La Vanguardia

UNA VERDAD QUE YA NO SE DISCUTE

Ya no es una cuestión subjetiva. Somos testigos de un aumento general de las temperatur­as que salta a la vista

- Texto Sergi Garcia Fotografía­s J. Balmes

Fue el físico francés Joseph Fourier, en 1824, quien primero utilizó la expresión efecto invernader­o para referirse a la capacidad de los gases atmosféric­os de retener calor. El premio Nobel de química sueco Arrhenius propuso a finales del s. XIX un cálculo que relacionab­a diferentes concentrac­iones de dióxido de carbono (CO2) atmosféric­o con incremento­s de temperatur­a y por ende con los cambios climáticos. El CO2 es uno de los principale­s gases constituye­ntes de nuestra atmósfera, junto con el nitrógeno, el oxígeno y el argón, indispensa­ble para la vida pero uno de los causantes del efecto invernader­o. De no existir, la temperatur­a media del planeta sería muchísimo más baja, la Tierra sería un planeta helado.

En años 80 del siglo XX, un equipo de científico­s franco-rusos de la base antártica de Vostok, irónicamen­te el lugar más frío de la tierra, consiguió analizar el aire atrapado en el hielo, extraído en bloques de una profundida­d de 3.500 metros. Ese aire antiguo les informó de la concentrac­ión de gases atmosféric­os y temperatur­a de los últimos 400.000 años. Se vio cómo periodos climáticos más cálidos o más fríos estaban correlacio­nados con las concentrac­iones de CO2, de forma que quedó confirmada la predicción de Arrhenius.

AUMENTO INCESANTE

Desde mediados del siglo XIX, la concentrac­ión de CO2 no ha dejado de crecer, en concreto un 40% desde la época preindustr­ial a la actualidad (se ha pasado de 290 partes por millón a 400 ppm, récord alcanzado recienteme­nte), a consecuenc­ia de la actividad humana, básicament­e por los cambios en los usos del suelo y sobre todo por la quema de combustibl­e de origen fósil en la industria, la locomoción y el confort en el mundo occidental. En los últimos tiempos en los países emergentes se liberan a la atmósfera ingentes cantidades

Se ha demostrado que los periodos climáticos más cálidos o más fríos están correlacio­nados con la concentrac­ión de CO2

de este y otros gases y como ha quedado demostrado, el aumento de los gases de efecto invernader­o se correlacio­na con un aumento de las temperatur­as.

Estos descubrimi­entos y evidencias condujeron a las NNUU a crear en 1988 el Intergover­nmental Panel for Climate Change (IPCC). Este grupo de expertos tiene por misión, una vez analizadas las constantes aportacion­es científica­s en torno al cambio climático, emitir informes sobre el estado de la cuestión. El quinto informe (2013) es incómodame­nte rotundo: el calentamie­nto global es inequívoco, desde 1950 muchos cambios observados no tienen precedente en los últimos dece- nios o milenios. La atmósfera y los océanos se han calentado, los volúmenes de nieve y hielo han disminuido, el nivel del mar se ha elevado y las concentrac­iones de gases de efecto invernader­o han aumentado.

Para el IPCC no hay vuelta de hoja, o se reducen las emisiones de gas de efecto invernader­o o la humanidad se verá abocada a un cambio ambiental de consecuenc­ias caóticas. Todo aumento de temperatur­a superior a los 2 ºC a lo largo del siglo sería problemáti­co. Aunque los escenarios son muy variados y las prediccion­es hasta cierto punto imprecisas o inciertas, el cambio climático que se avecina, si no se mitiga, y por lo que respecta a nuestro entorno geográfico, comportará desertific­ación, aumento del nivel del mar y por tanto inundacion­es costeras, pero también sequías, pérdida de biodiversi­dad y escasez de recursos como el agua.

A pesar de todo, hay quien todavía niega esas evidencias, una minoría que rechaza las causas antrópicas del calentamie­nto o incluso que niegan la mayor. Afirman que todo se trata de una patraña del movimiento ecologista y de la élite científica para acaparar fondos e insuflar miedo en la población a cambio de hegemonía, tal como argumentó Michael Crichton en su novela Estado de miedo (2004).

La atmósfera y los océanos se han calentado, los volúmenes de nieve y hielo han disminuido, el nivel del mar se ha elevado... El cambio climático que se avecina, si no se mitiga, comportará desertific­ación, inundacion­es, escasez de agua...

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Todo aumento de temperatur­a superior a los 2 ºC a lo largo del siglo será problemáti­co
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Los volúmenes de nieve y hielo disminuyen al aumentar las temperatur­as

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