Una antigua relación
El leridano Eugenio Nadal era una joven promesa literaria vinculada a la revista Destino que murió en 1944, con veintiocho años. En homenaje a su memoria, los responsables de la revista y la editorial homónima –Ignacio Agustí, Josep Vergés y Joan Teixidor– decidieron dar su nombre al premio de novela que lanzaban con el fin de descubrir nuevos valores. Dos hermanos de Eugenio Nadal se convertirían, con los años, en figuras claves de La Vanguardia: Santiago, que llegaría a ser subdirector, además de líder de la oposición monárquica al franquismo en Catalunya, y Carlos, responsable durante decenios de la prestigiosa sección de internacional .
En el jurado del primer premio Nadal, que recayó en la novela de Carmen Laforet Nada, tuvo un papel relevante el crítico, ensayista y agitador cultural Juan Ramón Masoliver, quien se mantuvo en él más de cuarenta años (en 1986, cuando lo obtuvo Manuel Vicent, era el único superviviente del jurado inicial). Masoliver desempeñó también mucho tiempo, desde los años cincuenta a los ochenta, la jefatura de nuestras páginas literarias.
Firmas vinculadas al diario como Sebastià Juan Arbó, Luis Romero o Francisco Umbral, recibieron el premio. Y galardonados como Delibes pasaron a colaborar en sus páginas. Algo parecido ocurriría con el premi Josep Pla, que en sus primeras convocatorias reconoció a Terenci Moix y Baltasar Porcel.
Un subdirector de este rotativo y también miembro del jurado, Lorenzo Gomis, me envió a cubrir mi primer Nadal en 1980, algo que recordé cuando tuve el privilegio de ganarlo en el año 2013. Otro jefe al que reporté en varias ocasiones sobre la noche del 6 de enero, Lluís Foix, consiguió ayer, estoy seguro que muy merecidamente, y con un libro sobre
La Vanguardia, el Josep Pla.
Los hermanos de Nadal, Santiago y Carlos, fueron firmas de este diario, como lo es Lluís Foix