¿Puede volver a suceder?
En pocos días, si todo va bien, habrá finalizado la fase de transmisión humana del virus del Ébola en los tres países de África Occidental que han sufrido la peor epidemia de la historia de esta enfermedad. No habrán desaparecido ni el virus ni la enfermedad. El virus del Ébola se retirará a su reservorio animal natural, probablemente un murciélago, a la espera de una nueva oportunidad para saltar a la especie humana y provocar otra epidemia.
Las condiciones son favorables para ello en muchas zonas de África: falta de infraestructuras para la vigilancia epidemiológica, falta de sistemas sanitarios sólidos y dotados adecuadamente de profesionales, pobreza extrema, inestabilidad política, corrupción y escasa credibilidad de las autoridades. El virus ha causado esta epidemia gracias también a otros factores: extensión de la enfermedad a zonas urbanas muy pobladas, movilidad de la población y falta de respuesta rápida y eficaz de los organismos sanitarios internacionales, excepción hecha (notable y loable) de algunas oenegés, especialmente MSF. La investigación biomédica ha proporcionado algunos tratamientos (de eficacia cuestionable) y el desarrollo de varias vacunas, alguna con resultados esperanzadores. El control de un nuevo brote de ébola pasará por la mejora de los sistemas sanitarios locales y por la utilización de una vacuna eficaz.
Hemos aprendido muchas cosas y sabemos que hemos de mejorar aún más nuestra capacidad de respuesta, tanto local como internacional. Existen varias amenazas biológicas, reconocidas por la OMS: enfermedad del Ébola o de Marburg, SARS (síndrome respiratorio agudo grave), MERS (síndrome respiratorio de Oriente Medio), Nipah, fiebre de Lassa, fiebre del valle del Rift y fiebre hemorrágica del Congo-Crimea, a las que cabría añadir la gripe aviar. Hay que destinar los recursos necesarios para poder hacer frente a estos peligros reales y actuales. Sólo así podremos hacer bien nuestro trabajo: intentar prevenir, evitar y controlar nuevas epidemias.