Gérard Depardieu publica su autobiografía ‘Inocente’
En la autobiografía que acaba de publicar, el actor francés repasa su vida
Los locos, los niños y los borrachos dicen la verdad. Y Gérard Depardieu, que es las tres cosas, además de un ogro, un lector –bulímico también en ese aspecto–, actor actualmente en Marsella de la primera serie francesa de Netflix –hace de alcalde de la cosmopolita y violenta ciudad mediterránea–, clama sus cuatro verdades en Innocent (Inocente; Cherche-Midi), a la venta en librerías desde el viernes.
Sobria confesión del actor revelado en 1974, mundialmente famoso desde hace tres décadas, tan conocido por sus interpretaciones en más de 100 películas como por sus excesos, sus pozos de petróleo en Cuba, su instalación en Bélgica, su ciudadanía rusa en el 2013. Su movilidad. Lo entrevistan en Rusia y al día siguiente está en París, detrás del mostrador de Moby Dick, su pescadería. O decanta su vino en Le Bien Décidé, su bistrot de la Rue Cherche Midi, la calle en la que tiene un palacete hoy en venta por 50 millones de euros.
Depardieu es un nómada. Sin equipaje. Salvo cuando regresa de Italia al volante de una camioneta rebosante de productos italianos: las compras que hace al otro lado de la frontera con Laurent Audiot, su amigo y chef de La Fontaine Gaillon, el restaurante gastronómico que abrió en el 2003 en una casona parisina edificada en 1672.
Lector en público de san Agustín, por quien siente devoción real, Depardieu escribe en Innocent un párrafo que parece inspirado por la masacre parisina del 13 de noviembre: “El verdadero peligro no es la fe; surge cuando el hombre, en toda su arrogancia, su perversidad y su ignorancia, interpreta los textos sagrados con el objetivo, no siempre consciente, de sustituir a Dios”.
Sabe de lo que habla: “Nací en una familia católica, pero no me bautizaron por falta de dinero”. En 1967, tras un concierto de Oum Kalsoun, se inclina por Alá. “Rezaba las cinco plegarias, visitaba la mezquita”. Con escepticismo: “El mismo fermento que produjo los textos sagrados alterna con el instinto de destrucción”.
Rara infancia: padres analfabetos de un Gérard no deseado que además, a sus 8 años, ofició de partero en el nacimiento de su hermana. “En 1960, cuando llegué a París, era incapaz de hablar. Oía tantos sonidos que no podía articular”. Un especialista le indicó el camino: “La
lectura en voz alta. Domé la emoción a través del lenguaje. Las palabras son importantes. Pero actualmente sólo expresan ataque y defensa. No hay término medio”.
Más personal: “Me reprochan mi amistad con Fidel Castro. Pero Castro por lo menos dio a su pueblo instrucción, buenos hospitales, una cultura. Es lo mínimo que se puede esperar de un gobernante. Que te respete”. Y le sorprenden las críticas por su amistad con Putin, “un exgolfo, como yo: no engaña. De Rusia me desagradaban el estalinismo y su descendencia. Pero me fascina ese pueblo de majaras, de mentirosos, de inconsecuentes. Su locura, su violencia, sus paradojas”. ¿Y Putin? “Me hubiera parecido más malsano frecuentar a los Kennedy o a su entorno”.
Una revelación: ET no nació en la mente de Spielberg sino en la del mayor director de cine indio, Satyajit Ray. “A finales de los 1980 fui a Calcuta con Toscan (du Plantier, el difunto productor). Satyajit Ray nos mostró el guión inspirado en un cuento suyo, El amigo Bankubabu, publicado veinte años antes. Un extraterrestre se hace amigo de un crío. Ese guión se perdió en algún cajón de la Columbia, del que salió ET. Pero nadie avisó a Ray de que lo rodaban ni le pagaron derechos”.
Jean Gabin, actor mítico en Francia, fue una figura tutelar. “Con Gabin aprendí muchas cosas. Sobre todo a la hora de comer, que con él era a las 11 de la mañana: entrante, pescado, caza, queso, postre. Y todo regado con mucho borgoña”. Depardieu niega ser alcohólico. “El alcohólico se oculta para beber. Yo lo hago en público. Además, la dependencia del alcohol es triste. ¿Por qué limitarse a beber si uno puede ser adicto a la droga, al sexo, al salchichón, al ajo, a las chuletas de cerdo y a los textos de san Agustín?”.
“De Rusia me fascina ese pueblo de majaras, de mentirosos, de inconsecuentes”