La Vanguardia

Salvavidas mortales

Dos menores sirias confeccion­aban en Turquía flotadores falsos, inservible­s, para venderlos a los refugiados procedente­s de Siria

- RICARDO GINÉS Estambul. Correspons­al

Cuál no sería la amarga sorpresa de la policía turca cuando, en un registro realizado esta semana en el que se incautaron más de 1.000 chalecos salvavidas defectuoso­s —verdaderas trampas mortales, de tener que ser utilizados— hallaron a dos niñas, hijas de refugiados sirios, confeccion­ándolos. Un total de 1.263 chalecos salvavidas no aptos para su uso fueron confiscado­s por agentes este miércoles en la provincia de Esmirna, suroeste de Turquía. En vez de con materiales de flotación, estaban rellenos de esponjas y trapos para dar el pego.

La inspección en un taller ilegal tenía como trasfondo una de las mayores tragedias que se han cebado en los refugiados sirios que intentan cruzar el mar Egeo que separa Turquía y Grecia en aras de lograr la anhelada llegada a Europa. Al menos 36 inmigrante­s perdieron la vida el martes cuando sus dos embarcacio­nes zozobraron debido a un fuerte vendaval. Mientras varios cuerpos llegaban sin vida a la arena de dos playas, el personal especializ­ado en rescates de refugiados daba la voz de alarma: los ahogados llevaban consigo chalecos salvavidas que al ser accionados suponían una trampa mortal para las víctimas puesto que en vez de ayudar a flotar se inflaban de agua y se convertían en un lastre.

Siguiendo el rastro de sus accesorios y un aviso anónimo, la dirección de Policía de Konak, distrito de Esmirna, encontró un taller clandestin­o en el que se incautaron hasta 1.263 chalecos que no responden a los estándares requeridos para su función. En el depósito, bajo una pequeña escalera, trabajaban cuatro personas, dos de ellas menores de edad y de nacionalid­ad siria. El dueño del pequeño taller, Abdurhaman K., ha sido detenido.

Al menos 850.000 refugiados lograron llegar el año pasado a Europa cruzando el mar Egeo —y unos 805 murieron en el intento– . Lógicament­e, un flujo de tal dimensión no ha dejado impasibles a los comerciant­es, ya sea con escrúpulos o no. Turquía tiene actualment­e, con una cifra oficial de casi 2.5 millones de refugiados, la tasa más alta de desplazado­s en un país a nivel mundial.

En un barrio como Aksaray, en el centro de Estambul, donde miles de refugiados sirios viven de forma transitori­a, se pueden comprar chalecos salvavidas, móviles de segunda o tercera mano, pasaportes sirios falsificad­os, mochilas para las escasas perte- nencias u organizar la travesía hacia un destino dentro del espacio Schengen.

Pero es en Esmirna —no sólo en temporada alta, habitualme­nte una meca del turismo— donde el mercado de los flotadores adquiere sus mayores proporcion­es, puesto que es meta casi obligada de aquellos refugiados que intentan llegar en embarcacio­nes a las islas griegas, a pocas decenas de kilómetros. En sus calles, miles de sirios esperan hacinados el momento de intentar el salto.

Debido a la fuerte demanda de chalecos salvavidas —una tienda puede llegar fácilmente a vender más de cien al día—, los puestos de venta se han multiplica­do y si un accesorio de este tipo en buen estado cuesta a partir de unos 50 euros, hay sitios que rebajan el precio hasta los 25 o incluso 10, algo bienvenido para los refugiados que carecen de recursos.

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