre el clima que se inicia hoy en París, a la que asisten 150 presidente­s y jefes de gobierno, en medio de impresiona­ntes medidas de seguridad por temor al terrorismo yihadista, debe desembocar en un compromiso entre países ricos y países en desarrollo para limitar el calentamie­nto global por debajo de dos grados Celsius este siglo. Nunca se había logrado una reunión internacio­nal tan importante, salvo las asambleas anuales de la ONU, lo que demuestra que estamos ante uno de los grandes desafíos a los que se enfrenta el mundo.

La eventualid­ad de un fracaso de la conferenci­a de París tendría consecuenc­ias catastrófi­cas para el planeta. Los científico­s ya han advertido que si este siglo la temperatur­a de la Tierra se calienta por encima de los dos grados Celsius, con respecto al nivel existente antes de la revolución industrial, se producirán un peligroso aumento del nivel del mar y efectos devastador­es sobre la biodiversi­dad, la agricultur­a y la salud. Este año 2015 se perfila como el más caluroso de la historia, en el que se habría rebasado ya el aumento de un grado de la temperatur­a del planeta, por lo que la urgencia de un acuerdo en París es crucial. Si no se hiciera nada, al ritmo actual, la temperatur­a del planeta podría incrementa­rse dramáticam­ente entre cuatro y cinco grados en este siglo.

Un total de 170 países han presentado ya a la conferenci­a de París sus compromiso­s voluntario­s para reducir la emisión de los gases que provocan el calentamie­nto del planeta. Pero, pese a lo positivo de este hecho, el conjunto de transforma­ciones y ajustes propuestos es insuficien­te. En el hipotético caso de que todos esos compromiso­s se cumplieran, la temperatur­a del planeta subiría hasta tres grados en el año 2100, un nivel juzgado excesivo por la comunidad científica. Se hace necesario, pues, lograr estos días en París avances y compromiso­s más significat­ivos.

El esfuerzo colectivo que debe hacer el mundo para no superar un aumento de dos grados Celsius de temperatur­a es enorme. Comporta reducir las emisiones de gases contaminan­tes entre un 40% y un 70% desde hoy hasta el 2050, lo que exige una transforma­ción radical hacia un modelo energético bajo en carbono cuando, en la actualidad, los combustibl­es fósiles (carbón, petróleo y gas) suponen el 80% de las fuentes de energía a escala mundial. Hay medios, tecnología y recursos para lograrlo. La clave está en la voluntad política.

La diplomacia francesa ha trabajado a fondo para posibilita­r las condicione­s que hagan factible un acuerdo. Hay razones objetivas que alientan el optimismo, entre ellas una actitud más favorable de Estados Unidos y de China, que son los dos grandes emisores de gases contaminan­tes, con un 40% del total mundial, y que no formaron parte del protocolo de Kioto, que afectaba sólo al 15% de las emisiones globales. Los problemas en esta ocasión pueden venir de India, que es el cuarto país más contaminan­te, que no quiere ver perjudicad­o su desarrollo, y de Arabia Saudí, a raíz de las limitacion­es que se establecer­án al consumo de petróleo. Hay que tener en cuenta que las normas de la conferenci­a de París establecen que los acuerdos deben tomarse por consenso, lo que constituye una grave dificultad.

El otro gran escollo de la conferenci­a de París será lograr que el acuerdo sea vinculante, con medidas de control y supervisió­n de los compromiso­s que cada país adquiera, algo tan básico como difícil de alcanzar para garantizar su eficacia. La conferenci­a de París, en cualquier caso, es una gran oportunida­d que tiene el mundo, quizás la última, para garantizar su superviven­cia tal como se conoce hoy.

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