Un clásico de hoy
La evolución de la música a partir de la segunda mitad del siglo XX y hasta hoy mismo habría sido muy diferente sin la figura verdaderamente proteica del compositor francés Pierre Boulez. Su actividad artística e institucional alcanzan una presencia y relevancia determinantes no sólo en el terreno musical sino también en el ámbito de la cultura y el pensamiento contemporáneos, convirtiéndose en una de las figuras más influyentes de nuestro tiempo. Y eso puede aplicarse a todas las vertientes en que ejerció a lo largo de su larga y fecunda trayectoria, como compositor en primer lugar, pero no en menor medida como director, organizador y promotor de incontables proyectos –con la creación del Ensemble Intercontemporain y el Ircam como hitos más destacables–. Un verdadero maître à penser, autor de varios libros y ensayos de gran interés teórico, analítico, estético y sociológico, que recogen sus posiciones –a menudo controvertidas, en ocasiones dogmáticas, pero siempre inteligentes e incisivas, que el paso del tiempo ha ido modulando– de las que podría afirmarse algo parecido a lo que podemos decir de los escritos y opiniones de Stravinsky: incluso cuando no podemos compartirlas iluminan con singular perspicacia los problemas que se señalan.
De su obra creativa querría retener hoy obras maestras como los ciclos vocales Le soleil des eaux i Pli selon pli, las tres Sonatas para piano, obras camerísticas como Dérive i Mémoriale (emotiva miniatura integrada en ... explosante-fixe...), la monumental work in progress Répons, que dejó una fuerte impronta en todos los que tuvimos el placer de escucharla en Barcelona bajo su dirección, o las extraordinarias Notations, ejemplo deslumbrante de la capacidad de proliferación de su lenguaje en el medio orquestal, desplegando todas ellas un gran refinamiento tímbrico y armónico, puntuado por eclosiones flamboyants.
Como director, ha sobresalido en la música de la modernidad pero ha sabido igualmente conferir una luz nueva y plenamente idiosincrática a obras inscritas en el gran repertorio; su tarea al frente de la Filarmónica de Nueva York y de la Sinfónica de la BBC supusieron un referente en la renovación de la programación de estas grandes instituciones musicales, dinámica que después fueron asumiendo otras formaciones de primer nivel. Pero sería sin duda la fundación del Ircam donde su semilla daría los frutos más destacables, tanto con respecto a la creación como a la formación, abriendo nuevos caminos –y poniendo las herramientas necesarias– para la investigación musical contemporánea.
De su producción ensayística, destacar el volumen Par volonté et par hasard, rico en ideas y pródigo en observaciones sugerentes: la correspondencia con John Cage que apunta al corazón de una de las grandes encrucijadas estéticas de la época, y sus notas sobre la Tetralogía, un apasionante recorrido analítico del opus magnum wagneriano paralelo a la célebre producción de Chéreau para Bayreuth.
Boulez puso la música en el centro de los grandes debates culturales de la sociedad. Sólo por este hecho, y más allá de su inmenso y perdurable legado, todos nos sentimos en deuda con él.