El enemigo público número 1
El Barcelona marcó el cuarto gol y Gerard Piqué, el que siempre busca el quinto, cogió el balón para llevarlo al centro del campo y que se sacase pronto. Era el minuto 86 y quería más. Eso es rivalidad. Eso son cuentas pendientes. El Espanyol vuelve a ser el enemigo público número 1 (o el 13, por Pau) del Barça hasta la semana que viene. Al que hay que golear. Con cuatro no basta.
El derbi del Camp Nou empezó antes de que el árbitro pitase el inicio. Lo hizo cuando desde el gallinero de la Tercera Gradería el reducto de seguidores del Espanyol gritaron “Puta Barça” para demostrar que estaban allí y se llevaron una espectacular reprimenda. De hecho, para ser exactos, el duelo de Copa arrancó justo después que González González señaló el final del encuentro de Liga en Cornellà. Desde entonces no ha parado de jugarse.
Quizás por eso no estuvo de más el mensaje que desde megafonía recordó que se animase “de manera cívica y respetuosa”. Porque el ambiente corría el riesgo de que la sangre llegase al río. La mecha estaba encendida. El único momento de paz fue cuando ambos equipos se dejaron fotografiar juntos por una campaña por la fruta en las escuelas.
El armisticio duró poco. Hasta que se desplegaron dos pancartas en el Gol Sur recordando la ubicación metropolitana de la nueva casa blanquiazul. “Benvinguts a Barcelona”, se leía en la más grande. Por si había dudas de si estaba dedicada a Arda o a Aleix Vidal, que debutaron con el Barça ayer, el segundo lienzo dejaba claro que no. “1 escudo, 1 orgullo, 1 ciudad”, quería dejar claro el predominio barcelonista en el territorio.
Pero fue un Espanyol rebelde el que se adelantó en el marcador. Y esa afrenta, la futbolística, fue la que hizo reaccionar al Barça. Empató el partido y le dio la vuelta al partido. Con el viento a favor, el público se puso las botas con ingenio y las dosis de mala baba necesaria en toda rivalidad. “El año que viene sois un todo a cien”, ironizó una parte de la grada sobre la compra del club blanquiazul. Y hasta cuatro veces sonó el clásico “A Segunda” que tanto duele a uno de los equipos que más temporadas ha jugado en Primera en la historia.
Todo eso lo tuvo que escuchar estoicamente el vicepresidente
Pau pisó a Messi cuando estaba en el suelo y Luis Suárez celebró el segundo gol regodeándose en su cara
Francesc Ciprés, que fue la máxima representación del Espanyol en el palco del Estadi. En cambio, Joan Collet, que estaba tan enfadado el domingo y el lunes con frases altisonantes más propias de un aficionado que de la diplomacia, no acudió “por un asunto personal fuera de Barcelona”.
El portero Pau López fue el blanco de todas las críticas. Él era el último escollo para el gol pero se quiso convertir también el primero en querer evitar que se jugase al retrasar cada saque de puerta. Luis Suárez celebró el segundo gol yendo hacia Pau a regodearse a la cara del meta. Pero después el uruguayo separó a Messi, que le recriminaba a Pau que le hubiese pisado con la bota en el tobillo mientras el argentino estaba caído en el suelo. El portero ya tenía una amarilla y se jugó la expulsión y un penalti en contra de su equipo.
Los dos futbolistas de cuya dureza más se quejaron el sábado los barcelonistas, Hernán Pérez y Pape Diop, ayer sí que acabaron expulsados. Mientras que Neymar intentó un regate de lambretta ante Joan Jordán y, como ya ocurrió en la final de la Copa con el Athletic, aquelló encendió los ánimos. ¿Desconsideración o espectáculo? El debate no ha hecho nada más que empezar. Porque ahora vendrán las quejas y los lamentos del otro bando. Faltan seis días para la vuelta.