La Vanguardia

¿En qué punto estamos en la lucha contra el sida?

- JOSEP M. GATELL Hospital Clínic/UB/Codirector de Hivacat

Una epidemia, de cualquier enfermedad infecciosa transmisib­le como es el caso del VIH/sida, se puede comparar con un recipiente lleno de líquido. Como mínimo aspiramos a que el líquido no rebose y contamine los alrededore­s. Idealmente, aspiramos a reducir el nivel del líquido y a ser posible a que el recipiente se vacíe totalmente en un plazo de tiempo razonable. En ese momento declaramos que la epidemia se ha extinguido. Para el caso concreto de la epidemia del VIH/sida, el recipiente empezó a llenarse durante los años 1930-50 aunque nadie se diera cuenta. Empezó a rebosar a partir de 1981, cuando se describier­on los primeros casos de sida en San Francisco y Nueva York, y siguió rebosando cada vez en mayor cuantía hasta los años 2005-10. A partir de estos años, el recipiente no tan solo dejó de rebosar sino que empezó a vaciarse de forma lenta pero progresiva y continuada.

Dos preguntas relevantes serían por qué precisamen­te en este momento y qué habría que hacer para que esta tendencia continuara. Para que el recipiente pueda vaciarse hace falta que no siga entrando líquido (que no haya nuevas infeccione­s) y que de forma más o menos espontánea el líquido que ya había en su interior se vaya “evaporando”. Para una enfermedad infecciosa aguda (como por ejemplo el ébola), si cortamos la entrada (que no haya nuevos casos), el recipiente se vacía espontánea­mente de forma relativame­nte rápida y en pocas semanas o meses la epidemia se puede declarar erradicada. Para el caso del VIH/sida, que es una enfermedad infecciosa crónica, si cortamos la entrada, el vaciado espontáneo puede tardar varias décadas. A partir de las conferenci­as internacio­nales de sida de Durban y Barcelona en el 2000 y el 2002, a las medidas de prevención clásicas se añadió el concepto de diagnóstic­o precoz y tratamient­o inmediato. La base científica es que un persona infectada por el VIH que recibe tratamient­o y alcanza una carga viral indetectab­le en sangre no puede transmitir la infección. Para ello, habría que diagnostic­ar a todas las personas infectadas y empezar a tratarlas desde el momento del diagnóstic­o. Y aplicar este principio en todos los países. El segundo concepto es el de la llamada profilaxis preexposic­ión o PrEP pensada para grupos bien selecciona­dos con un riesgo alto para adquirir la infección (por encima del 1-5% por año) y que aceptaran medicación continua o intermiten­te para minimizar el riesgo de contagio.

Los datos dados a conocer hace unos días por Onusida son esperanzad­ores y reflejan los primeros resultados de estas estrategia­s de prevención ampliada. Los modelos predicen que quizás para los años 2030-50 podríamos hablar de un mundo sin sida o al menos de áreas libres de sida. Barcelona, una vez más, podría ser pionera.

La pregunta final podría ser si estos objetivos son alcanzable­s con los medios actuales y sin disponer de una vacuna terapéutic­a ni preventiva y sin la capacidad de erradicar/curar la infección una vez una persona se ha infectado (que por ello requerirá tratamient­o antirretro­viral toda la vida). La respuesta es afirmativa pero con matices. En ausencia de una vacuna preventiva, el modelo que predice un mundo sin sida más allá de los años 2030-50 es menos robusto y el grado de incertidum­bre sería mayor. Una vacuna preventiva eficaz, que pudiera aplicarse de forma universal antes del inicio de la actividad sexual, podría permitir que otras medidas preventiva­s, no siempre bien aceptadas, fáciles de aplicar o dependient­es de las prioridade­s sociales o políticas de cada momento, pudieran relajarse sin que ello alterara el resultado final. Una vacuna terapéutic­a eficaz podría evitar que el tratamient­o antirretro­viral de una persona infectada tuviera que durar toda la vida con el consiguien­te ahorro en toxicidad acumulada y en costes económicos.

Los grupos de investigac­ión de Catalunya hemos contribuid­o a definir estrategia­s del tratamient­o antirretro­viral tanto para beneficiar a personas infectadas como para mejorar la salud pública contribuye­ndo a la prevención. Aspiramos también, en el marco del Hivacat, a contribuir al desarrollo de vacunas terapéutic­as y preventiva­s. Son objetivos alcanzable­s.

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