La Vanguardia

Los de Benítez se imponen al Eibar con más lucha que brillo

El equipo de Benítez gana con mucho trabajo y ningún brillo a un Eibar sin remate

- CARLOS NOVO

El Madrid necesitaba la victoria como el respirar y la encontró en Ipurua, donde tuvo que vencer la dura resistenci­a de un Eibar que le planteó una gran batalla en el centro del campo, pero que careció de remate, un pecado letal contra los blancos y que acabó pagando. Keylor Navas vivió una de las tardes más plácidas del campeonato. Ni una vez le tiraron a puerta y al Madrid le bastó con aprovechar alguna de sus pocas oportunida­des para llevarse los tres puntos y evitar seguir desenganch­ándose de la Liga.

Con la zaga hecha unos zorros por las ausencias de Ramos, Marcelo y Varane, lo mejor del Madrid fue precisamen­te su estructura defensiva. No concedió nada. Benítez se dejó de florituras, sacó un once guerrero, con el extraño cambio de Mateo Kovacic por Casemiro. El brasileño llevaba cosechando elogios toda la semana. Sin venir a cuento, Benítez le dejó en el banquillo, como si quisiera rebajarle los humos, una decisión tan inexplicab­le como su ausencia del clásico.

Da la sensación de que algunos jugadores entran y salen del equipo por algún arcano que sólo conoce Benítez. El caso es que Kovacic estuvo bastante bien y el Madrid entró en el juego de trincheras que le propuso el Eibar sin perderla la cara al juego en ningún momento. Mendilibar, con el presupuest­o más bajo de la cate- goría, no se traicionó a sí mismo. Tiró muy arriba la línea de atrás y el partido se jugó en 40 metros.

El Madrid entró en la batalla más bravo que talentoso. No es- condió la pierna pero sí se echó de menos alguien que dejara un detalle de talento. El Madrid fue poco Madrid y mucho Eibar. Sin Isco, con James confundido allí no había nadie que diese un pase profundo en el centro del campo. Lo intentaba una y otra vez Modric, pero no conectaba con Bale y Cristiano, que no tenían espacios y eran dos islas sin conexión.

La batalla del centro del campo era tan intensa que el juego no tenía control y apenas había oportunida­des. El Madrid encontró la vida en una acción a balón parado a dos minutos del descanso. Por una vez Benítez hacía de Simeone y el Madrid de Atlético. Esta vez no eran Koke y Godín, pero casi. Sacó un saque de esquina en corto Modric para James y el centro del croata fue cabeceado con la coronilla por Bale, que no marcaba desde sus dos goles al Betis el 29 de agosto, que ya es tiempo.

Con el gol a favor, la segunda parte fue más liviana para el Madrid. El Eibar no renunció a su estilo y el Madrid se dedicó más a contener que a buscar la sentencia. Por más que Mendilibar fue refrescand­o al equipo, al cuadro armero el aire le duró veinte minutos. El Madrid fue sintiéndos­e cada vez más cómodo y acabó tirando contras. La entrada de Lucas Vázquez por James resultó definitiva. Casi en su primera acción el gallego fue derribado en el área por Dani García y Gil Manzano pitó penalti. Lo tiró Cristiano con serenidad y consiguió el gol de la tranquilid­ad. Fue lo mejor de un Cristiano que antes había fallado un par de mano a mano. El portugués sigue poco fino.

No hubo más resistenci­a del Eibar, que firmó el armisticio. Entraron Casemiro y Benzema y el Madrid se recreó en la suerte sin sufrir por fin en los últimos minutos. Aún pudo marcar el francés el tercero, pero su remate se le fue por muy poco a fuera.

Respira el Madrid con la victoria, a salvo de contratiem­pos como los del pasado miércoles en Lviv ante el Shakhtar. Tiene ahora el equipo y Rafa Benítez un calendario favorable para ir restañando heridas. El miércoles le espera el Cádiz en el Carranza, ya en la Copa del Rey, y luego recibe el sábado al Getafe en el Bernabeu en la Liga. Compromiso­s en principio favorables. Lejos de enamorar, el Madrid cumple y espera tiempos mejores.

EL GOL DE BALE Bale abrió el marcador con un cabezazo a dos minutos del descanso, su primer gol desde el 29 de agosto SIN CASEMIRO Benítez sorprendió a todos al quitar a Casemiro del once sustituyén­dole por el croata Mateo Kovacic

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JUAN HERRERO / EFE Gareth Bale recibe el abrazo de sus compañeros tras marcar el gol que inauguró el marcador en el campo del Eibar

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