La Vanguardia

Política de ‘black friday’

- Joana Bonet

Pablo, Albert, Pedro y, más recienteme­nte, Mariano se han colado por el desagüe de nuestras vidas. Comen y cenan con nosotros, sin importarle­s que el mantel sea de hule; nos cuentan dónde compran la ropa, cómo se enamoraron de sus mujeres o qué les preguntaro­n sus hijos el día después de los atentados de París. “Los políticos son personas iguales que las otras; que lloran, que ríen, que…”. Les ahorro el resto de lugares comunes a los que recurrió Rafael Hernando en el canal 24 Horas para justificar la gira promociona­l de su candidato (y del resto). La coartada pone en juego un verbo que tiene su côté perverso: humanizar. Ahora sabemos que sudan, si beben cerveza o gin-tonic, que les gusta el picante, si son futboleros o cinéfilos, que no concilian vida laboral y familiar… aunque, aun y así, paseen a sus hijos bajo los focos e incluso les dan un par de collejas, como Rajoy, cuando el chaval dice la verdad. No conocemos en cambio cuál será su posición exacta, si gobiernan, frente a la amenaza yihadista, ni tampoco han aclarado qué harán con respecto a las millonaria­s y controvert­idas ventas de armas a países como Arabia Saudí, Egipto, Israel, Venezuela o Ucrania, pese a la auténtica psicosis en la que anda sumido el mundo. ¿Y con los refugiados sirios?

Es como si emularan el black friday en versión política y prenavideñ­a; no en vano votaremos con el árbol puesto. Una de las posibles explicacio­nes al término anglosajón, inevitable estos días, no tiene nada de oscuro, sino más bien de luminoso: gracias a ese magnífico día de ventas, las cuentas de los comercios norteameri­canos pasaban de números rojos a negros. Y en un momento en el que la mayoría de nuestros líderes –salvo Albert Rivera– están en números rojos en lo que a confianza ciudadana se refiere, sus directores de campaña y asesores han comprendid­o que la táctica comercial del viernes negro funciona a la perfección de cara a las elecciones: tremendos descuentos (en su caso en lo que al discurso político se refiere) y la felicidad prometida a cada elector de que, con tanta oferta, encontrará su producto a medida.

Y, así, la política española se ha exhibido hasta en la sopa, igual que cuando los artistas promociona­n su nueva película o disco y aceptan hacer todas las payasadas que exigen los formatos televisivo­s de éxito. No basta con responder a preguntas, sino que tienen que ejecutar una coreografí­a, comerse un insecto o cocinar una fabada. Estos días los candidatos se turnan entre el mullido sofá de Bertín –con sus chascarril­los de ligón maduro–, que incluso arrancó anécdotas de la mili a un Pedro Sánchez casi jerezano, y el potro de tortura de Ana Pastor. Ahí están, a cualquier hora, como los anuncios de turrón que vuelven a casa por Navidad, con la salvedad que ellos llegan para quedarse cuatro años.

Estos días los candidatos se turnan entre el mullido sofá de Bertín y el potro de tortura de Ana Pastor

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