Comedia mediterránea
La segunda temporada de El chiringuito de Pepe (Tele 5) mantiene la simpatía costumbrista de la primera. Sergi Roca, el prestigio chef interpretado por Santi Millán, tiene que asumir la herencia de un local de fritanga arruinado y el descubrimiento de su padre biológico (que ningún miembro de la Asociación Anti-Spoiler se escandalice: lo que cuento se resume en el primer minuto). Este toque de folletín es el punto de partida de un argumento que sigue funcionando gracias, sobre todo, al perfil de los personajes y a los intérpretes que los hacen creíbles. Las tramas ambientadas en la cocina son más interesantes que los conflictos del pueblo (Peñíscola), con luchas de poder de baja intensidad y el entramado habitual de intercambios sentimentales. Explotando el filón de la llegada de un extraño a un pueblo (desde Doctor Mateo hasta Calabuch pasando por Doctor en Alaska o Everwood), El chiringuito de Pepe ha tenido el acierto de incorporar nuevos personajes para renovar las tramas. El más prometedor es un chef vasco de disciplina prusiana y lengua diabólica encargado de imponer nuevos hábitos de trabajo en un chiringuito acostumbrado a un nivel de competitividad tirando a nulo. Al vasco redentor lo interpreta Karra Elejarde, que mantiene el inevitable perfil de 8 apellidos vascos pero combinado con una mala leche psicopática que recuerda la del instructor de La chaqueta metálica, y, en la cocina, los hábitos megalómanos del chef interpretado por Bradley Cooper en Burnt. La misión de este instructor será titánica y en el contraste entre la cocina negligente y el perfeccionismo sofisticado que busca desesperadamente salvar el negocio con una estrella Michelin se debatirá la sustancia más entretenida de la serie. Lo que pasa fuera del local es pura guarnición, necesaria para la rentabilidad del metraje pero perjudicial para el resultado final. Y, para no perder la tradición de utilizar un lenguaje que todos podamos entender, a Elejalde los guionistas le regalan réplicas dignas de Quentin Tarantino. Después de probar un plato, Elejalde dice: “Yo he comido cosas que después de haber cagado aún estaban vivas”. Lástima que, después de este capítulo, no apareciera Xevi Verdaguer para analizar el fenómeno desde el punto de visto de la ciencia psiconeuroinmunoendocrinológica.
‘L’EMBARRAS DU CHOIX’. Una de las consecuencias de multiplicar las plataformas de acceso a bancos de contenidos audiovisuales es que la oferta se multiplica hasta el infinito. Si comprar una corbata ya es difícil, escoger qué película quieres ver entre las diez mil que te ofrece cualquier web legal (ya no digamos las piratas) paraliza y angustia. La posibilidad de rectificar el error es una tentación demasiado grande y hace tiempo que muchos espectadores se dan cuenta de que ven cada vez más principios de películas y menos finales porque se cansan enseguida. Y como pueden abandonarlas para empezar otra sin sufrir penalización alguna, pues lo hacen. A partir de ahora, cuando dos personas interesadas en películas y series se encuentren, ya no hablarán tanto de las que han visto o de las que no han visto sino de las que han visto empezar y las que han visto acabar.
Lo que pasa fuera del local es pura guarnición, necesaria para la rentabilidad del metraje, pero perjudicial para el resultado final