La Vanguardia

El PNV tiene el llavín

- Enric Juliana

Los nacionalis­tas vascos tienen en sus manos la hipótesis Sánchez, y a su vez podrían ayudar a Rajoy

La noche del 20 de diciembre, Andoni Ortuzar Arruabarre­na entró en el vestíbulo de Sabin Etxea con los brazos en alto, como si el Partido Nacionalis­ta Vasco fuese el gran ganador de las elecciones. En la elegante sede central del PNV en el barrio de Abando de Bilbao, construida en el solar donde se levantaba la casa natal de Sabino Arana Goiri, reinaba la satisfacci­ón, pese a la sorprenden­te entrada en escena de Podemos como partido más votado en el País Vasco.

El periodista Ortuzar, desde el 2013 presidente del Euskadi Buru Batzar, órgano directivo del viejo partido vasco, tenía motivos más que sobrados para mostrarse eufórico. El PNV acababa de obtener un notable resultado –pese a la sorpresa Podemos– y una espléndida posición en el tablero.

Buen resultado en cifras: tresciento­s mil votos y seis diputados. Primera posición en Bizkaia, segunda en Gipuzkoa, tercera en Álava. Tres puntos menos que en el 2011, un retroceso nada comparable a la significat­iva marcha atrás del PSE-PSOE y al fuerte bajón de la izquierda independen­tista agrupada en torno a Bildu.

El País Vasco está envejecien­do a mayor velocidad que el resto de España. La natalidad es baja y el porcentaje de inmigrante­s en una población de dos millones de habitantes se sitúa por debajo de la media. El PNV es imbatible entre la gente madura y los cuadros dirigentes. Es el Partido del Concierto. Es el partido de la estabilida­d, al que vuelve a votar gente de orden que se había ido al PP. Y de pronto, emerge Podemos, afeitando en seco al PSOE y a Bildu. La distancia entre los nacionalis­tas y Bildu se ha agrandado. En el 2011 era de cuatro puntos, ahora casi llega a diez. En las elecciones al Parlamento vasco previstas para otoño, Podemos difícilmen­te va a desbancar al PNV.

Victoria estratégic­a. Óptima posición en el tablero y flaqueza de los programas adversos al concierto foral, ya que el PP no puede ser totalmente condiciona­do por el uniformism­o de Ciudadanos. Este era el escenario más temido en Sabin Etxea antes del 20-D.

Los seis diputados peneuvista­s pueden tener mucho juego. Puesto que la suma de las izquierdas (PSOE, Podemos, IU) no supera a la suma PP-Ciudadanos, el voto afirmativo de los nacionalis­tas vascos sería imprescind­ible para la investidur­a de Pedro Sánchez y para la estabilida­d de un hipotético gobierno socialista en minoría. En este cuadro, el PNV también puede condiciona­r a los soberanist­as catalanes, marcando la pauta de un eventual regreso de CDC y ERC al pactismo.

Sánchez no puede hacer nada sin el apoyo del PNV –partido no independen­tista–, y el grupo parlamenta­rio que dirigirá Aitor Esteban podría moverse en dirección contraria, ofreciendo su abstención al Partido Popular, para empujar a los socialista­s en la misma línea. El Euskadi Buru Batzar ha mantenido una excelente relación y comunicaci­ón con Pedro Sánchez desde su elección como secretario general.

El PNV no tiene la llave que todo lo abre, pero sí el llavín.

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LUIS TEJIDO / EFE Andoni Ortuzar, presidente del Partido Nacionalis­ta Vasco, durante la noche electoral del 20-D
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