Chavismo contra democracia
VENEZUELA ha empezado a construir un futuro institucional distinto al del periodo chavista. El martes juró su cargo como presidente de la Asamblea Nacional Henry Ramos Allup, veterano político socialdemócrata, integrado en la alianza opositora MUD. Cobraba así cuerpo un nuevo Parlamento, emanado de las elecciones legislativas del 6 de diciembre, en las que la oposición logró dos tercios de los votos, por un tercio el chavismo. El mandato de los venezolanos fue inequívoco. El régimen fundado por Hugo Chávez y continuado, a su muerte, por Nicolás Maduro, ya no goza del favor popular. La caída de los subsidios (consecuencia de la del precio del petróleo), el desabastecimiento de productos básicos, una inflación galopante y un alto nivel de inseguridad son favores que contribuyeron a la caída del chavismo. Venezuela sabe que no será fácil remontar la situación económica. Pero quiere intentarlo. Y es por ello que ha confiado en la todavía llamada oposición, pese a su clara victoria de diciembre.
Ocurre, sin embargo, que el chavismo no parece tener la menor prisa para facilitar la entrega del poder real. Si no hubiera cambios legales, Maduro podría mantenerse como presidente tres años más. Y todo indica que no le importaría agotar ese mandado. Es más, en la medida de lo posible parece dispuesto a impedir que los vencedores de los comicios ejerzan el poder obtenido en buena lid democrática. Si bien Maduro ordenó a los suyos que no impidieran la sesión parlamentaria del martes, lo cierto es que los congresistas chavistas tuvieron una actitud levantisca hasta que se retiraron del hemiciclo. Y también que obstaculizaron la toma de posesión de tres diputados opositores, para así mellar los dos tercios conquistados en las urnas.
Naturalmente, los ganadores de las elecciones quieren aplicar su programa, que incluye la amnistía de los líderes opositores encarcelados, el cambio de gobierno y el desmantelamiento del régimen chavista, que intenta reforzar su presidencialismo, restando potestades al Parlamento. La última prueba de ello se produjo el lunes, cuando Maduro acaparó para sí el control del banco central, que estaba en manos del Parlamento.
Huelga decir que la renuencia del chavismo a ceder un poder que los venezolanos ya no le reconocen es injustificable. Puede atrincherarse en los ámbitos de poder que conserva y boicotear los restantes. Pero este proceder, en términos históricos, no hará sino minar cualquier expectativa de futuro e incluso sus logros pretéritos. La democracia no se sirve con soflamas y retórica hueca, sino respetando la voluntad popular.