Lo que el viento se llevó
A los genios se les analizan todos los gestos. Dicen de Romário que se sabía que aquella noche sería la suya (futbolísticamente) si, en el momento de atarse las botas, levantaba la cabeza y participaba de la conversación. Si permanecía cabizbajo durante toda la operación, marramiau. Con Leo Messi es más fácil. Empezó el argentino el partido de ayer pisándole los talones, sin balón, a su marcador. Desde la grada más de un aficionado chocó el codo con el del asiento de al lado. El resumen estadístico confirmó la optimista observación del respetable: dos goles, uno de falta después de un golpeo rabioso, y dos asistencias. Con Messi desencadenado es difícil oponer resistencia, incluso con un Espanyol mejorado.
El argentino se sobrepuso a su propia aceleración y al viento, que en el fútbol dicen que es el peor de los elementos climatológicos. También hay teorías sobre su incidencia en la conducta de las personas. El que ayer sopló con fuerza en el Camp Nou era, según los expertos, de poniente. El portero Pau, inspiradísimo anoche, pareció recibir un golpe de aire porque sólo razones raras explicarían su pisotón a Messi. Todos los futbolistas acabaron de hecho demasiado excitados. Contaron las radios que se dijeron de todo en el túnel de vestuarios. Iniesta, el único hombre al que no afecta el viento ni nada (qué partido el suyo), zanjó el asunto afirmando que lo que se intercambiaron fueron “opiniones”. Luis Enrique, en una ingeniosa salida más típica de quien convive con la tramontana, aseguró que él oyó villancicos. Pero de largo, a quien más afectó el viento fue al crack que, en plena segunda parte con el ball de bastons en pleno apogeo, envió desde el Barça el siguiente comunicado informativo: Barça y Espanyol unen sus fuerzas en el plan Fruta en las escuelas.