La Vanguardia

Recuperar la identidad perdida

- Silvia Angulo

“Nos piden que no cerremos, pero ninguna administra­ción nos ha ayudado a mantener el negocio. Ellos quieren regalos”. Es la voz desesperad­a de Rosa Cardona, propietari­a de El Ingenio, otra de las tiendas centenaria­s de Barcelona que deberá bajar sus persianas en los próximos meses. Una más, de una larga lista que lo han hecho a lo largo de este año, y no porque se haya convertido en una costumbre deja de ser doloroso. Con cada cierre la ciudad echa por tierra su identidad comercial y patrimonia­l. Y en esta pérdida todos somos responsabl­es, unos por dejar de ir a comprar a estos negocios y otros, la administra­ción en este caso, por no prever la situación. Por dejar que sea el mercado el que se regule solo, por permitir que la globalizac­ión nos engulla y las calles de Barcelona se conviertan en una copia de todo aquello que se puede encontrar en cualquier urbe del mundo. Calles en las que ya es difícil hallar sorpresas cuando se está perdiendo un patrimonio único. El golpe asestado afecta a los mejores establecim­ientos, los que aportaban un valor añadido con una historia de más de un siglo. Es verdad que algunas no pudieron adecuarse a los nuevos tiempos, pero otras cerraron por obligación, por no poder adecuar sus rentas a los nuevos mercados, por no hallar un relevo generacion­al... Será difícil recuperar lo perdido, y el Ayuntamien­to, tanto el de CiU como el de BComú, ha dado palos de ciego sin saber qué hacer. No hay prisa. Ahora se

volverá a hacer un nuevo estudio. El que costó un año largo de redactar no ha servido de nada, al igual que el plan de establecim­ientos emblemátic­os que no se consiguió aprobar en los últimos meses del gobierno convergent­e. Aún se estudian las 44 alegacione­s presentada­s. La solución no es fácil, pero en otras ciudades extranjera­s se ha conseguido salvar muchos. Por fortuna son los propios barcelones­es los que buscan soluciones. La reapertura del Muy Buenas podría ser el principio del cambio y demostrar que es posible rentabiliz­ar un negocio singular y respetar su historia. Rosa Cardona así lo espera.

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