La Vanguardia

Odio atávico

- Pilar Rahola

Este corto espacio no permite explicar los motivos del odio gestado durante catorce siglos entre suníes y chiíes, un odio primariame­nte religioso pero que esconde una lucha enconada por el dominio del territorio y sus recursos. En el proceso, mucha guerra y muerte. El propio Al Wahhab, fundador del wahabismo saudí, alentó auténticas masacres contra los chiíes, y para muestra el asedio de Karbala el día de la fiesta de la Ashura de 1802, donde murieron miles de personas. El suma y sigue es cuantioso en violencia y arrecia desde la revolución de los ayatolás en 1979, que significó la llegada al poder de los chiíes en Irán. En genérico, el mapa de la confrontac­ión sitúa a los chiíes con mucho o bastante poder en Irán, Iraq, Siria, Líbano, Afganistán, Pakistán y Palestina a través de Hamas. Además existe el endémico conflicto en el Yemen entre la población chií de los hutíes y los suníes que ejercen el poder. Un conflicto que hoy por hoy está en plena ebullición bélica, con Arabia Saudí bombardean­do posiciones, más de diez países implicados e Irán a la zaga. Y, por el camino, tanto Al Qaeda como el Daesh, ambos suníes, añadiendo pólvora; de ahí las letales alianzas de unos y otros en la guerra de Siria.

En este gran hervidero del infierno, Arabia Saudí ha decidido despertar al demonio ejecutando al clérigo chií opositor Nimr Baqr al Nimr, tío del joven

En este hervidero del infierno Arabia Saudí ha despertado al demonio ejecutando al clérigo chií

Ali al Nimr, condenado a su vez a decapitaci­ón y exhibición de su cadáver crucificad­o por haberse manifestad­o contra el régimen. En el mismo afán ejecutor decapitaro­n a 46 opositores más. Son las barbaries de la tierra de los Saud, tan amigos de los reyes de por aquí y de todo Occidente que incluso presiden la comisión de derechos humanos de la ONU. En este sentido, la desvergüen­za de las Naciones Unidas no puede ser mayor. Y, como era de esperar, después de la ejecución de Al Nimr, manifestac­iones en Irán, quema de embajadas, retirada de los embajadore­s suníes... el inicio del caos. Es decir, si en algún lugar del mundo se puede aplicar la ley de Murphy, sin duda es en esta región, porque es evidente que todo lo que puede salir mal saldrá mal. Y por rematar..., Libia cayendo a pedazos en manos del Daesh.

Más allá de este breve resumen, poco por añadir excepto lo alertado tantas veces: el desastre al que nos abocamos. Por un lado, la complicida­d del mundo libre con las dictaduras del petrodólar sumada a la maldad de estos regímenes fascistas, más la promoción del islamismo radical a la que dedican millones de dólares, más los vasos comunicant­es con el yihadismo asesino; por el otro, el flanco chií, igualmente radical, despótico y violento, y ahora convertido en aliado táctico y en fuente de negocios. Todos los ingredient­es posibles para que Oriente Medio estalle en una explosión cuyas consecuenc­ias son inimaginab­les.

Esto pinta mal, tanto que sólo puede empeorar.

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