La Vanguardia

El creador de ‘Harry Quebert’ lanza novela repitiendo a su protagonis­ta

Joël Dicker publica ‘Le livre des Baltimore’, también centrado en Marcus Goldman

- París. Servicio especial ÓSCAR CABALLERO

Es la novela de un novelista. Como en La verdad sobre el caso Harry Quebert (millón y medio de ejemplares sólo en Francia; traducido en 33 lenguas), también

Le livre des Baltimore, publicado en París, tiene protagonis­ta escritor. El mismo: Marcus Goldman. Pero en este caso, Joël Dicker –suizo, pero marcado por sus vacaciones en Estados Unidos, de los dos a los veinte años, en familia–, se centra en un drama que anuncia desde el prólogo: “Domingo 24 de octubre 2004: un mes antes del drama”.

Y sucede precisamen­te en familia: sus veranos felices, en Baltimore, hasta la irrupción de celos y envidias. Telón de fondo, el libro por escribir. “Soy el escritor. Así me conoce todo el mundo. Mis amigos, mis padres, mi familia y hasta la gente a la que no conozco pero que me reconoce, en un lugar público, y me pregunta ¿No será usted aquel escritor que...? Soy el escritor. Esa es mi identidad”.

¿Lo dice Marcus o su ventrílocu­o Dicker? Un novelista de novela, por cierto: treinta años y ya célebre y rico, guapetón y simpático, jaleado como una estrella del rock por los adolescent­es que le dieron, en Francia, el Goncourt de los alumnos de instituto, patrocinad­o por FNAC, que vendió 150.000 ejemplares de Harry

Quebert. Pero sus groupies no tienen edad. El áspero Marc Fumaroli, erudito reñido con la modernidad, fue uno de los primeros e inesperado­s lectores de Harry

Quebert. Subyugado: “Desde las primeras páginas, y es un signo, uno siente que lee una verdadera novela. Y que pasará con ella muchos días”. Y lo explicó a su manera: “Como Jonathan Littell –el autor de Las Benévolas–, Dicker vive lejos del ambientill­o literario parisino y de su ego-ficción”. Segurament­e, el elogio encendido del académico influyó para que

Harry Quebert recibiera el importante Grand Prix de la Académie Française.

Claro que para Dicker, hijo de una librera de Ginebra y de un profesor de francés, precoz hasta el punto de haber fundado, con diez años, La Gazette des Animaux y haberla dirigido durante siete años –primer galardón: redactor jefe más joven de Suiza–, las buenas noticias son habituales. Tenía veinte años cuando Le

tigre, su relato de 33 páginas, recibió el premio internacio­nal de jóvenes autores. Y a sus 25, el manuscrito de Los últimos días de

nuestros padres, rechazado por varios editores, obtuvo el premio de los escritores ginebrinos. El triunfo y los laureles forman parte de su trato con la suerte. También la facilidad para dar con padres adoptivos. Vladimir Dimitrijev­ic, fundador de la editorial suiza L’Âge d’Homme, lo toma bajo su ala: propone a su amigo, el octogenari­o Bernard de Fallois, propietari­o en París de la editorial que lleva su apellido, coeditar el manuscrito premiado. Dimitrijev­ic muere al volante, camino de París. En su memoria, De Fallois lleva adelante la coedición. Con más pena que gloria. Seis meses más tarde Dicker le manda el manuscrito de Harry Quebert. Ahí, De Fallois, con muchos aciertos en sus más de seis décadas de oficio, huele el best-seller. El éxito brutal de Harry Quebert y los en cientos de miles de euros tras las pujas en Frankfurt por traducirlo hacen de Dicker el segundo suizo en celebridad, detrás de Federer. Desde que entregara el manuscrito trabajaba en el segundo tomo de una trilogía. La vuelta al mundo de la firma de ejemplares lo perturbó. “Afortunada­mente, David Foenkinos, acostumbra­do al nomadismo, me dio el buen consejo: hay que aprender a escribir en el avión, el tren, el hotel”.

Según De Fallois, ya casi nonagenari­o pero alerta y activo, la nueva novela sufrió 65 versiones. “Es un perfeccion­ista. Y yo le advertí que si no me gustaba no lo publicaría”. Una relación curiosa. Como De Fallois es cinéfilo, Dicker –que reconoce soñar con “Ryan Gosling en Marcus y Clint Eastwood detrás de la cámara”– le delegó la respuesta frente a unas ochenta ofertas de adaptación de Harry Quebert. Al editor le ha interesado la más exótica: “Bollywood propone versión en lengua india y para India. Sin doblaje”. Podría compatibil­izarla con otra de Hollywood.

¿Como lleva la fama un suizo? Fascinado con “la pasión de los lectores y de los colegas” que cruzó en el salón del libro de Guadalajar­a, Dicker explica que gracias a Sudamérica, “donde mi novela estaba en el vigésimo o trigésimo lugar, pude compensar el mareo de las cifras europeas”. Los millones de lectores de Harry Quebert saben que el punto de partida es el tópico de la página en blanco, paradójico resultado del éxito de un primer libro. No sería el problema del autor: “Tengo seis novelas terminadas. Están en su sitio: el fondo de un cajón. Soy autocrític­o”.

Críticos como el novelista Frédéric Beigbeder o su colega Éric Chevillard (Le Monde) han denunciado las facilidade­s del nuevo Dickers, el suspenso sobreactua­do a la manera del folletín (cada capítulo termina con una supuesta sorpresa) y la sensación de que “después de tanta promesa, la caja estaba vacía”. En fin, hay demasiadas hamburgues­as, helados y tópicos de filme de Hollywood para adolescent­es en el relato de este suizo travestido en norteameri­cano.

Pero Dicker dice “no mirar al suelo sino al cielo”. De ahí la dedicatori­a de Baltimore: “À sa mémoire”. La de Dimitrijev­ic, por supuesto.

“Tengo otras seis novelas escritas, pero están en el fondo del cajón: soy autocrític­o”

 ?? LEONARDO CENDAMO/LEEMAGE ?? El novelista suizo Joël Dicker, autor del superventa­s La verdad sobre el caso Harry Quebert
LEONARDO CENDAMO/LEEMAGE El novelista suizo Joël Dicker, autor del superventa­s La verdad sobre el caso Harry Quebert

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