La Vanguardia

La construcci­ón de la Universita­t

- LLUÍS PERMANYER M. SALA / IMAGEN CEDIDA POR EL ARXIU FOTOGRÀFIC DE BARCELONA

Esta fotografía de 1863 revela el proceso de construcci­ón de la que se dio en llamar la Universita­t Literària. Era un indicio del convencimi­ento que la colonizaci­ón del Eixample era una aventura posible, que no una utopía condenada al fracaso.

El nacimiento de este edificio fue lento, inseguro y dificultos­o. Vale la pena relatarlo por sus pasos contados.

Fue en 1860, el año del nacimiento oficial del nuevo barrio, cuando el arquitecto Elies Rogent recibió el encargo de proyectar el edificio de la Universita­t.

Su primer impulso fue aceptar una situación que parecía consumada: aprovechar el lugar en el que se había acogido durante la última etapa; era a todas luces una situación de precario: acomodarse como pudo en el antiguo convento del Carme. Y ahora se trataba de repetir en cierto modo la misma operación.

El plano que elaboró Rogent suponía el derribo de la vieja estructura conventual; aprovechab­a gratis el solar, detalle nada banal; proponía algunas correccion­es urbanístic­as. Sospecho, con todo, que al reflexiona­r, lápiz en mano, Rogent se percató de que pese a todo era un espacio chico, y lo comentó a quienes podían enmendar la situación.

De ahí, pues, que a principios de 1861 el gobernador civil convocara una reunión de profesiona­les: Elies Rogent, Francesc Daniel Molina e Ildefons Cerdà. Rogent, en calidad de autor; Molina, por ser arquitecto con responsabi­lidad provincial, y Cerdà, el padre del Pla del Eixample. Y cada uno le expuso cuál podía ser, a su leal saber y entender, el lugar donde mejor debía ser levantada la Universita­t.

Rogent: a la salida de La Rambla y a la izquierda del que fue Portal de Isabel II; era, para entenderno­s, la zona en la que luego nacerá la plaza de Catalunya.

Molina: cabe el Portal Nou, en el gran espacio que se pensaba destinar a jardín botánico; para orientarno­s, donde se alzará el palacio de Justícia.

Cerdà: en la futura plaza Tetuan, pues estimaba fundamenta­l que diera frente a un eje viario que estimaba de primera magnitud, el de la Gran Via de les Corts Catalanes, con sus 50 metros de anchura.

Al percatarse el gobernador de tanta disparidad de criterios y ser lego en la materia, fue prudente: convocó a los tres a una nueva reunión, presidida por el más afectado: el rector de la Universida­d.

Se llegó al consenso de elegir la que será la plaza Universita­t, decisión que reconocía la argumentac­ión defendida por Cerdà, que veía su tesis mejorada al rendir también en aquel espacio una ronda que el estimada fundamenta­l, por su conexión con las demás y la relación entre la ciudad antigua i el Eixample.

El proyecto de Rogent había sido inspirado, según la perspicaz interpreta­ción de Pere Hereu, por el impacto que le había causado el estilo del arquitecto Friedrich von Gärdner y sobre todo su biblioteca Estatal de Munich, a raíz del viaje que había efectuado en 1855 por Alemania.

La construcci­ón no resultó fácil. Tres veces quedó desierta la subasta de adjudicaci­ón, hasta que el 24 de abril de 1863 por fin se concedió: al empresario Fontserè. La actividad docente se comenzó a impartir en 1871, pero el edificio no fue cumplidame­nte terminado hasta 1889.

El lugar se reveló como un acierto enorme y la bondad del edificio se confirma por el hecho de haber llegado casi respetado hasta hoy.

La elección del lugar fue fruto del debate entre Rogent, Molina y Cerdà

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La Universita­t y su entorno ofrecían este aspecto en 1863, al nacer el Eixample
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