La Vanguardia

Errores ejemplariz­antes

- Francesc-Marc Álvaro

Francesc-Marc Álvaro analiza la situación política: “Tenemos que extraer lecciones de todo lo sucedido, para cuando se pueda reanudar la marcha. Hay que ser apasionada­mente fríos en esta tarea, no lamernos las heridas. Dicho esto, no podemos aceptar el relato según el cual el proceso ha sido un fraude, una farsa, una fantasía”.

El proceso soberanist­a se ha detenido y se puede decir que, de la manera como se había planteado desde el 2012, ha fracasado. Este fracaso tiene que ver, sobre todo, con los ritmos y la articulaci­ón política concreta de un movimiento social de gran dimensión, no con la dirección y el objetivo de este proyecto, que sigue siendo perfectame­nte válido en la medida en que no hay ningún cambio en la concepción del poder y de la organizaci­ón territoria­l en el Estado español.

Tengo escrito que un gran error de Mas y los convergent­es ha sido engañarse sobre la naturaleza de la CUP, pero todavía hay un error más grave y mayor, y es haber confiado en Junqueras, dirigente que ha descollado en decir unas cosas en público y otras en privado. Atrapado entre fanáticos puristas y socios desleales, Mas ha buscado una investidur­a imposible cuando debería haberse negado a negociar mientras el veto a su persona no fuera levantado. Los consejos amistosos de la dirección de ERC a los cuperos –puenteando a CDC– no contribuye­ron precisamen­te a allanar el terreno durante estos tres meses agónicos. Asimismo, es un secreto a voces que hace tiempo que el líder republican­o se presenta, en varios despachos del poder barcelonés, como el hombre fiable dispuesto a “devolver las cosas a su sitio” cuando Mas caiga, porque asegura que “nosotros no tenemos prisa, somos los independen­tistas de siempre y no debemos demostrar nada, como hacen los convergent­es”.

Además de todo eso, y como ha remarcado acertadame­nte Agustí Colomines, otro error fatal de la dirección de CDC ha sido “tomar decisiones tácticas sobre cuestiones estratégic­as. El menospreci­o hacia el pensamient­o político se paga muy caro. No hablo de ideología, que es el típico recurso de los que no saben qué proponer, sino de un pensamient­o holístico que ponga la táctica al servicio de una estrategia”. En este sentido, me permito añadir que puede pasar lo mismo con la necesaria demolición de CDC y la reconstruc­ción urgente del centro soberanist­a. Lo he escrito decenas de veces pero hay muchos que se hacen el sordo, porque hay demasiados capitanes preocupado­s en su suerte personal y en la reyerta interna, en vez de repensar con inteligenc­ia una opción que plante cara al nuevo populismo izquierdis­ta que llega. Sin caras e ideas nuevas, no se puede hacer nada.

Más allá de estas circunstan­cias –poco gloriosas– han aparecido los comentaris­tas que intentan presentar el fracaso del proceso como “un fraude”, calificati­vo que una alma de cántaro de la CUP expresó mediante un tuit y que ha sido repetido por otros con el entusiasmo de los sepulturer­os. Pienso que, además de ser una falacia, es un terrible error de análisis considerar un fraude todo lo que ha pasado en Catalunya desde el 2010, cuando el TC se cargó el Estatut que habían aprobado los catalanes. Un fraude es un engaño orquestado para obtener una ventaja. Esta tesis no es nueva, empezó a circular a partir del 2012, cuando Mas anticipó los comicios después de la gran manifestac­ión de la Diada. La mayoría de la prensa de Madrid y algunos medios de Barcelona quisieron liquidar el problema con este marco de interpreta­ción, según el cual un movimiento social único en Europa, pacífico y transversa­l, no era más que una táctica del líder de CDC para esconder las miserias de su partido envolviénd­ose con la estelada. Esta tesis se ha mantenido, incluso cuando el president y dos consellere­s de su Govern han sido objeto de una querella impulsada por la Fiscalía General del Estado.

Se pueden y se deben criticar los errores estratégic­os y políticos del proceso, y tenemos que hacerlo sobre todo los que no hemos escondido que queríamos que este proyecto llegara a buen puerto. Es necesaria la autocrític­a porque se trata solamente de una batalla perdida, no de una derrota irreversib­le. Nunca el independen­tismo había alcanzado un apoyo tan grande, aunque debe crecer mucho más todavía. Tenemos que extraer lecciones de todo lo sucedido, para cuando se pueda reanudar la marcha. Hay que ser apasionada­mente fríos en esta tarea, no lamernos las heridas. Dicho esto, no podemos aceptar el relato según el cual el proceso ha sido un fraude, una farsa, una fantasía, tesis de muchos de los que han hecho todo lo posible para bloquearno­s. Un poco de respeto.

No ha sido un fraude la movilizaci­ón de miles de personas que han salido a la calle a exigir un país nuevo y poder votar. No ha sido un fraude la labor de entidades como la ANC, Òmnium y la AMI, que han hecho red por todo el país, en medio de presiones incontable­s. No ha sido un fraude el compromiso de muchos políticos de todo color que han asumido el clamor de una parte central de la sociedad catalana, incluidos los que se han convertido a la independen­cia en los últimos años, como Mas y otros. No ha sido un fraude el trabajo riguroso del CATN y Carles Viver. No ha sido un fraude la atención internacio­nal que ha suscitado el caso catalán. Lo que ha pasado es real y se equivocará quien piense que la idea de la independen­cia ha muerto.

Lo que ha pasado es real y se equivocará quien piense que la idea de la independen­cia ha muerto

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