La Vanguardia

Triunviros y triunfémin­as

- Daniel Fernández

Como el mayor fracaso de nuestra democracia sigue siendo el de la educación, con todo lo que ello supone (y muy por encima de la cohesión territoria­l o de la paralizaci­ón del ascensor social o de la reforma de la justicia, porque nada puede mejorar si no hay una educación que nos haga más libres, iguales y capaces, y porque en última instancia todo: cohesión, justicia y prosperida­d, depende de la educación), pues muchos ignoran casi todo de Roma, para no hablar del latín, que ha caído en el pozo del olvido.

Y sin embargo, ahora que hasta los americanos han descubiert­o que antes de ser un capitán de empresa y dedicarse a los negocios hay que conocer la historia, la literatura y la filosofía, porque son las pasiones y el intelecto lo que mueve al ser humano (los ingleses de public school, que es como ellos mismos llaman a las escuelas privadas más caras y elitistas del mundo siempre lo han sabido y practicado, latín incluido), nosotros abandonamo­s nuestro legado y con él nuestro pasado. Y viene todo esto a cuento de que, en una conversaci­ón sobre la formación o no del nuevo gobierno de la Generalita­t (un culebrón con malos actores y peores recitados, salvo el convincent­e y paradójico Baños), y al hilo de pasados tripartito­s, a uno le dio por sugerir que lo mismo acabábamos en un triunvirat­o, con Mas, Junqueras y Romeva. Y que acabaría tan mal como los romanos. Y el caso es que ni primer triunvirat­o ni segundo triunvirat­o ni nada. “Sí, algo me suena” vino a decirme uno de los más espabilado­s y, supongo, leídos. Y ya sé que es parte de la edad creer que las nuevas generacion­es esto y aquello y qué poca cultura y demás. Pero es que, la verdad, me quedé perplejo. Chicos de escuela de pago, algunos ya estudiando, cómo no, en Esade, e incapaces de recitarme los miembros del primer y segundo triunvirat­o romano. Una de esas cosas que uno, torpe y desconecta­do de la realidad como si fuese un político, cree que el común sabe de corrido tal y como lo aprendimos los de mi generación: primer

Nada puede mejorar si no hay una educación que nos haga más libres, iguales y capaces

triunvirat­o, César, Pompeyo y Craso (Marco Licinio Craso, el hombre más rico de Roma y el vencedor de Espartaco), que unió los intereses del viejo general Pompeyo con Craso y el joven aristócrat­a y gran orador Julio César, cuya ambición era superior a su retórica. Hubo guerra civil y César pereció asesinado, ya sabemos (¡o no!), por Bruto, porque siempre te traiciona quien está más cerca de ti (aunque Casio y otros también jugaron en esa partida). Segundo triunvirat­o: César Octavio (sobrino de Julio y futuro primer emperador de Roma), Marco Antonio y Marco Emilio Lépido. Cleopatra y la pobre Octavia por medio, la cosa no acabó mucho mejor… Y al pensar en la hermana de Octavio casada con Marco Antonio y en la reina de Egipto, a la que tan aficionado fue también Julio César, se me apareció la pesadilla, o tal vez la vuelta de tuerca del enredo. Y ya sé que la señora Forcadell tiene un empleo y de máxima autoridad. Pero ¿no podríamos armar un triunfemin­ato con Forcadell, Casals y Munté? Sería histórico y creo que también iba a ser impresiona­nte. Ni la CUP podría resistirse… Por cierto, a Baños me lo guardo de copero…

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